1. Oración Inicial: Señor Jesús, abre nuestros ojos y oídos a tu Palabra. Que leamos y escuchemos tu voz y meditemos tus enseñanzas. Envía tu Espíritu Santo y despierta nuestra inteligencia, para que tu Palabra penetre en nuestros corazones y podamos saborearla y comprenderla. Danos una gran fe en ti, para que tus palabras sean para nosotros la luz que nos guíe. Habla, Señor. Nosotros te escuchamos y deseamos poner, en práctica tu Palabra porque tus palabras son vida, gozo, justicia y paz. Amén.
2. Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de creyentes podía celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud.
b. Leer el texto. Juan 6, 51‑59. Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva para escuchar a Dios. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente. Terminar cantando: "Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o palabra que le tocó más el corazón.
2) ¿Quiénes se encuentran con Jesús? ¿De qué está hablando Jesús?
4) ¿Qué dice Jesús? ¿Cómo se presenta?
5) Según el texto, ¿qué es necesario para tener la vida eterna?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativos para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
b. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mi y yo en él (Jn 6,56). ¿De qué manera en nuestra vida diaria Cristo permanece con nosotros y nosotros con Él?
c. ¿Cómo nos ayude nuestra participación en la misa a comprometer nuestra vida al servicio de la gente y del Reino de Dios?
d. ¿Qué es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
4. Oración: Que le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Hacemos nuestra oración comunitaria, oraciones dirigidas directamente al Señor. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. (peticiones, alabar, dar gracias a Dios, pedir perdón ... )
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Jesús es el alimento de nuestra vida. Ofrece al Señor un compromiso concreto para que nuestra vida sea una prolongación de la misa. Llevamos una *palabra". Esa palabra o versículo nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente esta palabra o versículo se hará presente durante el día (semana) mientras participamos en nuestros quehaceres diarios. Trata de buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversar con el Señor.
6. Oración final: Jesús, pan verdadero, alimento para la vida, muéstranos el camino que nos lleve a vivir siguiendo tu ejemplo. Tú eres el pan de cada día, el sostén de nuestra vida. Acércanos, Señor, necesitamos tu fuerza para seguir adelante. Pan de vida para toda la humanidad, enséñanos a ser pan para la gente que nos rodean. Enséñanos a compartir y ser solidarios, como Tú, que entregas tu vida para que vivamos mejor. Amén.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. El evangelio de Juan lleva a su punto culminante del discurso del pan de vida, porque aparecen con un realismo indiscutible los elementos sacramentales de la eucaristía. Es, probablemente el texto más explícito sobre este sacramento que se practicaba en la comunidad, por el que probablemente eran criticados los cristianos. Juan no nos describe la institución de la eucaristía en la última cena; por ello, los especialistas han visto aquí el momento elegido por el evangelista para poner de manifiesto sus ideas teológicas sobre este sacramento que hace a la comunidad. En este momento se usa el verbo comer que tiene un verdadero sentido sacramental, ya que comer “la carne" y beber "la sangre" no pueden hacerlo los humanos (Lv 17,10) más que en sentido simbólico‑sacramental.
2. Nos encontramos ante la radicalización del discurso de Cafarnaún: la carne, en este caso es lo mismo que el cuerpo, y el cuerpo representa a la persona y la historia misma de Jesús que se ha sacrificado y entregado por “el mundo”. El autor nos pone frente al sacrificio redentor de la cruz, sin mencionarlo directamente, más que por medio de “dar” o “entregar". El sentido del “comer" al Hijo del hombre es una expresión que apunta a poseer su vida, su palabra, sus opciones, sus sentimientos filiales. Este es el desarrollo lógico y teológico de todo lo anterior. aunque bien ha podido ser añadido en un segundo momento de la reflexión de este evangelio, que no se ha compuesto de una sola vez.
3. Es una comunión con su vida, esa vida que entrega por la humanidad y que en la eucaristía vuelve a entregar como el resucitado. Si el Hijo vive por el Padre que le entrega su vida, nosotros vivimos por Jesús que nos entrega la que ha recibido. Es todo, pues, un misterio de donación el que acontece en la realización de la eucaristía. De ahí que sea el sacramento que nos va resucitando día a día, para que la muerte no sea nuestro destino, sino que nuestra meta es tener la vida que Jesús posee ahora como Señor de la muerte. Ahí reside la sabiduría del misterio de la eucaristía en la comunidad: ser una donación sin medida. En Juan este discurso está en sinfonía con el mismo misterio de la Encarnación. Es posible que muchas expresiones muestran un “realismo” exagerado para explicar lo que siendo real, se lleva a cabo de forma sacramental. Porque es real la donación de la vida.
4. El evangelista insiste en presentar la carne y la sangre como verdadera comida y bebida. De este modo salió al paso de otra concepción errónea dentro del cristianismo primitivo: la corriente o tendencia gnóstico. Frente a una concepción que consideraría la eucaristía, a lo sumo, como mero símbolo, el texto subraya que se trata de una verdadera comida, de una comida real, en la que se participa de la carne y de la sangre de Cristo. Los efectos de la eucaristía se expresan mediante la fórmula de la permanencia mutua: el que come... permanece en mi y yo en él. Esta permanencia designa la vida cristiana como tal: el discipulado cristiano se define por la permanencia en la unión con Cristo (Jn 15,4‑7).
5. Juan desarrolla el lema de la “incomprensión” para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían entender como una comunidad de creyentes podían celebrar con gozo y entusiasmo la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, lo que en realidad no entendían era el misterio pascual. Jesús había resucitado, superando el cerco de una muerte violenta e injusta, y ahora vivía en medio de sus seguidores. Él se había convertido en principio de vida para aquellos que yacían inermes bajo la opresión de una religión agobiada por un sinnúmero de preceptos o por una religión que adoraba al déspota de turno.
Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.
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