¡UN POCO DE ALEGRIA,
POR FAVOR!
3º de adviento
Javier Leoz
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Con la que está cayendo en tantos lugares de los cinco
continentes de nuestro planeta (y no precisamente lluvia de estrellas o
noticias buenas), necesitamos un poco de
aliento en nuestro caminar. Algo que nos impulse a recuperar el brillo en
nuestros ojos, el optimismo en nuestro vivir, la sonrisa en nuestros labios, la
esperanza en el horizonte de nuestra sociedad. ¿Qué podemos esperar? ¿A quién?
1.Estamos en el Domingo Gaudete”. En el domingo de la
alegría. Y, la Navidad, es eso: una buena parte de alegría. Pero no un gusto
cualquiera. La razón suprema la tenemos en Jesús: motor y eje de esa emoción y
de ese contenido que conserva y dilata la Navidad por todo el orbe cristiano.
La venida del Redentor es motivo de esperanza para la humanidad. No todos los
días, el Señor, se planta en el corazón de nuestro mundo. No a todas horas, de
una forma tan radical (hacerse Hombre y ser Dios) lo contemplamos y vivimos
como en estos próximos días: Dios pasa y pone su tienda en nuestro áspero campo.
Nuestra comunidad cristiana, nuestra Iglesia, necesita
salvaguardar lo que nunca ha de perder: la alegría que aporta la fe. La alegría
que nos otorga el poner nuestros desvelos, trabajos, inquietudes y pensamientos
en Cristo. Nada ni nadie nos puede arrebatar ese hontanar de fiesta y de júbilo que es la confianza en Dios. Hay que
estar alegres, y no porque lo diga San Pablo, sino porque vivir junto al Padre,
sentirnos tocados por Jesús o empujados por el Espíritu Santo, a la fuerza, nos
convierte en personas con un proyecto ilusionante y con rostros cargados de
felicidad.
Dicen que, los santos, eran felices porque sentían y
palpaban la presencia del Señor muy cerca. Aquí es donde hemos de llegar
nosotros. Que apreciemos la cercanía de Jesús en estos próximos días de Navidad.
Será entonces cuando, como una parte irrenunciable y esencial de nuestro
cristianismo, recuperaremos y saldrá a flote la satisfacción que llevamos
dentro.
2.Además, en este Domingo de la alegría, escuchamos una
llamada a la conversión. No podemos recibir al Niño con nuestra casa
desordenada. La llegada de Jesús bien merece una habitación limpia, unas
actitudes armonizadas con el diapasón del evangelio o, con aquellos que menos
tienen, una caridad bien espléndida. El Nacimiento de Cristo, además, nos
invita a una reflexión sobre aquellos aspectos que no funcionan bien (en
relación con los demás, con nosotros mismos y con Dios). ¿Cuánto hace que no te
confiesas? ¿No vivirías la Navidad con más autenticidad, con más emoción, con
menos peso, si dieras ese paso hacia un encuentro con el Señor mediante el
Sacramento de la Reconciliación?
Los padres de la Iglesia escribieron “Cristo ha venido a
animar una fiesta en el corazón de la humanidad”. Aquí está “la prueba del
nueve” ¿Qué es Jesús para nosotros? ¿Qué sentimientos y sensaciones produce?
¿Cómo estamos preparando la fiesta de la Navidad?
Una de las cosas que más llama la atención en muchos
países de misión es que, en medio de tanta pobreza, sus gentes manifiestan una
impresionante alegría (muy en contraste con , aquellos otras naciones opulentas,
pero con sus habitantes tristes). Ojala que, este adviento, nos inyecte una
buena dosis de alegría. La necesitamos para sonreir, para vivir, para caminar,
para que se nos note que –Jesús- nos ha redimido y que, precisamente por eso,
nuestros cantos expresan el inmenso gozo que sentimos por dentro.
Hermanos ¡un poco de alegría! ¡Un poco de ilusión! ¡Un
poco de esperanza! ¿Que por qué? Entre otras cosas, por lo más importante: viene
Jesús a salvarnos. Entrará en el mundo llorando para que nosotros, los hombres,
acabemos sonriendo.
MI
ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Javier Leoz
Vienes en silencio y tus
pasos, Señor,
producen en mi, calma,
seguridad y paz.
Necesito, Señor, un poco de
tu mundo:
De tu gozo, para mi corazón
triste
De tu alegría, para mi alma
esquiva
De tu mano, en mis caminos
inciertos
¡VEN,
SEÑOR!
Y hazme recuperar la alegría
perdida
El gusto por vivir,
despertando cada mañana
La esperanza en tanta hora triste
Porque Tú, Señor, eres
alegría
haz que mis dos ojos brillen
con el resplandor de la
felicidad
con el encanto de la fe
con la virtud de la caridad
MI
ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Porque vienes y te sientas a
mi lado
Porque compartes mi condición
humana
sabiendo lo frío, que tantas
veces,
se encuentra mi corazón y mi
pensamiento.
Porque, siendo Dios, apuestas
fuerte por mí
Porque, estando en el cielo,
plantas tu tienda
en medio de tanta
incertidumbre y viento
que sacude a nuestro viejo
mundo
MI
ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Por eso te doy gracias y
bendigo tu nombre
Espero tu llegada y preparo
mi interior
Anhelo la Noche Santa de la
Navidad
y afino las cuerdas de mi
alma,
con la verdad, la espera, el silencio,
la humildad o la vigilancia.
Sólo sé, mi Señor, que mi alegría
con tu llegada y por tu
Nacimiento
eres Tú, Señor.
Amén
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