Lucas 18,9-14
1. Oración Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu
Santo para ayudarnos a comprender tu Palabra. Ilumina nuestras inteligencias y
comunícanos la fuerza necesaria para seguir lo que Tu Palabra nos va a revelar.
Haz que nosotros(as) como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar sino
también poner en práctica la Palabra. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2.
Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
El texto de hoy es la última de las parábolas propias de Lucas. Nos coloca
delante del fariseo y del publicano. Junto con la parábola del guión anterior,
de la viuda y del juez (18,1-8), forma una pequeña unidad, cuyo objetivo es el
de ayudarnos a descubrir cómo debe ser nuestro comportamiento orante ante Dios. Abramos nuestros corazones a escuchar la
Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Lucas 18,9-14: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que le
impresionó más.
2) ¿A quienes está dirigida esta parábola?
3) En el Templo: ¿Qué actitud tiene y cómo reza el
fariseo? ¿Y el publicano? ¿Qué llama más la atención en los dos?
4) ¿Cuál es la opinión de Jesús sobre los dos? ¿Quién
volvió justificado a su casa y quién no?
5) ¿Cuál es la aplicación final que Jesús hace de la
parábola?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el
texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más
significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto,
reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a) El fariseísmo consiste en sentirse justificado(a) y
puro(a), distinto(a) a los demás, a partir del cumplimiento formal de
exigencias religiosas. El fariseo es, en los evangelios, aquel que habla de una
manera y actúa de otra, un hipócrita: ¿Qué actitudes "farisaicas" conocemos: en
el mundo, en la Iglesia, en nuestro país, en nuestro ambiente? ¿Tenemos algo también de ellas? ¿Cómo
podríamos evitarlas? ¿Qué podemos hacer para comprometernos en la superación
del fariseísmo en la sociedad y en la Iglesia?
b) ¿Nos creemos a veces mejores o despreciamos a los demás? ¿Somos humildes
ante Dios y ante los(as) demás? ¿Qué nos falta?
c) ¿Qué nos enseña esta parábola sobre la oración? ¿Cómo
debe ser nuestro comportamiento orante ante Dios?
d) ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer
en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios
después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Señor,
ten compasión de nosotros, que somos pecadores».
5. Contemplar el rostro de Dios
encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino
de Dios y su justicia: Compromiso: Hacer vida la actitud de humildad y sencillez. Llevamos
una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar
de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo
de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Dios Padre Nuestro, cuyo Hijo se
encarnó en nuestro linaje humano despojándose de sus títulos de gloria y
pasando por "uno de tantos", enséñanos a caminar tras sus huellas,
poniendo nuestro corazón sinceramente en la verdadera gloria: dar nuestra vida
humildemente en el amor y el servicio del Reino de Dios. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran
Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta
al iniciar cada encuentro:
a) Compartir sobre lo que le pasó a la
gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo
que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho esta semana para extender
el Reino de Dios?
2. El fariseo y el publicano: La parábola comienza con la frase: “A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo
esta parábola". Lucas se
refiere, simultáneamente al tiempo de Jesús y a su tiempo, en el que las
comunidades de tradición antigua despreciaban a las personas que procedían del
paganismo (Hch 15,1-5). Dos hombres suben al templo a orar: un fariseo y un
publicano. En aquella época, se decía que un publicano no valía para nada y no
podía dirigirse a Dios, porque era una persona impura. En la parábola, el
fariseo agradece a Dios por ser mejor que los otros. Su oración es un elogio de
sí mismo, de sus buenas cualidades y un desprecio de los demás. El publicano no
se atrevía ni siquiera a levantar los ojos, sino que se golpeaba el pecho
diciendo: "Dios mío, ten compasión de mí, que soy un
pecador". Si Jesús hubiera preguntado a la gente,
¿quién volvió reconciliado?, todos hubieran dicho: "El
fariseo". Jesús
piensa diferente: Quien volvió reconciliado con Dios no fue el fariseo, sino el
publicano. De nuevo, Jesús pone todo al revés.
3. El problema del fariseo es lo que
no dice. No cuenta
nada sobre sus pecados. Solamente tiene en cuenta sus méritos. Peor aún, se
compara con el pecador, afirmando que Dios lo escucha a él y no al pecador. El
fariseo no tiene cómo ser perdonado, pues, ¡ni siquiera ha tomado conciencia de
sus pecados! El cobrador de impuestos, al contrario, tiene ojos para ver sus
pecados. Su única petición es de misericordia, es decir, pedir perdón. La parábola pone en escena los dos extremos
de la sociedad judía: el fariseo, que se juzga justo y perfecto, y el cobrador
de impuestos, que era considerado marginal por su propio oficio de recaudar
impuestos para el Imperio romano opresor. Hay en Lucas, por tanto, una llamada
a la humildad dirigida a aquellos que están seguros de ser justos por sus obras
y que hacen además alarde de su «justicia» frente a los que parecen estar fuera
de la ley (15,7; 16,15).
4. Creerse justo(a): En los evangelios los fariseos no
son sólo personajes históricos que Jesús tuvo que confrontar. El fariseísmo es
presentado también como la tentación permanente del cristiano. El Señor hace
ver, en esta parábola por ejemplo, que la condición de discípulos(as) no debe
llevar a la soberbia y al desprecio de los demás. El fariseo es, en los
evangelios, aquel que habla de una manera y actúa de otra, un hipócrita. Esa
incoherencia está presente en el comportamiento de muchos cristianos y es una
peligrosa posibilidad para los que pertenecemos a la Iglesia. Lo que el Señor
quiere de su Iglesia es una actitud humilde y servidora, que no tema
reconocerse pecadora y que viva como una gracia el amor y el perdón de Dios
(vs.13). La parábola es un enérgico llamado de atención al orgullo del
creyente, para su sorpresa aquellos que él desprecia, los publícanos eran
considerados pecadores públicos por los judíos bien pensantes, son vistos con
simpatía por Dios (vs.14). Nadie escapa a este tirón de orejas.
5. La vida de oración de Jesús: Lucas es el evangelista que nos
dice más cosas sobre la vida de oración de Jesús. Nos presenta a Jesús en
constante oración. Jesús oraba mucho e insistía para que la gente y sus
discípulos hiciesen lo mismo. Y es en el confrontarse con Dios donde aparece la
verdad y la persona se encuentra consigo misma en toda su realidad y humildad.
A continuación, algunos momentos de Lucas en que Jesús aparece rezando:
En el
templo, en la casa del Padre, cuando tenía 12 años (2,46-50); Cuando es
bautizado y asume su misión, ora (3,21); A la hora de iniciar la misión, pasa
cuarenta días en el desierto (4,1-2); En la tentación, se enfrenta al tentador
con los textos de la Escritura (4,3-12); Los sábados acostumbra a participar en
las celebraciones de la sinagogas (4,16); Busca la soledad en el desierto para
orar (5,16; 9,18); En la víspera de escoger a los doce apóstoles, pasa la noche
en oración (6,12); Reza antes de las comidas ((9,16; 24,30); Antes de hablar de
la realidad y de su pasión, ora (9,18); En los momentos de crisis, sube al
monte para rezar y se transfigura mientras reza (9,28); Cuando revela el
Evangelio a los sencillos, dice: "Padre, te doy gracias" (10,21); Orando, despierta en los
discípulos deseos de orar (11,1); Ora por Pedro, para aumentar su fe (22,32);
Celebra la Cena
Pascual con sus
discípulos (22,7,14); En el Huerto de los Olivos ora, sudando sangre
(22,41-42); En la angustia de la agonía pide a sus amigos que oren con él
(22,40-46); Pide perdón por los verdugos cuando es clavado en la cruz (23,34);
Sal 31,6: En la hora de la muerte: "Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu" (23,46);
Jesús muere lanzando el grito del pobre (23,46).
Esta larga
lista nos muestra lo siguiente: para Jesús, la oración está íntimamente ligada
a la vida, a los acontecimientos concretos, a las decisiones que debía tomar.
Buscaba la soledad con el Padre para poder serle fiel, para escucharlo. Rezaba
los Salmos en los momentos difíciles de su vida. Como cualquier judío piadoso,
los sabía de memoria. Pero la recitación no acabó con su creatividad. Al
contrario, hizo un salmo propio: el Padre Nuestro. Toda su vida y acción
liberadora era una oración permanente: A Él se le aplica lo que dice el salmo: “¡Yo estoy en oración!” (Sl
109,4).
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