Mateo 28,16-20
1. Oración Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu
Santo para que nos ayude a leer la Biblia como Tú la has leído a los discípulos
en el camino de Emaús. Tu palabra nos oriente a fin de que podamos experimentar
la fuerza de tu resurrección y testimoniar que Tú estás vivo en medio de
nuestra historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. AMÉN.
Cantar «Espíritu
Santo Ven, Ven».
2.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
En el pasaje que vamos a meditar hoy los discípulos se encuentran en Galilea
con Jesús Resucitado. Él los acoge y les encomienda una nueva misión: anunciar
a todos los pueblos la Buena Noticia. Aunque esta nueva tarea les sobrepasa,
Jesús espera que la experiencia vivida les sirva para no confiar en sus propias
fuerzas, sino en él, que les acompañará en todo momento. Abramos nuestros
corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Mateo 28,16-20: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra
me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1)
Cada persona lee el versículo o
parte del texto que te impresionó más.
2)
¿Cómo reaccionaron los discípulos
con la aparición de Jesús?
3)
¿Qué les dice Jesús acerca de si
mismo?
4)
¿Cuál es la misión que Jesús confía
a los discípulos?
5)
¿Cuál es la gran promesa de Jesús?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el
texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) Los discípulos y discípulas debemos
comunicar la Buena Noticia del evangelio a todas las personas para que sean
discípulos(as) de Jesús. ¿Cómo hemos respondido a esta misión que el Señor nos
ha encomendado?
b) ¿Nuestra comunidad es misionera o
tiende a cerrarse en sí misma? ¿Podemos llamarnos discípulos(as) de Jesús sin
ser misioneros(as)? ¿Qué nos falta para ser misioneros?
c) ¿De qué manera la gran promesa de
Jesús es una fuente de esperanza, fuerza y coraje para cumplir nuestra misión?
d) ¿Sentimos a veces que la misión que Jesús nos entrega supera
nuestras fuerzas? ¿De qué manera el texto de hoy nos da ánimo?
e)
¿Cuál es el mensaje del texto para
nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios
después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Yo estoy
con ustedes hasta el fin de los tiempos».
5. Contemplar el rostro de Dios
encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino
de Dios y su justicia: Compromiso:
¿Qué gestos puedes hacer esta semana para anunciar a Jesús en los ambientes
donde tu vives? Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo
o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día
para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el
Señor.
6. Oración final: Señor, tú nos envías a continuar tu
misión comunicando tu Evangelio a toda la humanidad. Confías en nosotros(as)
para hacer de todos los pueblos discípulos(as) y seguidores de tus enseñanzas.
Espíritu de Jesús, fecunda nuestra comunidad para que sea misionera, testimonio
vivo del Evangelio y artesana de tu Reino, vivido hoy, en nuestros días. Padre
Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran
Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta
al iniciar cada encuentro:
a) Compartir sobre lo que le pasó a la
gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo
que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho esta semana para
extender el Reino de Dios?
2. ¿Qué significa que Cristo subió a
los cielos?: El cielo no
es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si
vivimos en el amor y en la gracia de Dios. El cielo de las estrellas y de los
viajes espaciales de los astronautas y el cielo de nuestra fe no son idénticos.
Por eso cuando rezamos el Credo decimos que Cristo subió a los cielos, no
queremos decir que El emprendiera un viaje al espacio. En el cielo de la fe no
existe el tiempo, la dirección, la distancia ni el espacio. El cielo de la fe
es Dios mismo de quien las Escrituras dicen: "Habita en una luz
inaccesible" (1 Tim 6,16). Del mismo modo, la subida de Cristo al cielo no
es igual a la subida de nuestros cohetes. La subida de Cristo al cielo es un
pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la
inminencia a la trascendencia, de la oscuridad del mundo a la luz divina. Con
su ascensión al cielo Cristo fue por consiguiente entronizado en la esfera
divina; penetró en un mundo que escapa a nuestras posibilidades. Nadie sube
hasta allí si no ha sido elevado por Dios (Lc 24,51; Hch 1,9). El vive ahora
con Dios, en la absoluta perfección, presencia, amor, gloria, luz, felicidad,
una vez alcanzada la meta que toda la creación está llamada a lograr.
3. "… yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del
mundo" (28,20b):
Cuando Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto, recibió de Dios una
certeza, la única certeza que ofrece una total garantía: "Ve, Yo estaré contigo" (Ex 3,12). Y esta misma certeza
les fue dada a los profetas y a otras personas enviadas por Dios para
desarrollar una misión importante en el proyecto de Dios (Jer 1,8; Jue6,16).
María recibió la misma certeza cuando el ángel le dijo: "El Señor está contigo" (Lc 1,28). Jesús, en persona, es
la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es Emmanuel, Dios con
nosotros(as) (Mt 1,23). Él estará con sus discípulos(as) hasta el final de los
tiempos. Aquí se manifiesta la autoridad de Jesús. Él controla el tiempo y la
historia. Él es el primero y el último (Ap 1,17). Antes del primero no existía
nada y después del último no vendrá nada. Esta certeza es un apoyo para las
personas, alimenta su fe, sostiene la esperanza y genera amor y donación de sí
mismos.
4. ¿A quiénes se dirige la Misión?: Después de su manifestación, Jesús
confía a sus discípulos(as) una misión (Mt 28,19-20). Si comparamos este envío
misionero con el de Mt 10,5-15, comprobaremos que se ha dado una transformación
muy importante. Allí el anuncio del Evangelio debía hacerse sólo a Israel; aquí
sin embargo, se dirige a todos los pueblos. En la perspectiva de Mateo, entre
ambos envíos ha sucedido un acontecimiento muy importante: Israel ha rechazado
a Jesús (puedes verlo en Mt 21,43), por eso el Reino ha sido entregado a un
nuevo pueblo cuya misión consistirá en hacer discípulos(as) de Jesús a toda la
humanidad. No es casual que el evangelio termine con un envío misionero. La
Iglesia de Jesús es esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del
Señor resucitado: "Pónganse en camino", la invitan a salir constantemente
de sí misma, y de sus problemas y preocupaciones domésticas, para abrirse a un
nuevo horizonte: el de todas las personas que no conocen el gozo de sentirse
pueblo de Dios y hermanos y hermanas entre sí.
5. Fuerza Misionera: Al final del primer siglo después
de Cristo, las dificultades y las persecuciones probablemente llevaron a las
comunidades cristianas a perder algo de su fuerza misionera y a cerrarse en sí
mismas, como si fueran las únicas que defendían los valores del Reino. Pero el
Evangelio de Mateo, fiel a una larga tradición de apertura hacia todos los
pueblos, les hizo saber que las comunidades no pueden cerrarse en sí mismas. No
pueden pretender para ellas el monopolio de la acción de Dios en el mundo. Dios
no es propiedad de las comunidades, sino que las comunidades son propiedad de
Yahvé (Ex 19,5). En medio de la humanidad que lucha y resiste contra la
opresión, las comunidades deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33). Deben
hacer que resuene en el mundo entero, entre todas las naciones, la Buena
Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios está presente en medio de nosotros(as)!
Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se empeña en liberar a todas las personas
que gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su misión.
6. La última página del Evangelio de
Mateo presenta una invitación. En este
último encuentro, Cristo da a los discípulos y discípulas la misión de llevar
la Buena Noticia de la resurrección a todas las naciones del mundo. La pequeña
comunidad debe ser luz de las naciones. Debe realizar su misión junto a los
pequeños y que otras personas se conviertan también en discípulas de Jesús. El
lector que ha llegado hasta el final de este evangelio está invitado a
continuar, prolongando la palabra y la acción de Jesús. De este modo Jesús
continúa presente y actuante en medio de la historia humana. Y los Evangelios
han sido escritos exactamente para eso: producir la conversión y el compromiso
con Jesús y su proyecto. Entonces la invitación se transforma en una orden que
lleva a la misión. Podríamos decir que la última línea de los Evangelios está
siempre en blanco. ¿Qué hacer con ella? Escribir allí nuestro nombre, para
sellar un término de compromiso: yo, fulano de tal, acepto el compromiso con
Jesús y con su causa. Voy a continuar el anuncio y la práctica de la justicia
que El comenzó.