5º Tiempo Ordinario (B)
Marcos 1,29-39
1. Oración Inicial: Señor, no sanan las heridas y males del alma una hierba ni un bálsamo, sino tu Palabra, que todo lo sostiene y crea, siempre nuevo cada día. Señor, envía ahora sobre nosotros tu Espíritu con abundancia para que te escuchemos con todo el corazón y con toda el alma. AMÉN. Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".
2. Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar. El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Marcos 1,29-39: Leemos este texto de Marcos con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto?
a. ¿Qué sucede en el relato? ¿Qué personajes están? ¿Qué escenas y momentos podemos distinguir?
b. ¿Qué hace Jesús? ¿Cómo reacciona la gente? ¿Cómo reaccionan los discípulos?
c. ¿Qué gesto personal hace Jesús en la madrugada? ¿Qué relación puede tener con su predicación, con lo que estaba haciendo?
d. ¿Cómo reacciona Jesús a saber que la gente lo buscaba?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
- Fijemos en los gestos de Jesús: «se acercó y, tomándola de la mano, la levantó». Son términos típicos de la resurrección. ¿Sentimos que el Señor nos dice también, «Levántense, resuciten, nazcan de nuevo»? Compartir.
- Ser cristiano(a) es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos. ¿Con qué gestos concretos nos hacemos cercanos a hermanos(as) que sufren o están marginados de la sociedad?
- Frecuentemente ya no sabemos estar a solas con el Padre. Hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. Parece que se ha olvidado la costumbre de Jesús. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz. Comentar.
- Cada vez somos menos para hacer más cosas. El riesgo es caer en el activismo, el desgaste y el vacío interior. ¿Caemos en esto a veces?
- ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Jesús… se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar».
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: «Vamos a otro lugar, para predicar también en las poblaciones vecinas…». ¿Cómo ser nosotros esta semana, discípulos misioneros(as)? Llevamos una “palabra”. Esa «palabra» que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente.
6. Oración final: Queremos estar atentos, Señor. Cerca de nosotros hay situaciones de dolor, enfermedad, soledad, miseria, violencia e injusticia. Anunciar tu Reino es hacer el bien, practicar el amor, vivir la solidaridad. Enséñanos a orar, para buscar fuerzas en Dios, y vivir el Evangelio haciendo el Bien. AMÈN. Padre Nuestro, que estás en el cielo…
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Contexto: En continuidad con los versículos anteriores (21-28), el pasaje describe la conclusión de una jornada típica de Jesús. Aquí está en Cafarnaún, un día de Sábado, y, después de haber participado en la liturgia en la sinagoga, Jesús continúa la celebración de la fiesta en la casa de Pedro, en un clima familiar. Con el ocaso del sol, terminado el descanso, Jesús continúa su ministerio, extendiéndolo a toda Galilea. El Evangelio nos presenta tres secuencias, que no es una crónica, para que el lector(a) sepa lo que ha hecho Jesús en Cafarnaún, sino que revelan el misterio grande de la salvación de Cristo, que trastorna nuestras vidas. Puede ayudar el estar atentos al recorrido que Jesús hace: de la sinagoga a la casa, al desierto, hasta todas las aldeas de Galilea. Y también en el correr de los tiempos que subraya el evangelista: al llegar la tarde, o sea al ocaso del sol y la mañana inmersa todavía en la obscuridad.
2. Dentro y fuera de la casa. El misterio latente en la persona de Jesús pretende desvelarse en torno a la casa de Pedro (¿símbolo de la Iglesia?) mediante numerosas sanaciones. La primera de ellas, que prepara todas las demás, parece dictada por un testigo ocular. La descripción es de una simplicidad extrema. Se excluye toda espectacularidad. El milagro no es teatro. El gesto de Jesús es natural. Pero, como todo gesto, lleva en sí una carga simbólica perenne. Las dos palabras centrales de la narración («la levantó... y se puso a servirles».) revelan que el poder de Jesús levanta al ser humano de su estado de postración para encaminarle sobre el sendero del servicio, que es el sendero de todo discípulo(a) (véase Mc 9,33-37; 10,35-45). Las demás sanaciones invitan a ver en Jesús a aquel que tiene poder para salvar al ser humano de sus miserias más profundas, cargando con todas nuestras enfermedades (véase Is 53,4; Mt 8,17). Todas son acciones elocuentes. Pero es todavía demasiado pronto para emitir un juicio acertado sobre la persona misteriosa de Jesús. El entusiasmo puede traicionar. Como los demonios, el ser humano debe callar y esperar.
3. Misión evangelizadora: Jesús en el evangelio entra en la vida de las personas, es uno de ellos en su cotidianidad. Lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor. La acción de sanación, la lucha contra el mal, la liberación del ser humano es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal y luchar contra él, dar la vida para ir devolviendo la paz, la salud, el bienestar, la felicidad... a todos aquellos que la han perdido. Anunciar hoy el Reino exige construirlo simultáneamente. La evangelización, la nuestra, con la de Jesús, no puede ser sólo cuestión de hablar, sino de hacer, de construir: luchar contra el mal, sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano liberadora de Dios.
4. «Allí se puso a orar»: Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Sólo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer. Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Sólo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Sólo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino. No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos… para predicar también allí».
5. Las tinieblas transfiguradas por la luz de Cristo: El tema de la noche, de la obscuridad, de las tinieblas, atraviesa un poco toda la Escritura, desde los primeros versículos, cuando la luz aparece como la primera manifestación de la fuerza del amor de Dios, que crea y salva. A las tinieblas sigue la luz, a la noche el día y paralelamente la Biblia nos hace ver que también a la obscuridad interior que puede invadir al ser humano, sigue la luz nueva de la salvación y del encuentro con Dios, del abrazo en aquella mirada suya luminosa que embelesa. «Por ti las tinieblas son como la luz», dice el salmo (138,12) y es verdad, porque el Señor es la misma luz: «El Señor es mi luz y mi salvación» (Sal 26,1). En el Evangelio de Juan, Jesús afirma de si mismo que es la luz del mundo (9,5), para indicarnos que quien Le sigue no camina entre tinieblas; de hecho, es Él quien, como Palabra de Dios, se convierte en lámpara para nuestros pasos en este mundo (Sal 118,105).