Mateo 24,37-44
1. Oración Inicial: Una persona de la comunidad puede
hacer una invocación al Espíritu Santo orando por cada uno(a), pidiendo su luz
y su inspiración para tener apertura y docilidad a su Palabra. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
El texto de hoy está tomado del "discurso
escatológico" de Mateo. Se trata de una colección de dichos y
sentencias de Jesús referentes a su segunda venida. Jesús nos exhorta a estar
vigilantes. Nos pide estar atentos a los sucesos para descubrir en ellos la
hora de la venida del Hijo del Hombre. Es importante purificar la mirada y
aprender a leer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Y esto,
para no ser sorprendidos, porque Dios puede venir sin avisar, cuando menos lo
esperamos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Mateo 24,37-44: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2) ¿A qué
episodio del Antiguo Testamento recurre Jesús para hablar de la venida del Hijo
del Hombre? ¿En qué momento llegó el
diluvio?
3) ¿Qué
situación describe Jesús para indicar el destino que las personas recibirán
según las obras por ellos practicadas?
4) Si no sabemos el día que vendrá el Señor: ¿Qué actitud
debemos asumir?
5) ¿Qué ejemplo nos da para que estemos vigilantes y preparados para su
venida?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto
hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) ¿Cuál es nuestro modo de esperar la venida de Jesús?
¿Cómo vigilar y estar preparados?
b) ¿Qué debemos hacer para mantener una actitud de vigilancia esperando activamente la venida
gloriosa del Señor?
c) ¿Cuál es la calidad de nuestra esperanza? ¿Cómo sembrar esperanza en el
ambiente propio donde estamos
insertos? ¿Cuáles son los signos prácticos de esperanza en nuestra comunidad?
d) Hay gente
que vive en desilusión y desesperanza: ¿Qué podemos hacer para que llegue a
experimentar el gozo del evangelio?
e) ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer
en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios
después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Ayúdanos, Señor, a vivir como hermanas y hermanos».
5. Contemplar el rostro de Dios
encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino
de Dios y su justicia: Compromiso: Sembrar esperanza en las personas que más la
necesitan. Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o
una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día
para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el
Señor.
6. Oración final: Padre de bondad y de amor, tú nos
has prometido una vida llena de felicidad. Aumenta en nosotros(as) la fe y haz
que animados(as) por la esperanza de recibir lo prometido, sepamos mantenernos
siempre activos y dispuestos a trabajar contigo en el cumplimiento de tus
promesas. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran
Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta
al iniciar cada encuentro:
a) Compartir sobre lo que le pasó a la
gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo
que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho esta semana para
extender el Reino de Dios?
2. Contexto del discurso de Jesús: El Evangelio de Mateo: En el
Evangelio de Mateo hay cinco grandes discursos, como si fuesen una nueva
edición de los cinco libros de la Ley de Moisés. El texto que meditamos hoy
forma parte del quinto Discurso de esta Nueva Ley. Cada uno de los cuatro
discursos precedentes ilumina un determinado aspecto del Reino de Dios
anunciado por Jesús. El primero: La justicia del Reino es la condición para
entrar en el Reino (Mt del 5 al 7). El segundo: la misión de los ciudadanos del
Reino (Mt 10). El tercero: la presencia misteriosa del Reino en la vida de la
gente (Mt 13). El cuarto: vivir el Reino en comunidad (Mt 18). El quinto Sermón
habla de la vigilancia en vista de la venida definitiva del Reino. En este
último discurso, Mateo sigue el esquema de Marcos (Mc 13,5-37), pero añade
algunas parábolas que hablan de la necesidad de la vigilancia y del servicio,
de la solidaridad y de la fraternidad. La espera de la venida del Hijo del
Hombre: Al final del primer siglo, las comunidades vivían en la espera de la
venida inmediata de Jesús. Ellos se preguntaban: Cuando venga Jesús: ¿Seremos
levantado como Él al cielo? ¿Seremos tomados o dejados? (24, 40-41).
3. Jesús compara la venida del Hijo
del Hombre a los días del Diluvio (24, 37-39): Aquí, para aclarar su llamada a la
vigilancia, Jesús recurre a dos episodios del Antiguo Testamento: Noé y el Hijo
del Hombre. Los "días de Noé"
se refieren a la descripción del Diluvio (Gen 6,5 a 8,14). La imagen del
"Hijo del Hombre" viene de una visión del profeta Daniel (Dan 7,13).
En los días de Noé, la mayoría de las personas vivían sin preocupaciones, sin
darse cuenta que en los acontecimientos se acercaba la hora de Dios. La vida
continuaba "y no se dieron cuenta,
hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos". Y Jesús concluye: "Así será también la venida el Hijo del
hombre". En la visión de Daniel, el Hijo del Hombre vendrá de
improviso sobre las nubes del cielo y su venida decretará el fin de los
imperios opresores, que no tendrán futuro.
4. Jesús aplica la comparación a los
que escuchaban (24,40-41):
"Entonces estarán dos en el campo:
uno es tomado, el otro dejado". Estas frases no deben ser tomadas
literalmente. Es una forma para indicar el destino que las personas recibirán
según la justicia de las obras por ellos practicadas. Algunos serán tomados, o
sea, recibirán la salvación y otros no la recibirán. Así sucedió en el diluvio:
"solo tú has sido justo en esta generación (Gen 7,1). Y se salvaron Noé y
su familia.
5. Jesús aporta la conclusión (24,42): ¡Estén preparados! Es Dios
el que determina a hora de la venida del
Hijo. Pero el tiempo de Dios no se mide con nuestro reloj o calendario.
Para Dios, un día puede ser igual a mil años y mil años iguales a un día (Si
90,4; 2 Pe 3,8). El tiempo de Dios es independiente de nuestro tiempo. No
podemos interferir el tiempo de Dios, pero debemos estar preparados para el
momento en el que la hora de Dios se hace presente en nuestro tiempo. ¡Puede
ser hoy, puede ser de aquí a mil años! Dios viene cuando menos se espera. Puede
suceder que Él venga y la gente no se dé cuenta
de la hora de su llegada.
6. ¿Cuándo vendrá el fin del mundo?
Cuando la Biblia habla del "fin
del mundo", se refiere, no al fin del mundo, sino al fin de un mundo:
Se refiere al fin de este mundo, donde reina la injusticia y el poder del mal
que amargan la vida. Este mundo de injusticia tendrá fin y a su puesto vendrá "un cielo nuevo y una tierra
nueva", anunciados por Isaías (Is 65,15-17) y previsto por el
Apocalipsis (Ap 21,1). Ninguno sabe cuándo ni cómo será el fin de este mundo
(Mt 24,36), porque ninguno sabe lo que Dios tiene preparado para los que le
aman (1 Cor 2,9). El mundo nuevo de la vida sin muerte supera todo, como el
árbol supera a su simiente (1 Cor 15,35-38). Los primeros cristianos estaban
ansiosos por asistir a este fin (2 Tes 2,2). Seguían mirando al cielo,
esperando la venida de Cristo (Hch 1,11). Algunos ya no trabajaban (2 Tes
3,11). Pero, "no nos corresponde a nosotros conocer los tiempos y momentos
que el Padre tiene reservado en virtud de su poder" (Hch 1,7). El único
modo de contribuir a la venida del fin "de
modo que puedan llegar los tiempos de la consolación" (Hch 3,20), es
dar testimonio del Evangelio en todo lugar, hasta los extremos confines de la
tierra (Hch 1,8).
Revestidos
de su espíritu, estaremos en vela preparados para su venida. El Hijo del Hombre
viene y nos sorprende a la hora que menos pensamos (24,44), particularmente en
nuestro encuentro diario con los seres
humanos de los que ha hecho sus hermanos. De ahí que la exigencia de estar en
vela (vs.42) se traduce en escuchar el clamor de liberación, en secundar y
dinamizar las esperanzas profundas de nuestros pueblos. La espera del Señor no
nos saca de la historia, nos compromete con ella pues esperamos al Dios que ha
venido y está con nosotros. La esperanza es ambiciosa, pero vale la pena. Ella
nos ayudará a ver lo que hay de incoherente en nuestro comportamiento personal,
de engaño y de doblez en nuestras vidas, pero también de prometedor en los
esfuerzos por defender la vida y la justicia.