Lucas 13,1-9
1. Oración
Inicial: ¡Padre
Bueno! Tú eres nuestro creador, nos acoges a través de Jesús tu Hijo y nos
guías con tu Espíritu Santo. Abre nuestras mentes para que podamos comprender
tu Palabra. Refuerza nuestras voluntades para cumplir tu voluntad y así hacer
del mundo un lugar más justo y fraterno. AMÉN. Cantar «Espíritu
Santo Ven, Ven».
2. Lectura:
¿Qué dice el texto?
a. Introducción: El texto de Lucas de hoy es un llamado a la conversión
que sigue la línea de los pasajes precedentes sobre la interpretación, la
urgencia y el cumplimiento de los tiempos: exhortación a la vigilancia
(12:35-48); la hora de la decisión (12:49-53); los signos de los tiempos
(12:54-59). El verso 13:1a hace la conexión con los pasajes anteriores
indicando que en aquel mismo momento que Jesús estaba enseñando se presentaron
algunos y le contaron lo sucedido a varias personas de Galilea. Abramos
nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas
13,1-9: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir
el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una
segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio,
para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar
cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que te
impresionó más.
2) ¿Qué advertencia y llamada de atención hace Jesús al
mencionar los dos episodios históricos?
3) En la parábola (vs. 6-9), ¿Qué dice el dueño al
cuidador? ¿Cómo le responde el cuidador?
4) ¿Cuál es la conclusión de la parábola?
3.
Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) ¿Las desgracias, son para Jesús un castigo de Dios
como creía la gente? Según los versículos 1-5, ¿Qué es lo importante para Jesús
y que no debemos olvidar?
b) ¿Nuestra comunidad da los frutos que Dios espera?
¿Cuáles son esos frutos y cuáles más nos gustaría dar?
c) ¿Cuántas veces en qué concretamente, de qué forma ha
venido Dios a buscar fruto a mi higuera sin encontrarlo? ¿Será necesaria una
poda en mi vida para que se renueve y revitalice?
d) ¿Qué significará para nuestras vidas «remover la tierra» y «abonarla»?
e) ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y
qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración:
¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en
forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre
nuestra vida. «Ayúdanos a
vivir una verdadera conversión, Señor».
5.
Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo
y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso:
¿Qué
actitudes de tu vida necesitan cambiar para seguir el camino del Señor? Elige
una para intentar cambiar esta semana. Llevamos una "palabra".
Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y
buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde
volver a conversarla con el Señor.
6. Oración
final: Ayúdanos a
vivir una verdadera conversión, Señor. Danos un tiempo más para mostrar nuestros
frutos. Se hace difícil, a veces, tener la voluntad y perseverancia necesaria
para el cambio. Danos una mano, Señor, camina con nosotros, guíanos por el
sendero bueno para que revisemos nuestra vida a la luz de tu Palabra y
empecemos a cambiar. Con tu ayuda podremos lograrlo. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las
Personas Que Quieran Profundizar Más
1.
Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada
encuentro:
a.
Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario
vivir durante la semana.
b.
¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido?
¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c.
¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de
Dios?
2. El texto
de Lucas se refiere a episodios históricos que desconocemos. El Señor se
sirve de estos dos asuntos para subrayar un punto importante de su mensaje: no
hay relación entre el pecado y las desgracias que puedan ocurrir ya sea por
mano humana (Pilato, vs.1) ya sea por accidente (vs.4). Con esta afirmación
Jesús va contra una idea muy presente en su tiempo, según la cual enfermedad,
infortunio, pobreza son consecuencia de las faltas cometidas por quien sufre
esas situaciones. Aun en nuestro tiempo hay rezagos de esa mentalidad, de este
modo el pobre y el enfermo añaden a sus duras condiciones de vida un penoso
sentido de culpa.
El Señor nos libera de esa concepción que por un lado impide enfrentar
las verdaderas causas de los males que nos ocurren, remitiéndolos a una especie
de fatalidad que nos hunde en la pasividad. Y que de otro lado, presenta una
imagen equivocada del Dios de amor y vida. Pecar es no dar fruto, nos precisa
la parábola que Jesús refiere enseguida (vs. 6-9). Además, se nos advierte que
con paciencia y dedicación Dios espera nuestras obras. Es un Dios de amor, no
de castigo. Los dos tipos de desgracia (un acto deliberado del gobierno o una
catástrofe accidental) sirven a un mismo objetivo: advertir y llamar la
atención a toda la población sobre el destino que les espera si no se
convierten, ya que los que murieron no eran más culpables que todo el resto.
Esto implica responsabilidad colectiva sobre pecados e injusticias: hipocresía
e injusticia de los religiosos (11, 37-44); la acumulación de riquezas (12,
19-21); opresión y lujuria (12, 45-48).
3. La vid y
la higuera, representan
en la Biblia, frecuentemente, al pueblo de Israel, para que quede claro que se
refiere a esto, el pasaje de la parábola nos habla de una higuera plantada en
un a viña. Pero en estos casos el problema, con muchísima frecuencia, son los
frutos, o para ser precisos, los frutos malos o la falta de ellos... ¿De qué
sirve una higuera que no da frutos? Si no da frutos reiteradamente, el problema
se agrava: no sólo no da fruto sino que ocupa un lugar
que se podría aprovechar para otra planta. Dios preparó el terreno, hizo todo
lo necesario, se tomó un tiempo prudencial, pero: ¿Y los frutos? El pueblo que
Dios se ha preparado con tanto cariño: ¿Cómo responde al cariño de Dios? El
tiempo se acaba y la higuera puede ser cortada. Sólo la intercesión de los
trabajadores puede postergar esto un breve tiempo más.
No bastan las palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera
debe dar higos ya que para eso ha sido plantada. Un pueblo redimido por Cristo
debe edificar con su vida un Reino que dé frutos de verdad, de justicia, de
paz, de libertad, de vida y de esperanza. Estamos lejos, ¡muy lejos! de
lograrlo. Es verdad que en decenas de comunidades hay también frutos muy vivos
de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y de vida, de celebración y de
esperanza... y podríamos multiplicar los frutos que vemos en las comunidades;
pero todo lo anterior también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta
mucha vida que cosechar y alegría que festejar. El continente de la violencia,
de la injusticia y el hambre reclama frutos de los(as) cristianos. Y esos
frutos deben darse en la historia. Los acontecimientos cotidianos, de dolor y
de muerte, que tan frecuentes vivimos en América Latina nos dan una palabra de
Dios, una palabra que debemos aprender a escuchar, que debemos comprender para
no creer que Dios dice lo que no está diciendo. Jesús nos enseña la “dinámica
del fruto” para aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos
sigue llamando a la conversión, no para una conversión individual y personal,
sino que dé frutos para los demás, para la historia y para la vida. Y este
tiempo es el tiempo oportuno para empezar a darlos...
4. Lo grave
es no vivir como Dios quiere. La parábola de la higuera hace pensar tanto en el
pueblo de Israel, que no reconoció la suprema visita de Dios a través de Jesús,
como en la comunidad "cristiana", que muchas veces hace de todo,
menos lo que Jesús le mandó decir y hacer. Es la higuera que no da fruto,
ocupando inútilmente el terreno. ¿Está todo perdido? No. Hay una última
oportunidad. Así como el agricultor pide un plazo para dar cuidados especiales,
así también Jesús intercede como abogado ante el Padre para dar un plazo más.
¿Quién sabe si, con cuidados especiales, la comunidad producirá fruto? ¿Quién
sabe si la comunidad, oyendo la palabra de Jesús y viendo su ejemplo, no podrá
convertirse para continuar su palabra y acción en favor de todos los que
anhelan la venida del Reino?
Hoy nos preocupamos mucho por las iglesias vacías y de las sectas. ¿Por
qué va el pueblo a otros lugares? ¿No es señal de que no está encontrando en la
Iglesia los frutos que necesita para liberarse y vivir? En vez de condenar al
pueblo y sus intentos, deberíamos ver si no es la Iglesia la que se está
secando y volviéndose estéril.