14 nov 2012

Domingo 33


33º Tiempo Ordinario (B)
Marcos 13,24-33

 1. Oración Inicial: Una persona de la comunidad puede hacer una invocación al Espíritu Santo orando por cada persona que está ahí, pidiendo su luz y su inspiración para tener apertura y docilidad a su Palabra.   AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Jesús conversa con sus discípulos sobre la venida del Hijo del Hombre (el mismo Jesús) y la actitud que deberá tener la comunidad cristiana. En este acontecimiento habrá fenómenos extraños, desconcierto... pero serán señales del nacimiento de una sociedad nueva: ciertamente más solidaria y fraterna. Jesús dice claramente que no debemos preocuparnos ni buscar saber cuándo eso pasará, mas bien, pide mantenerse despiertos y vigilantes. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Marcos 13,24-33: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d.  ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.

2)    ¿Qué dice Jesús que acontecerá cuando venga el «hijo del hombre»?

3)    Jesús usa la comparación de la higuera: ¿Qué enseña esta comparación?

4)    Dice Jesús que «el cielo y la tierra pasarán», ¿qué es lo que no pasarán?

5)    ¿Qué dice Jesús «en cuanto al día y la hora»?

 3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. Hay que saber interpretar los signos de los tiempos. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. ¿Cuáles son algunos signos de los tiempos en nuestros días?
  2. El «día y la hora»: ¿Qué tenemos y debemos hacer para «estar despiertos y prevenidos»? ¿Qué debe ser nuestra actitud y conducta?
  3. Las palabras de Jesús «no pasarán». No perderán su fuerza salvadora. En nuestra comunidad: ¿De qué manera la Palabra de Dios sigue alimentando la esperanza y da aliento a los pobres?
  4. Dios quiere para la humanidad un mundo nuevo, o sea, «otro mundo posible»: ¿Cuál es nuestro compromiso real y concreto para la transformación de la realidad?
  5. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Dedica un tiempo concreto de esta semana a leer la Palabra de Dios y confrontarla con tu vida. Llevamos una “palabra”.  Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Tus palabras, Jesús, Señor de la Vida, no pasarán jamás. Danos Señor, hambre y sed de tus palabras. Hazlas llegar a nuestro corazón. Hazlas vida y construcción del mundo nuevo a través de nuestras manos. Queremos mostrar con la vida, el ejemplo y el testimonio, que nuestra vida cambia y se hace más fraterna y solidaria al escuchar y vivir tus enseñanzas. Tus palabras no pasarán Señor, ¡las mantendremos vivas en la lucha por el Reino!  AMÉN. Padre Nuestro que estás en el cielo... 

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más


1. Clave de lectura: El profundo cambio del cosmos descrito por Marcos entre metáforas anuncia la inminencia del fin que nos introduce en una inmensa novedad. La aparición del Hijo sobre las nubes abre a la humanidad a la dimensión celeste. Él no es un juez inapelable, sino un Salvador potente, que aparece en el esplendor de su gloria divina, para reunir a los elegidos, para hacerlos partícipes de la vida eterna en el reino dichoso del cielo. No hay en Marcos escena de juicio, amenaza o condena.

2. La historia se transforma, no se aniquila: El texto de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. En los textos apocalípticos se tratan las cuestiones finales, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús, según Marcos, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar «los signos de los tiempos». No podemos negar que aquí hay «palabras» de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en medio de la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.

 3. «Los signos de los tiempos»: El árbol de la higuera que pierde sus hojas en el avanzado otoño y le renacen ya tarde con respecto a las otras plantas, pasada la primavera, anuncia la llegada del verano. Siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se «transforma»  así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia por nosotros y nunca contra nosotros. De la misma manera que el anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús, su mensaje fundamental, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los seres humanos que hacen la historia.

4. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (13,31): La certeza de que las palabras del Señor no pasarán jamás, infunde confianza a cualquiera que reflexione sobre la caducidad del mundo y de las cosas del mundo. Construirse sobre la Palabra de Dios permitirá que no subsista la abominación de la desolación y que el sol, la luna y las estrellas no pierdan su esplendor. El hoy de Dios se convierte para el ser humano en la única vía para llegar a si mismo, porque si en su palabras no existe ni el ayer ni el mañana, no deberá temer ya la muerte.

5. Jesús nos indica hoy cómo debemos comportarnos durante todo el tiempo de la historia. Es una vigilancia que excluye tanto la impaciencia como el sueño, tanto el temor como el relajamiento. Implica lucha, esfuerzo y valor para evitar, por una parte, la fuga hacia la utopía y, por otra, el estancamiento en la situación del presente. No debemos preocuparnos de saber cuándo será «el fin». Con certeza, para nosotros(as), está todavía muy lejos. No hay en Marcos escena de juicio, amenaza o condena...queriendo suscitar la esperanza y alimentar la espera, se anuncia la victoria final. Nuestra tarea es «ser testigos de Jesús», continuar su vida y acción: en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestro país. Estaremos despiertos y vigilantes si no desanimamos el esfuerzo de promover relaciones más fraternas y solidarias entre todas las personas. Eso es seguir el proyecto de Jesús, el proyecto del Reino de Dios.

6. La vida se llenará de luz: La tribulación como pan cotidiano para la vida del ser humano es señal de la venida del Hijo de Dios. Una vida preñada de un rostro nuevo tiene que conocer los dolores del parto. Dispersos hasta la extremidad de la tierra, los hijos(as) del Altísimo serán reunidos de los cuatro vientos, por el espíritu divino que recorre la tierra. El Hijo del hombre viene sobre las nubes, mientras nuestra mirada está fija en la tierra, perdido entre las lágrimas de la disolución y del engaño. Cuando seamos capaces de levantar la mirada desde nuestra miseria para verlo llegar al horizonte de nuestra historia, la vida se llenará de luz, y aprenderemos a leer su escritura sobre la arena de nuestro pensar y querer, de nuestro caminar y aprender. Cuando tengamos el valor de deshojar las páginas de la vida de cada día y recoger las semillas de la Palabra eterna arrojadas sobre los surcos de nuestro ser, encontraremos paz. Y las vanas palabras no serán sino un recuerdo perdido porque la roca sobre la cual nos hemos construidos a nosotros mismos será la Palabra del Dios viviente. Si aquel día y aquella hora nadie la sabe, no es para nosotros(as) el indagar. El Padre la sabe y nosotros(as) nos fiamos de Él.

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