Juan 3,14-21
1. Oración Inicial: Espíritu
de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre
nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Haz que aprendamos como Ella
a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la
vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra
perseverancia. AMÉN. Cantar «Espíritu Santo Ven, Ven».
2.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
Al escuchar este evangelio podemos acabar de una vez por todas con esas
imágenes del Dios juez exigente y minucioso que rastrea nuestro comportamiento
buscando motivos que justifiquen nuestra condena. Jesús nos dice que Dios no es
de esa manera. Dios no quiere nuestra condenación, quiere nuestra salvación.
Dios no quiere la muerte del mundo, quiere su vida. Dios no quiere perder
ninguna de sus criaturas, y entre ellas nos encontramos tú y yo. Dios no quiere
perdernos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Juan 3,14-21: Hacer una
lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que
el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra
me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1)
Cada persona lee el versículo o
parte del texto que te impresionó más.
2)
¿En qué se demuestra el amor que
Dios nos tiene?
3)
¿Para qué Dios envió a su Hijo al
mundo?
4)
¿En qué consiste el juicio de Dios?
5)
¿Quién es esa luz que vino al mundo?
6)
¿Por qué algunos odian y no se
acercan a la luz?
7)
Por el contrario, ¿Por qué otros(as)
se acercan a la luz?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el
texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a)
¿Qué representa la luz en nuestras
vidas cotidianas? ¿Cómo sentimos cuando no hay luz?
b) ¿Qué significa hoy buscar la luz de
Jesús? ¿Qué nos muestra esa luz?
c)
“Prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas…” : En la respuesta que damos a la
vida estamos movidos también, tal vez inconscientemente, por nuestro deseo de
luz o nuestro de oscuridad, para que su maldad no sea descubierta. Comentar.
d) Dios mandó a su Hijo para que el
mundo se salve por Él; no lo envió para condenar, sino para que el mundo se
salve por él. Pero de hecho muchas veces el cristiano se siente más juzgado que
salvado, y siente la moral como un deber exterior e impuesto, como una carga
más que como una ayuda. ¿A qué se debe? Si el Evangelio es Buena Noticia y Dios
es pura voluntad de salvación, ¿qué es lo que puede estar fallando?
e) ¿Cuál es el mensaje del texto para
nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios
después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Señor,
ayúdanos a ser generosos para entregar nuestros dones al servicio de la gente».
5. Contemplar el rostro de Dios
encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino
de Dios y su justicia: Compromiso:
¿Qué actitudes poner practicar para vivir “en
la verdad y en la luz”? Llevamos
una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto.
Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y
tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Danos tu luz, Señor, para caminar
en tus pasos, para que nuestras vidas puedan ser espejo - reflejo de tu
presencia, Dios de la vida, Luz que
siempre brilla, ¡Aurora de nuestras mañanas!
Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran
Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta
al iniciar cada encuentro:
a)
Compartir
sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo
que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)
¿Qué he
hecho esta semana para extender el Reino de Dios?
2.
Comentario: Juan 3,9-21
se centra en la descripción del acontecimiento salvífico. La iniciativa procede
de Dios (3,16), se realiza por medio del Hijo, que ha venido de su parte y que
vuelve a él a través de la cruz-exaltación (3,14). El ser humano se apropia de
ella o la rechaza mediante la fe - incredulidad en el Enviado. No existe mejor
síntesis de la vida cristiana. Así es el mensaje joánico. Estamos ante el mejor
resumen de la teología de Juan. El mejor comentario del mismo nos lo ofrece
otro texto del cuarto evangelio, que habla de Jesús como el Enviado, de quien
lo ha enviado y de la fe en ambos, del juicio que se realiza en la aceptación o
rechazo de la luz (12,44-50).
La “elevación” de Jesús (3,14) es la que
constituye el reino, reinado o señorío de la vida. En la elevación a la cruz va
incluida la exaltación a la gloria. En dicha elevación, el evangelista Juan
acentúa las ideas siguientes: la victoria sobre el príncipe de este mundo
(12,31; 14,27-30); la participación del ser humano en ella mediante la fe
(12,32); la muerte en cuanto paso necesario y un aspecto parcial de la
elevación; la cruz no es el lugar de la máxima humillación, sino un aspecto de
la elevación. En este evangelio el fundamento de la teología o de la reflexión
teológica no es la cruz, sino el estar sentado a la derecha del Padre; Jesús
aparece como el vencedor de la muerte (5,26; 14,30) y el dador de la vida para
todos los que creen en él.
El juicio,
de salud o desgracia, se realiza en la actitud de aceptación o rechazo frente a
Jesús (3,18-21). En el evangelio de Juan no existe un juicio futuro, que
tendría lugar al final de los tiempos, al estilo sinóptico (Mt 25,31ss). El
juicio se realiza aquí y ahora por la actitud del ser humano ante el Revelador
(3,18). Dios envió a su Hijo al mundo para que el ser humano pueda salvarse.
Dios hizo la oferta de la vida. Oferta que sigue abierta. Debe ser aceptada en
la fe. Lo contrario equivale a la auto-exclusión de la vida. Ese es el juicio.
3. Sigamos profundizando: Los
vs. 16‑21 aportan, pues, una reflexión del evangelista y no palabras de Jesús
propiamente hablando. Esto puede causar sorpresa, pero es una de las ideas más
felices de la teología cristiana. Dios ha entregado a su Hijo al mundo. En esto
ha mostrado lo que le ama. Además, Dios lo ha enviado, no para juzgar o condenar,
sino salvar lo que estaba perdido. Si existe alguna doctrina más consoladora
que esta en el mundo podemos arrepentirnos de ser cristianos. Pero creo que no
existe. El v.18 es una fuente de reflexión. La condena de los seres humanos, el
juicio, no lo hace Dios. Lo ha dejado en nuestras manos. La cuestión está en
creer o no creer en Jesús. El juicio cristiano no es un episodio último al que
nos presentamos delante de un tribunal para que le diga si somos buenos o
malos. ¡No! Sería una equivocación ver las cosas así, como muchos las ven
apoyado en Mt 25. Los cristianos(as) experimentamos el juicio en la medida en
que respondemos a lo que Señor ha hecho por nosotros. El juicio no se deja para
el final, sino que se va haciendo en la medida en que vivimos la vida nueva, la
nueva creación a la que hemos sido convocados. Estas imágenes de la luz y las
tinieblas son muy judías pero a Juan le valen para expresar la categoría del
juicio.
El evangelio de Juan es muy
sintomático al respecto, ya que usa muchas figuras y símbolos (el agua, el
Espíritu, la carne, la luz, el nacer de nuevo, las tinieblas) para poner de manifiesto la acción salvadora
de Jesús. El diálogo es de gran altura, pero en él prevalece la afirmación de
que el amor de Dios está por encima de todo. Aquí se nos ofrece una razón
profunda de por qué Dios se ha encarnado: porque ama este mundo, nos ama a
nosotros que somos los que hacemos el mundo malo o bueno. Dios no pretende
condenarnos, sino salvarnos. Esta es una de las afirmaciones más importantes de
la teología del NT, como lo había sido de la teología profética del AT. Dios no
lleva al destierro, Dios no condena, Dios, por medio de su Hijo que los hombres
hemos “elevado” (para usar la
terminología teológica joánica del texto) a la cruz, nos salva y seguirá
salvando siempre. Incluso el juicio de la historia, como el juicio que todo el
mundo espera, lo establece esta teología joánica en aceptar este mensaje
de gracia y de amor. El juicio no está en que al final se nos declare buenos o
perversos, sino en aceptar la vida y la luz donde está: en Jesús.
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