Juan 6, 60‑69
1. Oración Inicial: Señor Jesús, aquí están nuestros oídos, nuestros corazones, nuestra memoria, nuestra inteligencia. Aquí estamos ante ti. Haznos oyentes fieles, sinceros, fuertes. Haznos permanecer, Señor, con los oídos del corazón, fijos en tus labios, en tu voz, en cada una de tus palabras, para que ninguna caiga en el vacío. Te rogamos que envíes tu Espíritu Santo, que sea como agua viva que riega todo nuestro campo para que dé fruto, el 30, el 60 o el 100 por uno. Señor, haz que vayamos hacia ti, porque, tú lo sabes... ¿dónde podríamos ir, hacia quién, aquí en esta tierra, sino hacia ti? Amén.
2. Lectura: '¿Qué dice el texto?
a. Introducción: La incredulidad de la gente, de los judíos y de muchos discípulos, provoca la confesión de la verdadera fe en Jesús. La Iglesia primitiva, simbolizada por los doce y representada por Pedro, reconoce que Jesús es el Santo de Dios y que sólo él posee palabras de vida eterna. Se pone así de manifiesto la necesidad de la fe en Jesús para comprender su enseñanza. Esta fe es un don que el Padre concede.
b. Leer el texto: Juan 6, 60‑69: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva para escuchar a Dios. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios
impregne el corazón y la mente. Terminar cantando: "Tu Palabra me Da Vida".
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o palabra que más te tocó el corazón.
2) Recordar el diálogo cuando Jesús habló del pan de vida: ¿Cómo reaccionan algunos de los discípulos antes sus enseñanzas? ¿Qué dicen?
3) ¿Cuál es la respuesta de Jesús?
4) ¿Qué hicieron muchos de los discípulos después de escuchar las palabras de Jesús?
5) ¿Qué le plantea luego a los Doce apóstoles? ¿Qué responde Pedro?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a. Creer en Jesús y seguirlo no es fácil, ¿Qué te exige en tu vida creer y seguirlo a Él?
b. "Esta palabra es dura: ¿quién la puede escuchar?". ¿Es, de verdad, la palabra del Señor dura o, es duro mí corazón que no quiere escuchar?
e. ¿Existen personas que ya se «echaron para atrás» para seguir su propio camino? Explicar.
d. Nuestra fe, ¿es una que nos hace descubrir a Dios no sólo en el cielo sino en la tierra, en la historia, en la vida de las personas? ¿Encuentro realmente a Dios en la vida diaria?
e. ¿Qué es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Hacemos nuestra oración comunitaria; oraciones dirigidas directamente al Señor. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. (Peticiones, Alabanzas, Acción de gracias a Dios, Súplicas de perdón...) En el silencio del corazón te repito infinitas veces: O, Señor. ¿A quién iré? Tú tienes palabras de vida eterna.
S. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometemos con la transformación de la realidad: Compromiso: Creer en Jesús es aceptar su camino de vida. Piensa en la semana: ¿cómo mostrar con tu vida que crees en Jesús? Llevamos una “palabra”. Esa “palabra” o versículo nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente esta “palabra" o versículo se hará presente durante el día (semana) mientras participamos en nuestros quehaceres diarios. Trata de busca un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversar con el Señor.
6. Oración final: Señor, tú tienes palabras de vida. Enséñanos a seguirte. Haz crecer en nosotros la semilla de la fe, la confianza y la entrega. Queremos servir a tu Reino, porque Tú eres el Señor de la Vida. Señor , tus palabras nos dan vida y nos llegan al corazón. Creer en ti y vivir como enseñas a veces nos pone en crisis. Por esto, danos fuerzas para seguirte y decir como Pedro, « ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna». Amén.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad de hoy. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentamos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil vía del pueblo de Dios en la historia.
Ahora, muy pocos se atreven a criticar abiertamente a Jesús de Nazaret, pero esto no significa que estén de acuerdo con él. Muchas personas hace tiempo que se «echaron para atrás» y cogieron su propio camino. Solamente se contentan con llevar en su memoria el recuerdo de su bautismo y el aval de su primera comunión. Pero, para aquellos que anhelamos escuchar la voz del Maestro, no existe otra respuesta que la de Pedro ante el desafío de Jesús: « ¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna».
2. Las palabras de vida eterna. Los interlocutores de Jesús a lo largo de todo el relato: la gente (Jn 6,22), los iudíos (Jn 6,41) y los discípulos que después le abandonan, son las mismas personas con distintos nombres. Los distintos nombres designan a aquellos que se entusiasmaron con Jesús en un primer momento, considerándole como un profeta de Nazaret, hijo de José (Jn 1,45; 6,42), pero que no se decidieron a dar el paso requerido por la fe cristiana: la aceptación de Jesús como el Hijo de Dios y el compromiso de seguirlo en el camino de la cruz.
3. El texto de hoy es la última parte del capítulo sobre el pan de vida y la eucaristía. Como momento culminante, y ante las afirmaciones tan rotundas de Juan sobre Jesús y la eucaristía, la polémica está servida ante los oyentes que no aceptan que Jesús pueda dar la vida eterna. Se habla, incluso, de discípulos que, escandalizados, abandonan a Jesús. Deberíamos entender, a su vez, que abandonan la comunidad que defendía esa forma de comunicación tan íntima de la vida del Señor resucitado. Pero la eucaristía es solamente un anticipo, no es toda la realidad de lo que nos espera en la comunión con la vida de Cristo. Por ello se recurre al símil del Hijo del hombre que ha de ser glorificado, como nosotros hemos de ser resucitados.
4. La Eucaristía no se celebra desde la memoria del pasado solamente: la muerte de Jesús en la cruz. Es también un sacramento que adelanta la vida que nos espera tras la muerte. Esto es lo admirable de la misa. Jesús, pues, les pide a sus discípulos, a los que le quedan, si están dispuestos a llegar hasta el final, a estar con El siempre, más allá de esta vida. E incluso les da la oportunidad de poderse machar libremente. Las palabras de Pedro, que son una confesión de fe en toda regia, descubren la verdadera respuesta cristiana: ¿A dónde iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna!
5. Comentario:
ys. 60: Juicio por parte de algunos apóstoles de la Palabra de Señor y, por tanto, contra el mismo Jesús, que es el Verbo de Dios. Dios no es considerado como un Padre bueno, sino como un patrono duro (Mt 25, 24), con el cual no es posible dialogar.
vs. 61‑65: Jesús desenmascara la incredulidad y la dureza de corazón de sus discípulos y revela sus misterios de salvación: su Ascensión al cielo, la venida del Espíritu Santo, nuestra participación en la vida divina. Estos misterios solamente pueden ser comprendidos a través de la sabiduría de un corazón dócil, capaz de escuchar, y no con la inteligencia de la carne.
vs. 66: Primera gran traición por parte de muchos discípulos que no han sabido aprender la gran ciencia de Jesús. En vez de volver la mirada al Maestro, le vuelven la espalda; interrumpen de este modo la comunión y no van ya más con Él.
vs. 67‑69: Jesús habla con los Doce, sus más íntimos, y los coloca ante la elección definitiva, absoluta: permanecer con Él o marcharse. Pedro responde por todos y proclama la fe de la Iglesia en Jesús como Hijo de Dios y en su Palabra, que es la verdadera fuente de la Vida.
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