1 dic 2012

Domingo 34 Cristo Rey


34º Tiempo Ordinario (B) Cristo Rey
Juan 18,33-37

1. Oración Inicial: Señor de la Vida, tu Palabra es la fuente viva. Envía tu Espíritu Santo para acercarnos a ella y comprenderla. Danos también la gracia, la voluntad y el valor necesario para vivirla en nuestras vidas. AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: El juicio de Jesús tiene lugar en el palacio donde reside el prefecto romano cuando viene a Jerusalén. Acaba de amanecer. Pilato ocupa la sede desde la que dicta sus sentencias. Jesús comparece maniatado como un delincuente. Allí están frente a frente: el representante del imperio más poderoso y el profeta del reino de Dios. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Juan 18,33-37: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d.  ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.
2)    ¿Qué preguntas hace Pilato a Jesús? ¿Cuál es la actitud de Pilato y qué le preocupa?
3)    ¿Qué responde finalmente Jesús a la pregunta si es Rey o no? ¿En qué consiste su realeza?
4)    ¿Quiénes son los que escuchan su voz?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. Frente a las palabras, «mi reinado no es de este mundo», algunas personas desconectan a Jesús y su evangelio de todo compromiso y contacto con el orden temporal, de la realidad concreta que vivimos, y lo transfiere a un mundo sólo «espiritual». ¿Está bien pensar así?
  2. Jesús se presenta como «Testigo de la Verdad»: El(la) seguidor(a) de Jesús es «testigo»: ¿Cómo somos testigos de Jesús en nuestra comunidad? ¿Nuestro rostro se parece al de Jesús, y nuestra vida recuerda a la suya?
  3. Jesús habló y luchó por el Reino de Dios. Por esta causa se entregó incondicionalmente. ¿Se podría pensar tal vez que un título más adecuado que «Cristo Rey»? ¿Podría ser el de «Cristo, luchador por la Causa del Reino»?  Comentar.
  4. La frase final del texto dice: «… escucha mi voz», Nosotros(as) estamos absortos en miles de trabajos y cosas: ¿A dónde dirigimos nuestros oídos? ¿A quién atendemos y escuchamos?
  5. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. « he venido al mundo para dar testimonio de la verdad».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Dedica un tiempo concreto de esta semana a leer la Palabra de Dios y confrontarla con tu vida. Llevamos una “palabra”.  Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Buen Jesús, tú eres rey de la Justicia, que cambia la sociedad y subvierte los valores del mundo, que observa la dignidad de las personas y quiere la igualdad. Tú eres rey de la Paz, que es compromiso por la vida y lucha por la justicia. Tú eres rey, buen Jesús, Señor del Reino que amanece, como esperanza, utopía y horizonte allí donde nace una nueva manera de vivir...sencillamente en el amor... Tú lo has dicho: «Yo soy Rey». AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

 1. El contexto: Estos pocos versículos nos ayudan a entrar más profundamente todavía en el relato de la Pasión y nos conducen casi hasta la intimidad de Jesús, en un lugar cerrado, apartado, donde Él se encuentra solo, cara a cara con Pilato: el pretorio. Aquí es interrogado, responde, pregunta, continúa revelando su misterio de salvación y a llamarnos para Él. Aquí Jesús se muestra como rey y como pastor. Aquí está atado y coronado en su condena a muerte, aquí Él nos conduce a las verdes praderas de sus palabras de verdad. El pasaje forma parte de una sección algo más amplia, comprendida entre los versículos 28-40 y relata el proceso de Jesús ante el Gobernador. Después de una noche de interrogatorios, de golpes, desprecios y traiciones, Jesús es entregado al poder romano y condenado a muerte, pero precisamente en esta muerte, Él se revela Rey y Señor, Aquel que ha venido a dar la vida, justo por injustos, inocente por nosotros(as) pecadores.

2. «Mi reino no es de este mundo»: Jesús no es rey al estilo que Pilato puede imaginar. No pretende disputar a Tiberio su poder imperial. Jesús no pertenece a ese sistema en el que se mueve el prefecto de Roma, sostenido por la injusticia y la mentira. No se apoya en la fuerza de las armas. No pertenece a ningún sistema injusto de este mundo. No pretende ocupar ningún trono. No busca poder ni dinero. Tiene un fundamento  completamente diferente. Su realeza proviene del amor de Dios al mundo. Pero añade a continuación algo muy importante: «Soy rey...y he venido al mundo para ser testigo de la verdad». Es en este mundo donde quiere ejercer su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como Tiberio sino a ser «testigo de la verdad» introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana. Esta verdad que Jesús trae consigo no es una doctrina teórica. Es una llamada que puede transformar la vida de las personas. Ser fieles al Evangelio de Jesús es una experiencia única pues lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida más humana. Es fácil caer en la tentación de interpretar la afirmación«mi Reino no es de este mundo», como referida a un Reino que se sitúa exclusivamente en un plano religioso y espiritual, sin o con poca incidencia en el campo temporal, en el terreno de la historia concreta. Pero ello no corresponde al conjunto del Evangelio. Un texto anterior del propio Juan nos puede ayudar a comprender el nuestro. En el capítulo ocho, en medio de una dura polémica con los fariseos, Jesús les dice: «yo no soy de este mundo»  (v.23). Los términos en la lengua original, el griego, son exclusivamente los mismos. Hay una distancia e incluso una ruptura y Jesús la quiere hacer notar; pero ella no está entre lo religioso y lo temporal, sino entre la dominación y el servicio. El Reino de Jesús no es como el que Pilato conoce, un Reino de arbitrariedad, privilegios y dominación; su Reino es de amor, libertad, justicia y servicio.

3. Jesús, el Rey atado y entregado: La «entrega del Cristo» es una realidad teológica, pero al mismo tiempo vital, de extrema importancia, porque nos conduce a lo largo de un camino de sabiduría muy fuerte. Puede ser útil recorrerlo, buscándolo en los signos a través de las páginas de la Escritura. Ante todo, parece que es el mismo Padre quien entrega a su Hijo Jesús, como un don para todos(as). Romanos 8,32 dice: «Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?»  Al mismo tiempo, sin embargo, es Jesús mismo, en la suprema libertad de su amor, en íntima unión con la voluntad del Padre, quien se entrega por nosotros(as), quien ofrece su vida; dice San Pablo: «Cristo nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros». (Ef 5,2.25). Pero también están estas palabras de Jesús: «Yo ofrezco mi vida por las ovejas; ninguno me la quita, sino que yo la ofrezco por mi mismo». (Jn 10,18). Por tanto, antes de toda otra entrega, está esta entrega voluntaria, que es solamente entrega de amor y de donación.

4. Soy Rey: Pilato es astuto, no se engaña. No ve en la respuesta de Jesús una negación de su realeza. Deduce e insiste: «luego tu eres Rey» (v.37). El Señor lo acepta sin evasivas: «sí, como dices, soy Rey». Para eso ha venido al mundo. Para instaurar un mundo de paz y fraternidad, de justicia y respeto por los derechos de todos, de amistad con Dios y entre nosotros. Ese es su Reino que llega a la historia humana, la impulsa y la lleva más allá de ella misma. Reina­do que «no tendrá fin», pero está presente desde ahora, no es sólo para el futuro, «su dominio es eterno» (Dan.7,14). No se limita al pasado, ni al presente o al futuro. Se trata de un Reino cuya llegada plena pedimos en la oración del Padre Nuestro, De esa verdad Jesús es testigo.

5. El(la) seguidor(a) de Jesús es «testigo». Hemos venido tras las huellas de Jesús para ser discípulos(as). El quehacer es vivir la verdad del evangelio y comunicar la experiencia de Jesús que está cambiando nuestra vida. Vive convirtiéndose a Jesús, contagia la atracción que siente por él, ayuda a mirar hacia el evangelio, pone en todas partes la verdad de Jesús. La Iglesia atraerá a la gente cuando vean que nuestro rostro se parece al de Jesús, y que nuestra vida recuerda a la suya.

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