Lucas
1,26-38
1. Oración Inicial: Espíritu
de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad, abre nuestra mente a
la inteligencia de las Escrituras. Tú, que descendiendo
sobre María de Nazarét, la convertiste en tierra buena donde el Verbo de Dios
pudo germinar, purifica nuestros corazones de todo lo que pone resistencia a la
Palabra. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto
la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y
producir fruto en nuestras vidas. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2. Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: El
evangelio de Lucas es el único que nos habla de María como la auténtica mujer
profética que va perfilando, con sus gestos y palabras, lo que posteriormente
llevará a cabo su hijo, el Hijo del Altísimo con que se le presenta en la
anunciación. En el texto de hoy esto ocurre así, porque
María es la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del tiempo de
la espera del Mesías. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas 1,26-38: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio
orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda
penetrar en nuestros corazones. Terminar
cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada
persona lee el versículo o parte del texto que te impresionó más.
2)
¿Cuales
son las primeras palabras del ángel a María?
3)
¿Por qué
ella se desconcierta ante este saludo?
4)
¿Qué
anuncia el mensajero de Dios y qué responde María?
5)
Finalmente:
¿Qué actitud manifiesta María?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta.
Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y
profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
- Revisar nuestras actitudes ante Dios a partir de las que nos muestra María: ¿Qué podemos imitar de ella en nuestras vidas?
- ¿Cómo vamos a acoger el misterio del «Dios tan humano» que Jesús nos muestra?
- ¿Cómo vivir y expresar la ternura de Dios con las personas que me rodean?
- Navidad: ¿Vuelve a nacer Jesús o se trata de un símbolo? ¿Qué es lo que realmente celebramos?
- ¿Creemos que «no hay nada imposible para Dios»? Comentar.
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su
Palabra? Ponemos en forma de
oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra
vida. «Hágase
tu voluntad, Señor».
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada
al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: ¿Qué puedes ofrecer esta
semana para trabajar por el Señor en lo que más le agrada, el servicio a los
demás? Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una
frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para
recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el
Señor.
6. Oración final: Madre,
danos tu coraje para decir sí al Señor. Ayúdanos a olvidarnos de nosotros mismos para ponernos en las manos
de Dios. Enséñanos a entregar nuestra vida
para ayudar a dar a luz a Jesús en el mundo en que vivimos. AMÈN. Padre
Nuestro, que estás en el cielo…
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente
pauta al iniciar cada encuentro:
- Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
- ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
- ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?
El evangelista Lucas pone de manera consecutiva el
anuncio a Zacarías y el anuncio a María para resaltar que la acción de Dios se
manifiesta fuera del Templo, fuera del lugar sagrado, en medio de los pobres y
abandonados, como lo es María triplemente excluida por ser mujer, por ser pobre
y por ser joven. Y es en ese lugar de marginación y pobreza donde el proyecto
de Dios para la humanidad va a fructificar, por medio del sí consciente de
María y de todos los que se identifican con ella.
El niño que nacerá de María será el Salvador, el
Mesías, un «Hijo de Dios». Dios se hace ser humano en la persona de Jesús para
que, siendo como él, los seres humanos seamos semejantes a Dios. Pero no lo
hace en contra de la voluntad de la gente. María, con su «sí» al proyecto de
Dios, introduce a Jesús en la historia haciéndose hombre pobre y creyente.
3. Anuncio del nacimiento de Jesús (1,26-38): En este anuncio,
abandonamos el marco solemne del templo y nos trasladamos a un pequeño
lugar de Galilea. La salvación de Dios llega desde un
lugar humilde, fuera de las grandes instituciones religiosas de Israel. Jesús
es descrito, sin embargo, con los rasgos del Mesías del Antiguo Testamento (Is
7,14; 9,6; 2 Sm 7,14-16) y como Hijo de Dios o su equivalente, Hijo del
Altísimo, un título con el que Lucas quiere describir la relación misteriosa
que le une al Padre. Relación que, según Lucas, existe desde su nacimiento por
obra del Espíritu. Lucas estructura su evangelio de la infancia en torno a la
figura de María, mientras que Mateo lo centra en José.
María es presentada por Lucas
como prometida de José. Pero esta promesa, o
esponsales, era considerada por la ley de Israel como un contrato solemne. Sin
embargo la pareja no vivía bajo el mismo techo hasta que se realizaba la boda,
según la costumbre, un año después de los esponsales, lo cual explica la
pregunta de María en Lc 1,34. A
pesar de la importancia de María en el evangelio de la infancia de Lucas, es
José el que entronca a Jesús con la familia de David (1,27), cumpliéndose así el
propósito general de la esperanza mesiánica: un descendiente de David sería el
Mesías de Israel. Y aunque María no pide ningún signo,
como hizo Zacarías (Lc 1,18), se le da una garantía de la autenticidad del
mensaje: su parienta Isabel, que era estéril, va a dar a luz un hijo. Las
palabras del ángel concluyen con el mismo mensaje que recibieron Abrahán y Sara
cuando dudaron de la noticia del nacimiento de su hijo (Lc 1,37; ver Gn 18,14).
4. Reflexión: ¡He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra! He aquí... ¿Qué
palabra puede ser más esencial y llena de vida? No hay palabras que obliguen
más al ser humano que este “he aquí”: estar vigilante para no dejar ir nada que
nos separe del Sí. Hágase en mí... la elección de Dios es digna de acogida,
pero requiere el silencio profundo de todo el ser: Hágase en mí.... María sabe
que no es la protagonista, sino sierva de la voluntad divina; pertenece a
aquella escuadra de siervos que Jesús llamará amigos: un siervo no sabe lo que
hace su señor, pero quien es amigo, sí. La sombra del Espíritu que descenderá
sobre una criatura tan bella, por su disponibilidad, oirá los secretos antiguos
del Eterno. El tiempo seguirá andando para trazar siempre nuevos recorridos de
gracia. Se llenará hasta derramarse cuando el Hijo de Dios vea la luz de un
espacio infinitamente pequeño para su poder, el espacio del límite y de la
contingencia. María, la primera cuna de la Palabra inefable, primer abrazo de
la luz que llega, no posee otro tesoro que su humildad: cavidad que recoge la
plenitud, pequeñez que reclama lo infinito, límite amado que requiere un abrazo
de infinito.
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