25º Tiempo Ordinario (B)
Marcos
9,30-37
2. Lectura:
¿Qué dice el texto?
b. Leer el texto:
Marcos 9,30-37:
Leemos
este texto de Marcos con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo
de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros
corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da
Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)
Cada persona lee el versículo o parte del texto te
impresionó más.
2)
Al iniciar este relato, ¿Qué decía Jesús en su
enseñanza? ¿Cómo reaccionaron los discípulos?
3)
¿Qué discutían los discípulos en el camino? y ¿Qué
enseñanza entrega Jesús a los Doce?
4)
¿Qué gesto hace Jesús después y qué dijo?
3. Meditación: ¿Qué
nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a
cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo
importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su
sentido para nuestra vida.
a.
¿Cuáles de las siguientes actitudes son más
frecuentes en nuestra sociedad hoy: Querer ser el más importante en el grupo, ocupar
el puesto más elevado y recibir honores o el servicio desinteresado a los(as)
demás?
b.
¿De qué manera ambiciones personales pueden obstaculizar
el avance del Proyecto de Jesús?
c.
¡Jesús quiere servir
y ellos piensan sólo en mandar! ¿Qué es lo que mayormente nos estimula en nuestras
vidas personales: la competitividad y el deseo de mandar o el deseo de servir y
de promover a las personas?
d.
¿Qué personas en nuestros días nos muestran con sus
vidas la propuesta de Jesús en este texto?
e.
¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy
y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración: ¿Qué le decimos
a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración
todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra
vida. «…
el que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe».
Para
Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Segundo
anuncio de la pasión y resurrección (9,30-32): En este segundo
anuncio llaman la atención algunas diferencias que presenta respecto al
primero. El debía sufrir
queda sustituido por un va a
ser entregado y el rechazo
de las autoridades judías se convierte en una entrega a la violencia de los hombres, que
evoca el destino del siervo de Yahvé (véase Is 53,12). A pesar de ser un
anuncio más breve, todo queda en él mejor y precisado. Los discípulos, sin embargo, siguen sin
comprender nada. La luz de la transfiguración parece haberse apagado. Lo único
que cambia en su actitud es que, víctimas del miedo, ni contradicen ya a Jesús
ni se atreven tampoco a preguntarle. Encarnan perfectamente la figura del
epiléptico dominado por aquel espíritu que lo había dejado mudo (véase Mc
9,17). Su miedo revela que carecen de una fe sólida y que aún necesitan un
adecuado conocimiento de la persona de Jesús.
2. Instrucción sobre el servicio (9,33-37): Jesús imparte al grupo de los Doce algunas de las muchas enseñanzas que precisan todavía. Le siguen tan sólo externamente. La dificultad de comunicación persiste, porque persiste también la diversidad de preocupaciones. Ante la discusión que ellos han mantenido entre sí por el camino, urge sobre todo una lección: la del servicio. Tras una solemne introducción narrativa, dos sentencias bastan para expresar esta dura exigencia del discipulado. Atacando de raíz el afán de orgullo y poder, la primera sentencia señala dónde está la verdadera grandeza. Sin excepciones ni restricciones, grande es solamente aquel que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Queda invertido así el orden de valores que tantas veces prevalece entre los seres humanos. La segunda sentencia, con la presencia de un niño, símbolo de lo insignificante, explicita y completa la primera. Se es grande no cuando se ocupa un puesto de relevancia, sino cuando en la vida se hace sitio para quien no tiene grandeza. La razón de ello está en que Jesús mismo se encarna en el que no goza de relieve ni prestigio, en el débil e indefenso.
2. Instrucción sobre el servicio (9,33-37): Jesús imparte al grupo de los Doce algunas de las muchas enseñanzas que precisan todavía. Le siguen tan sólo externamente. La dificultad de comunicación persiste, porque persiste también la diversidad de preocupaciones. Ante la discusión que ellos han mantenido entre sí por el camino, urge sobre todo una lección: la del servicio. Tras una solemne introducción narrativa, dos sentencias bastan para expresar esta dura exigencia del discipulado. Atacando de raíz el afán de orgullo y poder, la primera sentencia señala dónde está la verdadera grandeza. Sin excepciones ni restricciones, grande es solamente aquel que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Queda invertido así el orden de valores que tantas veces prevalece entre los seres humanos. La segunda sentencia, con la presencia de un niño, símbolo de lo insignificante, explicita y completa la primera. Se es grande no cuando se ocupa un puesto de relevancia, sino cuando en la vida se hace sitio para quien no tiene grandeza. La razón de ello está en que Jesús mismo se encarna en el que no goza de relieve ni prestigio, en el débil e indefenso.
3. Dos actitudes de Jesús: Jesús quiere enseñarles
algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más
estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve
muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender
dos actitudes fundamentales.
La primera actitud: «Quien quiera ser
el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo(a) de
Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo
nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar
el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan
rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos». La segunda
actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico
entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para
que aquellas personas ambiciosas se olviden de honores y grandezas, y pongan
sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y
cuidado. Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi
nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo
al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al
Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños está enseñando a
acoger a Dios.
4. En el evangelio de
Marcos, el «camino» representa el
itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús quiere un grupo de personas
responsables que sean capaces de asumir su proyecto del Reino de Dios. Por esta
razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la
instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos
van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén. Jesús debe superar el miedo cultural que
invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda
confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la
discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino
en la repartición de los cargos burocráticos de un gobierno y reconduce la
discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas
mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en
condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida
religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo
el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las
propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se
revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una
alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en
el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer
grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante. Eso que Jesús revelaba era
muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de
los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los
despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se
identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como
propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se les hacía a él mismo
y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la
sociedad al revés. Una sociedad que mira sólo por los de arriba o miran por los
intereses de los de arriba, no garantiza ni el Reino ni la Vida ; ésta sólo puede
sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen
derechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario