26 sept 2012

Domingo 25


25º Tiempo Ordinario (B)
Marcos 9,30-37


 
1. Oración Inicial: Señor, envíe tu Espíritu Santo.  Concédenos escuchar con apertura de corazón el mensaje de tu Palabra para que vivamos siempre conforme a tu voluntad y actuemos como luz y fermento del mundo.  AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 

2.   Lectura:  ¿Qué dice el texto?

 a. Introducción: El texto de hoy nos trae el segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como sucede en el primer anuncio (8,31-33), también ahora los discípulos se han atemorizado. Los discípulos todavía no entienden cuál es el proyecto de Jesús. No entienden nada acerca de la cruz, porque no son capaces de entender, ni de aceptar un Mesías que se convierta en siervo de los demás. Ellos continúan soñando con un Mesías glorioso. Existe una gran incoherencia en los discípulos. Cuando Jesús anuncia su Pasión-Muerte, ellos discuten quién será el más grande entre ellos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Marcos 9,30-37: Leemos este texto de Marcos con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c.  Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d.   ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.

2)    Al iniciar este relato, ¿Qué decía Jesús en su enseñanza? ¿Cómo reaccionaron los discípulos?

3)    ¿Qué discutían los discípulos en el camino? y ¿Qué enseñanza entrega Jesús a los Doce?

4)    ¿Qué gesto hace Jesús después y qué dijo?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

 
a.    ¿Cuáles de las siguientes actitudes son más frecuentes en nuestra sociedad hoy: Querer ser el más importante en el grupo, ocupar el puesto más elevado y recibir honores o el servicio desinteresado a los(as) demás?

b.    ¿De qué manera ambiciones personales pueden obstaculizar el avance del Proyecto de Jesús?

c.    ¡Jesús quiere servir y ellos piensan sólo en mandar! ¿Qué es lo que mayormente nos estimula en nuestras vidas personales: la competitividad y el deseo de mandar o el deseo de servir y de promover a las personas?

d.    ¿Qué personas en nuestros días nos muestran con sus vidas la propuesta de Jesús en este texto?

e.    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «… el que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe».

 5.  Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: Grande es solamente la persona que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Ofrece un gesto de  servicio que puedas realizar esta semana. Llevamos una “palabra”. No significa una palabra sola; puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta en todo momento y buscando un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración cotidiano donde volver a conversarla con el Señor.

 6. Oración final: Señor, muéstranos el camino que lleva a darlo todo por los demás. Ayúdanos a tener las mismas preocupaciones, actitudes, sentimientos y opciones de Jesús. Haz que atendamos las necesidades, sufrimientos, y esperanzas de nuestro pueblo haciéndonos servidores y hermanos(as) de toda la gente.  AMÉN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Segundo anuncio de la pasión y resurrección (9,30-32): En este segundo anuncio llaman la atención algunas diferencias que presenta respecto al primero. El debía sufrir queda sustituido por un va a ser entregado y el rechazo de las autoridades judías se convierte en una entrega a la violencia de los hombres, que evoca el destino del siervo de Yahvé (véase Is 53,12). A pesar de ser un anuncio más breve, todo queda en él mejor y precisado.  Los discípulos, sin embargo, siguen sin comprender nada. La luz de la transfiguración parece haberse apagado. Lo único que cambia en su actitud es que, víctimas del miedo, ni contradicen ya a Jesús ni se atreven tampoco a preguntarle. Encarnan perfectamente la figura del epiléptico dominado por aquel espíritu que lo había dejado mudo (véase Mc 9,17). Su miedo revela que carecen de una fe sólida y que aún necesitan un adecuado conocimiento de la persona de Jesús.

2. Instrucción sobre el servicio (9,33-37): Jesús imparte al grupo de los Doce algunas de las muchas enseñanzas que precisan todavía. Le siguen tan sólo externamente. La dificultad de comunicación persiste, porque persiste también la diversidad de preocupaciones. Ante la discusión que ellos han mantenido entre sí por el camino, urge sobre todo una lección: la del servicio. Tras una solemne introducción narrativa, dos sentencias bastan para expresar esta dura exigencia del discipulado. Atacando de raíz el afán de orgullo y poder, la primera sentencia señala dónde está la verdadera grandeza. Sin excepciones ni restricciones, grande es solamente aquel que, en actitud de servicio, se interesa por el prójimo de manera afectiva y efectiva. Queda invertido así el orden de valores que tantas veces prevalece entre los seres humanos. La segunda sentencia, con la presencia de un niño, símbolo de lo insignificante, explicita y completa la primera. Se es grande no cuando se ocupa un puesto de relevancia, sino cuando en la vida se hace sitio para quien no tiene grandeza. La razón de ello está en que Jesús mismo se encarna en el que no goza de relieve ni prestigio, en el débil e indefenso.

3. Dos actitudes de Jesús: Jesús quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.

La primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo(a) de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el  último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos». La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellas personas ambiciosas se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado. Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños está enseñando a acoger a Dios.

4. En el evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un buen discípulo. Jesús quiere un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir su proyecto del Reino de Dios. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén.  Jesús debe superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos de un gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante. Eso que Jesús revelaba era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se les hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés. Una sociedad que mira sólo por los de arriba o miran por los intereses de los de arriba, no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos.

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