5 ago 2012

19º Domingo del Tiempo Ordinario

  Juan 6,41-51

 1. Oración Inicial: Espíritu Santo de la Verdad, acude en nuestra ayuda y revélanos el sentido de las Escrituras. Te lo pedimos a ti con confianza, porque tú las inspiraste y tú las conservas. Tú, que eres Espíritu de Vida, haz que el texto bíblico se convierta en Palabra viva y liberadora, que produzca en nosotros(as) el seguimiento de Jesús para la extensión del Reino de Dios. AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 2.  Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Jesús se ha identificado él mismo como el pan de vida (v.35) que ha bajado del cielo para hacer la voluntad de quien lo ha enviado (v.38). La voluntad de quien lo ha enviado, el Padre, es que no se pierda ninguno de los que él le ha dado (v.39) y que todo que lo vea, crea en él y así, tenga vida eterna (v.40). Esto despierta la murmuración de parte de su auditorio. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Juan 6,41-51: Leemos este texto de Juan con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.

c.  Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d.   ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.

     2)    ¿Por qué los judíos murmuraban de Jesús?

3)    ¿Qué decían de él y en qué le cuestionaban?

4)    ¿Quiénes son los que vienen a Jesús y que les promete?

5)    ¿Cuál es diferencia entre el pan que comieron en el desierto y pan que ofrece Jesús?

6)    ¿Quién es el «pan vivo bajado del cielo» y qué recibe la persona que lo coma?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

Murmuraban de Jesús: ¿Cuántas voces existen hoy de murmuración cuando se trata de Dios?
  1. La actitud de murmurar no permite el escuchar y por lo tanto no permite aprender. Comentar.
  2. ¿Vivimos hambriento(as) de Jesús, pan de vida eterna? ¿O quedamos a veces con “alimentos” o “cosas materiales” que no sacian?
  3. «El que coma de este pan, vivirá para siempre»: ¿Qué importancia tiene en nuestra vida alimentarnos de la Palabra de Dios y del Pan repartido en la Eucaristía?
  4. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida? 
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «El que coma de este pan vivirá eternamente».

5. Contemplar a Dios, volver la mirada al mundo y comprometerse con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Jesús es el alimento de nuestra vida. Ofrece al Señor un compromiso concreto para alimentarte periódicamente de su Palabra y de la Eucaristía. Llevamos una "palabra". No significa una palabra sola; puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta en todo momento y buscando un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración cotidiano donde volver a conversarla con el Señor.

 6. Oración final: Danos Señor, el pan de vida que alimenta nuestra fe para vivir como discípulos(as) y construir el Reino. Danos el pan de vida que es tu Palabra, agua viva que nos nutre y nos fecunda desde adentro. Danos el pan de vida de tus opciones, que nos ayudan a pensar hoy en nuestros caminos para seguirte. Danos el pan de vida del Espíritu que te animaba, para aprender a ser dóciles a la voluntad del Padre. AMÉN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más


1. Cuando el evangelio de Juan fue escrito, los cristianos ya habían sido expulsados de la sinagoga. Había un áspero enfrentamiento entre los sectores mayoritarios judíos de la diáspora y los cristianos provenientes del paganismo y del judaísmo. Paganos y judíos ridiculizaban las expresiones de fe cristiana, como la eucaristía. Para los paganos, romanos y griegos, la comunidad cristiana era vista como un grupo de pretenciosos que querían anunciar como buena noticia la muerte de un carpintero anónimo y pobre. Para ellos, las buenas noticias venían sólo del emperador y las autoridades que alegraban a sus súbditos con alguna regalía. Para los judíos, Jesús era sólo un profeta insignificante, hijo de un artesano y oriundo de un caserío miserable. Para ninguno de los dos grupos Jesús podía ser «el pan bajado del cielo». Las comunidades cristianas debieron desde el comienzo pararse muy bien para defender con energía y convicción el significado de Jesús para la historia de la humanidad. La salvación no sólo provenía de los judíos, sino que venía de la gente pobre de Galilea que había descubierto en Jesús a su redentor. Jesús es pan bajado del cielo porque es capaz de comunicar esa vida en plenitud que viene sólo de Dios. Jesús es el camino hacia una humanidad fraterna, donde todos(as) se reconocen iguales e hijos(as) de la misma familia.

2. El texto de hoy nos introduce en un segundo momento del discurso del pan de vida. Como es lógico, Juan está discutiendo con los «judíos» que no aceptan el cristianismo, y el evangelista les propone las diferencias que existen, no solamente ideológicas, sino también prácticas. Su evangelio pone de manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José. Se murmuraban diciendo: ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma oposición que Jesús encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo aceptaron (Mc 6,1ss). Las protestas de los oyentes le dan ocasión al Jesús, no de responder directamente a las objeciones, sino de profundizar más en el significado del pan de vida (que al final se definirá como la eucaristía). Ahí aparece una de las fórmulas de Evangelio de  Juan de más densidad: «yo soy el pan de vida». Y así, el discurso se hace discurso eucarístico.

La presencia personal de Jesús en la eucaristía, pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir con El y de El, y que nos resucite en el último día. El pan de vida nos alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene ahora, que es una vida donde ya no cabe la muerte. Y aunque se use una terminología que nos parece inadecuada, como la carne, la «carne» representa toda la historia de Jesús, una historia de amor entregada por nosotros(as). Y es en esa historia donde Dios se ha mostrado al ser humano y les ha entregado todo lo que tiene. Por eso Jesús es el pan de vida. El pan de vida, hace vivir.

3. «Yo soy el pan vivo bajado del cielo: El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Quien coma de este pan vivirá para siempre»: La invitación a comer no se refiere al acto físico de llevarse un alimento a la boca para tragarlo y digerirlo. Es otro alimento, otra forma de mirar la existencia, a los seres humanos, a las relaciones sociales, al reparto de los propios alimentos que sustentan la especie; supone aceptar sus mandatos; dar respuesta desde los comportamientos al mandato del amor fraterno.

Necesitamos otro alimento junto al que ofrece el digno salario, traducido en comida y bebida, para entender a Jesús, su mensaje y la posibilidad que nos ofrece de transformarnos en Él. Mucho hemos de reflexionar y ahondar para descubrir la conversión, transformación que produce «este pan bajado del cielo». Los alimentos ordinarios al ser ingeridos se trituran y descomponen en otras sustancias más sencillas que son absorbidas y pasan a pertenecer a la persona que nutren o sustentan.  El pan de la Palabra y de la Eucaristía, «pan vivo bajado del cielo» está destinado a cambiarnos desde dentro, a cada uno de nosotros, a convertirnos en hijos(as) de Dios y hacernos semejantes al Hijo por naturaleza. Ese pan nos brinda la ocasión de acercarnos a su identidad más profunda y dejarnos transformar por su mensaje de salvación.

4. Dejarse guiar por Dios: El evangelista Juan va ofreciendo su visión de la fe cristiana elaborando discursos y conversaciones entre Jesús y la gente, a orillas del lago de Galilea. En un determinado momento, Jesús hace una afirmación de gran importancia: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre». Y más adelante continúa: «el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí». La incredulidad empieza a brotar en nosotros desde el mismo momento en que empezamos a organizar nuestra vida de espaldas a Dios. Así de sencillo. Dios va quedando ahí como algo poco importante que es fácil arrinconar en algún lugar olvidado de nuestra vida. Incluso los que nos decimos creyentes estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios. No es que Dios no hable en el fondo de las conciencias. Es que, llenos de ruido y autosuficiencia, no sabemos ya percibir su presencia callada en nosotros(as). Quien escucha esa voz interior, se sentirá atraído hacia Jesús.

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