Lucas 22,1-2.14-27
1. Oración
Inicial: Señor Jesús,
envía tu Espíritu para que Él nos ayude a leer la Biblia del mismo modo con el
cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Tu palabra nos
oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos, podamos
experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de
paz. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2. Lectura:
¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
El centro
del relato es cuando Jesús nos habla de su cuerpo y de su sangre ofrecido en
lugar de las ofrendas pascuales tradicionales. Lucas quiere mostrar que la
Eucaristía cristiana sustituyó a la Pascua judía, asumiendo el sentido que ésta
poseía y llevándolo al máximo. De esta manera la Pascua asume un significado
universal y la liberación que ella registra es una liberación total y para toda
la humanidad. Abramos
nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Lucas 22,1-2.14-27:
Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje
de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda
vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1) Cada persona
lee el versículo o parte del texto que te impresionó más.
2) ¿En qué
contexto o situación de las autoridades se va a celebrar la Pascua?
3) ¿Qué dice
Jesús sobre el pan partido y la copa de vino entregada? ¿Qué encomendó Jesús a
sus discípulos?
4) ¿Sobre qué
discutían los discípulos después de la celebración y qué enseñanza dio Jesús?
5) Después de
la discusión sobre quién era el más importante: ¿Qué dice Jesús sobre sí mismo?
3.
Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) ¿Qué es lo
que conmemoramos en la Eucaristía?
b) "Hagan esto en memoria mía" ¿Qué
significa en la práctica para mi vida?
c) ¿Qué
consecuencias trae para mi vida diaria la participación en la Eucaristía?
d) "La verdadera devoción no consiste solamente en
buscar a Dios en el cielo o a Cristo en la Eucaristía, sino verlo y servirlo en
la persona de cada uno de nuestros hermanos". Comentar
esta frase de San Alberto Hurtado.
e) ".. .yo estoy entre ustedes como el que
sirve". ¿Cómo
vivimos en nuestras comunidades esta actitud de Jesús?
f) ¿Cuál es el
mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para
que se haga realidad?
4. Oración:
¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en
forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre
nuestra vida. «Hagan esto
en memoria mía».
5.
Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo
y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Participar
en la Eucaristía este domingo. Llevamos una "palabra".
Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y
buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver
a conversarla con el Señor.
6. Oración
final: Dios, Padre
nuestro, Tu que nos amas hasta el extremo, enséñanos a arriar a los demás con
todas nuestras fuerzas, y que nuestro amor no se quede en buenas palabras sino
que se traduzca en obras de justicia, de amor y de servicio a favor de todas
las personas. Padre Nuestro, que estás en el
cielo… AMÉN.
Para Las
Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos
seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a) Compartir
sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he
experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he
hecho esta semana para extender el Reino de Dios?
2. Contexto: La
actividad de Jesús en Jerusalén. Su progresivo enfrentamiento con la religión,
la sociedad y finalmente, su enfrentamiento con las autoridades de Jerusalén,
provocan serias consecuencias. Contemplamos la vida de Jesús en el Evangelio de
Lucas para entender la cruz y su muerte. Descubrimos que la cruz y la muerte
estuvieron en íntima conexión con su vida: su anuncio, su denuncia profética, y
su acción liberadora. Jesús no buscó la cruz ni la muerte. Todo lo contrario,
buscó el espíritu que hacía evitar la cruz para sí y para los otros. Anunció la
buena noticia del Reino de Dios a los pobres, la liberación a los oprimidos y
encarcelados, la devolución de la vida y salud a los enfermos (4,18ss). Anunció
el Reino de justicia, fraternidad, amor, paz, libertad y vida en plenitud. Reveló
el Dios del Reino: un Dios de la vida que desee la vida plena para el ser
humano. Y Jesús no sólo no buscó la cruz, sino que denunció con claridad y
valentía las cruces creadas y causadas por algunos hombres e impuestas sobre
los hombros del pueblo. Jesús denunció la injusticia, la opresión y el poder
dominante como una cruz creada por los seres humanos opuesta a la buena noticia
de su Reino. Jesús denunció todo lo que obstaculizaba o impedía la buena
noticia: la mentira, el egoísmo, el rencor, y el odio. Jesús suscitó la vida,
se empeñó en abolir la cruz del mundo con su acción que libera al ser humano.
Jesús se empeñó por esta causa, y el mundo - el reinado del mundo - se cerró a
él, le creó cruces en su camino y finalmente, lo levantó en el madero de la
cruz. Jesús combatió la cruz y al compartirla es hecho víctima. La cruz y la
muerte de Jesús fueron consecuencia de su anuncio, su denuncia profética y su
acción liberadora. Jesús va a sufrir la cruz y morir cumpliendo el proyecto de
Dios a El confiado (22,22), pero eso no quiere decir que el sufrimiento y la
muerte hagan parte de ese proyecto. Dios quiere la libertad y la vida y no el
sufrimiento y la muerte. Sufrimiento y muerte del justo y del inocente son las
consecuencias de la resistencia de una sociedad que rechaza la libertad y la
vida del pueblo, es decir, que rechaza el proyecto de Dios. Y es justamente en
medio de esta situación conflictiva cuando acontece la última cena,
3. La cena
pascual: Quizás la
tradición más antigua de este relato, donde se nota menos la reflexión
teológica de la comunidad cristiana después de pascua, la tengamos en Lc 22,16.
La frase es enigmática pero debe remontarse hasta el Jesús terreno. Esta pascua
que celebra con sus discípulos está a la espera de su cumplimiento en el
banquete escatológico. En él estará presente Jesús, lo que nos indica que su
muerte no es el fin, sino el paso a un banquete definitivo en el reino. Es la
misma perspectiva de Lc 22,18. El fruto de la vid estará también, como lo
decían las imágenes proféticas del Antiguo Testamento, en el centro de este
banquete futuro, como ahora también lo está en la comida que Jesús celebra con
sus discípulos. Pero la reflexión cristiana sobre estos textos ha llevado a
cabo una profundización teológica importante. El relato transforma la comida
tradicional judía en anuncio de la muerte de Jesús como inicio de la nueva
alianza. Lucas insiste en el alcance de la celebración. Estos gestos remiten a
su muerte en cruz que da origen a la nueva alianza, la cual sólo alcanzará su
plenitud en el reino que viene. Esta nueva alianza que nace de la sangre de la
cruz, nos lleva al relato de la antigua en la que también la sangre selló la
alianza de Dios con su pueblo (Ex 24,4-8). Pero además evoca el texto de Jr
31,31-34, en el que el profeta habla esperanzadamente de una nueva alianza
futura. Lo prometido se transforma en realidad por la muerte de Jesús. Este
relato, repetido por las comunidades cristianas, adquiere también el sello de
sus celebraciones.
4. El texto
de Lucas combina dos tradiciones: un discurso de despedida que inserta también una
catequesis sobre el servicio fraterno, y la celebración de la última cena muy
marcada por las eucaristías de las primeras comunidades. El discurso tiene su
desarrollo pleno en Jn 13-17, pero en Lucas, mucho más que en los otros
sinópticos, aparecen algunos detalles del mismo (Lc 22,14-15.24-30.35-38). Esta
despedida por parte de Jesús es, probablemente, un recuerdo histórico que han
conservado tanto Lucas como Juan, aunque su desarrollo en el cuarto evangelio
tenga muchos rasgos de la teología joánica. Parece probable que en este
momento, en que su suerte estaba echada, Jesús se dirigiera a sus discípulos
para explicarles el sentido de su vida y de la muerte que se avecina. El centro
del relato está en 22,19-20 donde Jesús nos habla de su cuerpo y de su sangre,
ofrecidos en lugar de las ofrendas pascuales tradicionales. Con sus palabras y
su acción transforma la pascua judía en la nueva pascua fundada en la entrega
de su vida y prefigura la comida mesiánica en el tiempo de la salvación
definitiva. Su muerte es, además, descrita como la del Siervo de Yahvé de
Isaías (Is 52,13-53,12). El relato termina con la revelación de la traición de
Judas. En Marcos y Mateo estas palabras de Jesús se pronuncian antes de la cena
pascual. Lucas las pospone, acentuando así su carácter exhortativo para los
cristianos de todos los tiempos. Frente a la donación total que Jesús hace de
su vida, se contrapone la infidelidad de uno de los Doce. Es un recuerdo que
resuena en nuestros oídos como advertencia: todo participante en la eucaristía
puede transformarse en un nuevo Judas si no comprende la vida como donación y
entrega al servicio del evangelio y del mundo (22,24-30).
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