GUION Juan 20,19-23
1. Oración Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu
santo. Que tu palabra nos oriente a fin de que
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar al
pueblo que Tú estás vivo en medio de nosotros(as) como fuente de fraternidad,
de justicia y de paz. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
El Señor resucitado cumple la promesa de volver con sus discípulos (Jn 14,18;
16,16) y de enviarles el Espíritu (14,26). La situación de los discípulos,
encerrados por miedo a los judíos, refleja la actitud de la comunidad de Juan,
que temerosa ante un mundo hostil, vive la tentación de refugiarse en la pieza,
en su propio círculo. Jesús, sin embargo los envía al mundo para que sean testigos
suyos y del Padre. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Juan 20,19-23: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que te
impresionó más.
2) ¿En qué situación humana se encontraban los
discípulos? ¿Qué les dice Jesús?
3) ¿Cómo reaccionaron los discípulos al ver y escuchar al
Jesús Resucitado?
4) A continuación, ¿Qué les dice Jesús
y qué gesto realiza? ¿Cuáles son las palabras que acompañan ese gesto?
5) ¿Cuáles son las características de la misión que los discípulos reciben de
parte de Jesús?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el
texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) ¡Jesús insiste en la paz y lo repite muchas veces! Hoy
lo que más falta a la humanidad es la paz: rehacer los pedazos de la vida
desintegrados, reconstruir las relaciones humanas, rotas a causa de las
injusticias que se cometen y por tantos otros motivos: ¿Qué pasos podemos dar
para ayudar a reconstruir la paz y las relaciones quebrantadas entre las
personas?
b) A veces nos resulta más seguro y cómodo quedarnos
instalados dónde estamos, sin embargo Jesús nos dice, “...los envío a ustedes”
y nos da la fuerza de
su Espíritu Santo: ¿Qué debemos hacer entonces para
ser una comunidad misionera?
c)
Una comunidad sin perdón
y sin reconciliación, no es una comunidad cristiana. ¿Qué nos falta al
respecto? ¿Cómo ser signos de
reconciliación en nuestra familia, nuestro barrio, nuestra sociedad?
d) ¿Qué significado tiene saber que contamos con la
fuerza del Espíritu Santo para la misión?
e) ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y
qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios
después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Como el Padre me envío a
mí, así los envío yo también.»
5. Contemplar el rostro de Dios
encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino
de Dios y su justicia: Compromiso:
¿Qué pasos me comprometo a dar esta semana para
ayudar a reconstruir la paz y las relaciones rotas entre las personas? Llevamos
una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto.
Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y
tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Señor
Jesús, te damos gracias por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu Santo ilumine nuestras acciones y nos comunique
la fuerza para seguir lo que tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros(as)
como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica
la Palabra. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran
Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta
al iniciar cada encuentro:
a)
Compartir
sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo
que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)
¿Qué he
hecho esta semana para extender el Reino de Dios?
2. Apariciones
a los discípulos(as). El presente
relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús. He aquí la
dialéctica entre promesa y cumplimiento. Jesús había dicho: volveré a estar con
ustedes (14,18); el evangelista constata: se presentó en medio de ellos
(20,19). Jesús había prometido: dentro de poco volverán a verme (16,16ss); el
evangelista afirma: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor
(20.20). Jesús anunció: los enviaré el Espíritu (14,26; 15,26; 16,7ss), y
tendrán paz (16,33); el evangelista recoge las palabras de Jesús: la paz con
ustedes... y reciban el Espíritu Santo (20,21ss). Jesús afirmó: voy al Padre (14,12)
y el evangelista se encarga de recoger otras palabras de Jesús que significan
dar cumplimiento de lo que había prometido: voy a mi Padre, que es también su
Padre (20,17).
3. Shalom: la construcción de la paz: En el evangelio de
Juan, el primer encuentro entre Jesús resucitado y sus discípulos está marcado
por el saludo: «La paz esté con ustedes». La paz que Jesús nos da es diversa de la
Pax Romana, construida por el Imperio Romano (14,27). Paz en la Biblia (shalom)
es una palabra rica de un profundo significado. Significa integridad de las
personas delante de Dios y de los(as) demás. Significa también vida plena,
feliz, abundante (10,10). La paz es señal de presencia de Dios, porque nuestro
Dios es un Dios de paz. «Que la Paz de Dios está con ustedes». (Rm 15,33). Por esto, la propuesta de paz de Dios produce reacciones
violentas. Como dice el salmo: «Desde mucho tiempo vivo con los que odian la paz. Estoy a favor de la paz,
pero cuando yo digo “¡Paz!” ellos gritan “¡Guerra!”» (Sl 121,6-7) La paz que Jesús nos da es
señal de «espada» (Mt 10,34). Supone persecuciones para las comunidades. Y el mismo Jesús
nos anuncia tribulaciones. (Jn 16,33) Es necesario tener confianza, luchar,
obrar, perseverar en el Espíritu de modo que un día triunfe la paz de Dios (Sl
85,11) Y entonces, el Reino de Dios será justicia, paz y alegría y estos serán
los frutos del Espíritu Santo (Rom 14,17) y «Dios será todo en todos» (1Cor 15,28).
4. El envío: «Como mi Padre me envió,
así yo los envío» (20,21): De este Jesús crucificado
y resucitado nosotros(as) recibimos la misión, la misma que Él recibió del
Padre. Y también para nosotros(as) Él repite: «La paz esté con ustedes». La repetición recalca la importancia de
la paz. Construir la paz forma parte de la misión. La Paz que Jesús nos deja
significa mucho más que ausencia de guerra. Significa construir un conjunto
humano armonioso, en el que las personas puedan ser ellas mismas, con todo lo
necesario para vivir, y donde puedan vivir felices y en justicia y paz. En una
palabra, quiere decir construir una comunidad según la comunidad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Jesús comunica el don del Espíritu (20,22): Jesús sopló y dijo: «Reciban el Espíritu Santo». Y es por tanto con la ayuda del Espíritu
Santo con la que podemos realizar la misión que él nos confía. En el evangelio
de Juan, la resurrección (Pascua) y la
efusión del Espíritu Santo (Pentecostés) son una misma cosa. Todo
sucede en mismo momento.
5. La acción del Espíritu Santo en
el evangelio de Juan: La lengua hebraica usa la misma palabra para decir viento y espíritu.
El viento tiene en sí una meta, una dirección: viento del Norte, viento del
Sur. Así también el Espíritu de Dios (el viento de Dios) tiene en sí una meta,
un proyecto que se manifiesta de muchos modos en las obras que el Espíritu de
Dios cumple en la creación, en la historia y sobre todo en Jesús. La gran
Promesa del Espíritu está presente en los profetas: la vista de los huesos
secos que se revisten de vida, gracias a la fuerza del Espíritu de Dios (Ez
37,1-14); la efusión del Espíritu de Dios sobre todas las gentes (Jl 3,1-5); la
visión del Mesías Siervo que será ungido por el Espíritu para restablecer el
derecho sobre la tierra y para anunciar la buena noticia a los pobres (Is
11,1-9; 42,1; 44,1-3; 61,1-3). Los profetas entrevén un futuro en el cual el
pueblo de Dios renace gracias a la efusión del Espíritu (Ez 36,26-27; Sl 51,12;
cf. Is 32,15-20). En el evangelio de Juan estas profecías se cumplen en Jesús.
Como sucede en la creación (Gen 1,1), así el Espíritu aparece y desciende sobre
Jesús «bajo forma de una paloma
venida del cielo» (1,32). ¡Es el comienzo de la nueva creación! Jesús pronuncia las palabras
de Dios y nos comunica el Espíritu, con abundancia (3,34). Sus palabras son
Espíritu y vida (6,63). Cuando Jesús se despide, dice que enviará otro
consolador, otro defensor que estará con nosotros(as). Es el Espíritu Santo
(14,16-17). Por su pasión, muerte y resurrección, Jesús conquista para
nosotros(as) el don del Espíritu. Cuando aparece a los Apóstoles sopló sobre
ellos y dijo: «Reciban el Espíritu Santo» (20,22) El primer efecto
de la acción del Espíritu Santo en nosotros es la reconciliación: «A quienes le perdonan los pecados les
quedan perdonados y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (20,23). Mediante el bautismo todos(as)
recibimos este mismo Espíritu de Jesús (1,33). El Espíritu es como el agua que
brota de lo íntimo de las personas que creen en Jesús (7,37-39; 4,14). El
Espíritu se nos da para poder recordar y entender el pleno significado de las
palabras de Jesús (14,26; 16,12-13). Animados por el Espíritu de Jesús podemos
adorar a Dios en cualquier lugar (4,23-24). Aquí se vive la libertad del
Espíritu. «Donde está el Espíritu
del Señor, hay libertad», confirma San Pablo (2 Cor 3,17).
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