25 ago 2012

Domingo 21°

Juan 6, 60‑69
                                                                                                        
1. Oración Inicial: Señor Jesús, aquí están nuestros oídos, nuestros corazones, nuestra memoria, nuestra inteligencia. Aquí estamos ante ti. Haznos oyentes fieles, sinceros, fuertes. Haznos permanecer, Señor, con los oídos del corazón, fijos en tus labios, en tu voz, en cada una de tus palabras, para que ninguna caiga en el vacío. Te rogamos que envíes tu Espíritu Santo, que sea como agua viva que riega todo nuestro campo para que dé fruto, el 30, el 60 o el 100 por uno. Señor, haz que vayamos hacia ti, porque, tú lo sabes... ¿dónde podríamos ir, hacia quién, aquí en esta tierra, sino hacia ti? Amén.
 
2. Lectura: '¿Qué dice el texto?
a. Introducción: La incredulidad de la gente, de los judíos y de muchos discípulos, provoca la confesión de la verdadera fe en Jesús. La Iglesia primitiva, simbolizada por los doce y representada por Pedro, reconoce que Jesús es el Santo de Dios y que sólo él posee palabras de vida eterna. Se pone así de manifiesto la necesidad de la fe en Jesús para comprender su enseñanza. Esta fe es un don que el Padre concede.
b. Leer el texto: Juan 6, 60‑69: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva para escuchar a Dios. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos  un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios
impregne el corazón y la mente. Terminar cantando: "Tu Palabra me Da Vida".
 
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o palabra que más te tocó el corazón.
2)  Recordar el diálogo cuando Jesús habló del pan de vida: ¿Cómo reaccionan algunos de los discípulos antes sus enseñanzas? ¿Qué dicen?
3)  ¿Cuál es la respuesta de Jesús?
4)  ¿Qué hicieron muchos de los discípulos después de escuchar las palabras de Jesús?
5)  ¿Qué le plantea luego a los Doce apóstoles? ¿Qué responde Pedro?
 
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a.  Creer en Jesús y seguirlo no es fácil, ¿Qué te exige en tu vida creer y seguirlo a Él?
b.  "Esta palabra es dura: ¿quién la puede escuchar?". ¿Es, de verdad, la palabra del Señor dura o, es duro mí corazón que no quiere escuchar?
e.  ¿Existen personas que ya se «echaron para atrás» para seguir su propio camino? Explicar.
d.  Nuestra fe, ¿es una que nos hace descubrir a Dios no sólo en el cielo sino en la tierra, en la historia, en la vida de las personas? ¿Encuentro realmente a Dios en la vida diaria?
e.  ¿Qué es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
 
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Hacemos nuestra oración comunitaria; oraciones dirigidas directamente al Señor. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. (Peticiones, Alabanzas, Acción de gracias a Dios, Súplicas de perdón...) En el silencio del corazón te repito infinitas veces: O, Señor. ¿A quién iré? Tú tienes palabras de vida eterna.
 
S. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometemos con la transformación de la realidad: Compromiso: Creer en Jesús es aceptar su camino de vida. Piensa en la semana: ¿cómo mostrar con tu vida que crees en Jesús? Llevamos una “palabra”. Esa “palabra” o versículo nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente esta “palabra" o versículo se hará presente durante el día (semana) mientras participamos en nuestros quehaceres diarios. Trata de busca un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversar con el Señor.
 
6. Oración final: Señor, tú tienes palabras de vida. Enséñanos a seguirte. Haz crecer en nosotros la semilla de la fe, la confianza y la entrega. Queremos servir a tu Reino, porque Tú eres el Señor de la Vida. Señor, tus palabras nos dan vida y nos llegan al corazón. Creer en ti y vivir como enseñas a veces nos pone en crisis. Por esto, danos fuerzas para seguirte y decir como Pedro, « ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna». Amén.
 
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad de hoy. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentamos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil vía del pueblo de Dios en la historia.

Ahora, muy pocos se atreven a criticar abiertamente a Jesús de Nazaret, pero esto no significa que estén de acuerdo con él. Muchas personas hace tiempo que se «echaron para atrás» y cogieron su propio camino. Solamente se contentan con llevar en su memoria el recuerdo de su bautismo y el aval de su primera comunión. Pero, para aquellos que anhelamos escuchar la voz del Maestro, no existe otra respuesta que la de Pedro ante el desafío de Jesús: « ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna».

 ¡Qué útil sería examinar nuestras misas ... 1 ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la lo que Él llamaba Reino de Dios? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

2. Las palabras de vida eterna. Los interlocutores de Jesús a lo largo de todo el relato: la gente (Jn 6,22), los iudíos (Jn 6,41) y los discípulos que después le abandonan, son las mismas personas con distintos nombres. Los distintos nombres designan a aquellos que se entusiasmaron con Jesús en un primer momento, considerándole como un profeta de Nazaret, hijo de José (Jn 1,45; 6,42), pero que no se decidieron a dar el paso requerido por la fe cristiana: la aceptación de Jesús como el Hijo de Dios y el compromiso de seguirlo en el camino de la cruz.

3. El texto de hoy es la última parte del capítulo sobre el pan de vida y la eucaristía. Como momento culminante, y ante las afirmaciones tan rotundas de Juan sobre Jesús y la eucaristía, la polémica está servida ante los oyentes que no aceptan que Jesús pueda dar la vida eterna. Se habla, incluso, de discípulos que, escandalizados, abandonan a Jesús. Deberíamos entender, a su vez, que abandonan la comunidad que defendía esa forma de comunicación tan íntima de la vida del Señor resucitado. Pero la eucaristía es solamente un anticipo, no es toda la realidad de lo que nos espera en la comunión con la vida de Cristo. Por ello se recurre al símil del Hijo del hombre que ha de ser glorificado, como nosotros hemos de ser resucitados.

4. La Eucaristía no se celebra desde la memoria del pasado solamente: la muerte de Jesús en la cruz. Es también un sacramento que adelanta la vida que nos espera tras la muerte. Esto es lo admirable de la misa. Jesús, pues, les pide a sus discípulos, a los que le quedan, si están dispuestos a llegar hasta el final, a estar con El siempre, más allá de esta vida. E incluso les da la oportunidad de poderse machar libremente. Las palabras de Pedro, que son una confesión de fe en toda regia, descubren la verdadera respuesta cristiana: ¿A dónde iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!

5. Comentario:

ys. 60: Juicio por parte de algunos apóstoles de la Palabra de Señor y, por tanto, contra el mismo Jesús, que es el Verbo de Dios. Dios no es considerado como un Padre bueno, sino como un patrono duro (Mt 25, 24), con el cual no es posible dialogar.

vs. 61‑65: Jesús desenmascara la incredulidad y la dureza de corazón de sus discípulos y revela sus misterios de salvación: su Ascensión al cielo, la venida del Espíritu Santo, nuestra participación en la vida divina. Estos misterios solamente pueden ser comprendidos a través de la sabiduría de un corazón dócil, capaz de escuchar, y no con la inteligencia de la carne.

vs. 66: Primera gran traición por parte de muchos discípulos que no han sabido aprender la gran ciencia de Jesús.  En vez de volver la mirada al Maestro, le vuelven la espalda; interrumpen de este modo la comunión y no van ya más con Él.

vs. 67‑69: Jesús habla con los Doce, sus más íntimos, y los coloca ante la elección definitiva, absoluta: permanecer con Él o marcharse. Pedro responde por todos y proclama la fe de la Iglesia en Jesús como Hijo de Dios y en su Palabra, que es la verdadera fuente de la Vida.

Domingo 20°

                                  Juan 6, 51‑59
 
1. Oración Inicial: Señor Jesús, abre nuestros ojos y oídos a tu Palabra. Que leamos y escuchemos tu voz y meditemos tus enseñanzas. Envía tu Espíritu Santo y despierta nuestra inteligencia, para que tu Palabra penetre en nuestros corazones y podamos saborearla y comprenderla. Danos una gran fe en ti, para que tus palabras sean para nosotros la luz que nos guíe. Habla, Señor. Nosotros te escuchamos y deseamos poner, en práctica tu Palabra porque tus palabras son vida, gozo, justicia y paz. Amén.
 
2. Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de creyentes podía celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud.
b. Leer el texto. Juan 6, 51‑59.  Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva para escuchar a Dios. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente. Terminar cantando: "Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o palabra que le tocó más el corazón.
2) ¿Quiénes se encuentran con Jesús? ¿De qué está hablando Jesús?
3) ¿Cómo es la reacción de sus oyentes judíos? ¿Qué le cuestionan?
4) ¿Qué dice Jesús? ¿Cómo se presenta?
5) Según el texto, ¿qué es necesario para tener la vida eterna?
 
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativos para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a. ¿Encontramos en la misa el alimento de nuestra vida y de nuestra fe? Explicar.
b.  El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mi y yo en él (Jn 6,56). ¿De qué manera en nuestra vida diaria Cristo permanece con nosotros y nosotros con Él?
c.  ¿Cómo nos ayude nuestra participación en la misa a comprometer nuestra vida al servicio de la gente y del Reino de Dios?
d. ¿Qué es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
 
4. Oración: Que le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra?    Hacemos nuestra oración comunitaria, oraciones dirigidas directamente al Señor. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. (peticiones, alabar, dar gracias a Dios, pedir perdón ... )
 
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Jesús es el alimento de nuestra vida. Ofrece al Señor un compromiso concreto para que nuestra vida sea una prolongación de la misa. Llevamos una *palabra". Esa palabra o versículo nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente esta palabra o versículo se hará presente durante el día (semana) mientras participamos en nuestros quehaceres diarios. Trata de buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversar con el Señor.
 
6. Oración final: Jesús, pan verdadero, alimento para la vida, muéstranos el camino que nos lleve a vivir siguiendo tu ejemplo. Tú eres el pan de cada día, el sostén de nuestra vida. Acércanos, Señor, necesitamos tu fuerza para seguir adelante. Pan de vida para toda la humanidad, enséñanos a ser pan para la gente que nos rodean. Enséñanos a compartir y ser solidarios, como Tú, que entregas tu vida para que vivamos mejor. Amén.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
 
1. El evangelio de Juan lleva a su punto culminante del discurso del pan de vida, porque aparecen con un realismo indiscutible los elementos sacramentales de la eucaristía. Es, probablemente el texto más explícito sobre este sacramento que se practicaba en la comunidad, por el que probablemente eran criticados los cristianos. Juan no nos describe la institución de la eucaristía en la última cena; por ello, los especialistas han visto aquí el momento elegido por el evangelista para poner de manifiesto sus ideas teológicas sobre este sacramento que hace a la comunidad. En este momento se usa el verbo comer que tiene un verdadero sentido sacramental, ya que comer “la carne" y beber "la sangre" no pueden hacerlo los humanos (Lv 17,10) más que en sentido simbólico‑sacramental.
 
2. Nos encontramos ante la radicalización del discurso de Cafarnaún: la carne, en este caso es lo mismo que el cuerpo, y el cuerpo representa a la persona y la historia misma de Jesús que se ha sacrificado y entregado por “el mundo”. El autor nos pone frente al sacrificio redentor de la cruz, sin mencionarlo directamente, más que por medio de “dar” o “entregar". El sentido del “comer" al Hijo del hombre es una expresión que apunta a poseer su vida, su palabra, sus opciones, sus sentimientos filiales. Este es el desarrollo lógico y teológico de todo lo anterior. aunque bien ha podido ser añadido en un segundo momento de la reflexión de este evangelio, que no se ha compuesto de una sola vez.
 
3. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por la humanidad y que en la eucaristía vuelve a entregar como el resucitado. Si el Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús que nos entrega la que ha recibido. Es todo, pues, un misterio de donación el que acontece en la realización de la eucaristía. De ahí que sea el sacramento que nos va resucitando día a día, para que la muerte no sea nuestro destino, sino que nuestra meta es tener la vida que Jesús posee ahora como Señor de la muerte. Ahí reside la sabiduría del misterio de la eucaristía en la comunidad: ser una donación sin medida. En Juan este discurso está en sinfonía con el mismo misterio de la Encarnación. Es posible que muchas expresiones muestran un “realismo” exagerado para explicar lo que siendo real, se lleva a cabo de forma sacramental. Porque es real la donación de la vida.
 
4. El evangelista insiste en presentar la carne y la sangre como verdadera comida y bebida. De este modo salió al paso de otra concepción errónea  dentro del cristianismo primitivo: la corriente o tendencia gnóstico. Frente a una concepción que consideraría la eucaristía, a lo sumo, como mero símbolo, el texto subraya que se trata de una verdadera comida, de una comida real, en la que se participa de la carne y de la sangre de Cristo. Los efectos de la eucaristía se expresan mediante la fórmula de la permanencia mutua: el que come... permanece en mi y yo en él. Esta permanencia designa la vida cristiana como tal: el discipulado cristiano se define por la permanencia en la unión con Cristo (Jn 15,4‑7).
 
5. Juan desarrolla el lema de la “incomprensión” para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de creyentes podían celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, lo que en realidad no entendían era el misterio pascual. Jesús había resucitado, superando el cerco de una muerte violenta e injusta, y ahora vivía en medio de sus seguidores. Él se había convertido en principio de vida para aquellos que yacían inermes bajo la opresión de una religión agobiada por un sinnúmero de preceptos o por una religión que adoraba al déspota de turno.
 
Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.
 

5 ago 2012

19º Domingo del Tiempo Ordinario

  Juan 6,41-51

 1. Oración Inicial: Espíritu Santo de la Verdad, acude en nuestra ayuda y revélanos el sentido de las Escrituras. Te lo pedimos a ti con confianza, porque tú las inspiraste y tú las conservas. Tú, que eres Espíritu de Vida, haz que el texto bíblico se convierta en Palabra viva y liberadora, que produzca en nosotros(as) el seguimiento de Jesús para la extensión del Reino de Dios. AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 2.  Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Jesús se ha identificado él mismo como el pan de vida (v.35) que ha bajado del cielo para hacer la voluntad de quien lo ha enviado (v.38). La voluntad de quien lo ha enviado, el Padre, es que no se pierda ninguno de los que él le ha dado (v.39) y que todo que lo vea, crea en él y así, tenga vida eterna (v.40). Esto despierta la murmuración de parte de su auditorio. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Juan 6,41-51: Leemos este texto de Juan con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.

c.  Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d.   ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.

     2)    ¿Por qué los judíos murmuraban de Jesús?

3)    ¿Qué decían de él y en qué le cuestionaban?

4)    ¿Quiénes son los que vienen a Jesús y que les promete?

5)    ¿Cuál es diferencia entre el pan que comieron en el desierto y pan que ofrece Jesús?

6)    ¿Quién es el «pan vivo bajado del cielo» y qué recibe la persona que lo coma?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

Murmuraban de Jesús: ¿Cuántas voces existen hoy de murmuración cuando se trata de Dios?
  1. La actitud de murmurar no permite el escuchar y por lo tanto no permite aprender. Comentar.
  2. ¿Vivimos hambriento(as) de Jesús, pan de vida eterna? ¿O quedamos a veces con “alimentos” o “cosas materiales” que no sacian?
  3. «El que coma de este pan, vivirá para siempre»: ¿Qué importancia tiene en nuestra vida alimentarnos de la Palabra de Dios y del Pan repartido en la Eucaristía?
  4. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida? 
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «El que coma de este pan vivirá eternamente».

5. Contemplar a Dios, volver la mirada al mundo y comprometerse con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Jesús es el alimento de nuestra vida. Ofrece al Señor un compromiso concreto para alimentarte periódicamente de su Palabra y de la Eucaristía. Llevamos una "palabra". No significa una palabra sola; puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta en todo momento y buscando un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración cotidiano donde volver a conversarla con el Señor.

 6. Oración final: Danos Señor, el pan de vida que alimenta nuestra fe para vivir como discípulos(as) y construir el Reino. Danos el pan de vida que es tu Palabra, agua viva que nos nutre y nos fecunda desde adentro. Danos el pan de vida de tus opciones, que nos ayudan a pensar hoy en nuestros caminos para seguirte. Danos el pan de vida del Espíritu que te animaba, para aprender a ser dóciles a la voluntad del Padre. AMÉN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más


1. Cuando el evangelio de Juan fue escrito, los cristianos ya habían sido expulsados de la sinagoga. Había un áspero enfrentamiento entre los sectores mayoritarios judíos de la diáspora y los cristianos provenientes del paganismo y del judaísmo. Paganos y judíos ridiculizaban las expresiones de fe cristiana, como la eucaristía. Para los paganos, romanos y griegos, la comunidad cristiana era vista como un grupo de pretenciosos que querían anunciar como buena noticia la muerte de un carpintero anónimo y pobre. Para ellos, las buenas noticias venían sólo del emperador y las autoridades que alegraban a sus súbditos con alguna regalía. Para los judíos, Jesús era sólo un profeta insignificante, hijo de un artesano y oriundo de un caserío miserable. Para ninguno de los dos grupos Jesús podía ser «el pan bajado del cielo». Las comunidades cristianas debieron desde el comienzo pararse muy bien para defender con energía y convicción el significado de Jesús para la historia de la humanidad. La salvación no sólo provenía de los judíos, sino que venía de la gente pobre de Galilea que había descubierto en Jesús a su redentor. Jesús es pan bajado del cielo porque es capaz de comunicar esa vida en plenitud que viene sólo de Dios. Jesús es el camino hacia una humanidad fraterna, donde todos(as) se reconocen iguales e hijos(as) de la misma familia.

2. El texto de hoy nos introduce en un segundo momento del discurso del pan de vida. Como es lógico, Juan está discutiendo con los «judíos» que no aceptan el cristianismo, y el evangelista les propone las diferencias que existen, no solamente ideológicas, sino también prácticas. Su evangelio pone de manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José. Se murmuraban diciendo: ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma oposición que Jesús encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo aceptaron (Mc 6,1ss). Las protestas de los oyentes le dan ocasión al Jesús, no de responder directamente a las objeciones, sino de profundizar más en el significado del pan de vida (que al final se definirá como la eucaristía). Ahí aparece una de las fórmulas de Evangelio de  Juan de más densidad: «yo soy el pan de vida». Y así, el discurso se hace discurso eucarístico.

La presencia personal de Jesús en la eucaristía, pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir con El y de El, y que nos resucite en el último día. El pan de vida nos alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene ahora, que es una vida donde ya no cabe la muerte. Y aunque se use una terminología que nos parece inadecuada, como la carne, la «carne» representa toda la historia de Jesús, una historia de amor entregada por nosotros(as). Y es en esa historia donde Dios se ha mostrado al ser humano y les ha entregado todo lo que tiene. Por eso Jesús es el pan de vida. El pan de vida, hace vivir.

3. «Yo soy el pan vivo bajado del cielo: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Quien coma de este pan vivirá para siempre»: La invitación a comer no se refiere al acto físico de llevarse un alimento a la boca para tragarlo y digerirlo. Es otro alimento, otra forma de mirar la existencia, a los seres humanos, a las relaciones sociales, al reparto de los propios alimentos que sustentan la especie; supone aceptar sus mandatos; dar respuesta desde los comportamientos al mandato del amor fraterno.

Necesitamos otro alimento junto al que ofrece el digno salario, traducido en comida y bebida, para entender a Jesús, su mensaje y la posibilidad que nos ofrece de transformarnos en Él. Mucho hemos de reflexionar y ahondar para descubrir la conversión, transformación que produce «este pan bajado del cielo». Los alimentos ordinarios al ser ingeridos se trituran y descomponen en otras sustancias más sencillas que son absorbidas y pasan a pertenecer a la persona que nutren o sustentan.  El pan de la Palabra y de la Eucaristía, «pan vivo bajado del cielo» está destinado a cambiarnos desde dentro, a cada uno de nosotros, a convertirnos en hijos(as) de Dios y hacernos semejantes al Hijo por naturaleza. Ese pan nos brinda la ocasión de acercarnos a su identidad más profunda y dejarnos transformar por su mensaje de salvación.

4. Dejarse guiar por Dios: El evangelista Juan va ofreciendo su visión de la fe cristiana elaborando discursos y conversaciones entre Jesús y la gente, a orillas del lago de Galilea. En un determinado momento, Jesús hace una afirmación de gran importancia: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre». Y más adelante continúa: «el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí». La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios. Así de sencillo. Dios va quedando ahí como algo poco importante que es fácil arrinconar en algún lugar olvidado de nuestra vida. Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable en el fondo de las conciencias. Es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros(as). Quien escucha esa voz interior, se sentirá atraído hacia Jesús.