2° Adviento (C)
Lucas 3,1-9
1. Oración Inicial: Señor
Jesús, envíanos tu Espíritu Santo para comprender tú Palabra. Guía nuestros pasos, orienta nuestro caminar,
para que sigamos tu ejemplo abriendo los brazos a los demás y anunciando un
Dios que se hace cercano para traernos la justicia y la paz. Queremos ser
testigos para construir un mundo nuevo, para que brille el Evangelio y con su
luz pueda haber Vida para toda la humanidad como Tú lo quieres. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2. Lectura: ¿Qué dice el
texto?
a. Introducción: Lucas inicia la misión de Juan situándola en la
historia del mundo pagano y en la del pueblo de Israel. Juan es descrito como
el último profeta (Lc 3,7) y termina, como muchos de sus predecesores,
encarcelado por fidelidad a su misión. Viene, según la cita de Isaías (Is
40,3-5), a preparar el camino del Señor predicando la conversión y exigiendo
frutos que sean pruebas de esa auténtica conversión. Abramos nuestros corazones a escuchar la
Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas
3,1-9: Hacer una lectura
atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el
evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio,
para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra
me Da Vida».
d.
¿Qué dice el texto?
1) Cada
persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.
2)
¿A quién habló Dios en el desierto?
3) ¿Por
dónde pasó Juan y qué mensaje predicó?
4) ¿Era
suficiente ser “hijos de Abraham” o que los bautizara solamente? ¿Qué pedía Juan?
5)
¿Qué pasa con el árbol que no da fruto? ¿A qué se refiere
el ejemplo?
3. Meditación: ¿Qué nos dice
el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta.
Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y
profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a.
En la sociedad de hoy, ¿Cuales son los grandes
caminos torcidos y sus causas? ¿Qué podemos y debemos hacer para enderezarlos?
b. «Preparen el
camino del Señor, enderecen sus senderos...» ¿Qué caminos
torcidos hay en mi vida personal? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en
mi vida?
c. La
misión del Bautista fue ser precursor de Jesús. Como cristianos(as) hoy debemos
también preparar los caminos de Dios. ¿Cómo
hacerlo
en un nuestros días?
d. Como
el profeta Juan, ¿Quiénes hoy gritan y claman proféticamente? ¿Qué hacer para
que no se cansen, aunque se sientan «voz que clama en el desierto»?
e.
¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida
hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos
a Dios después de escuchar y meditar su Palabra?
Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el
Evangelio y sobre nuestra vida. «Preparen el camino del Señor».
5. Contemplar el rostro de
Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el
Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Alimentemos
nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro
compromiso, de que el mundo puede cambiar y de que la esperanza es
posible. Llevamos una "palabra". Puede
ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un
momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a
conversarla con el Señor.
6. Oración final: Oh Dios de todos
los pueblos, que has enviado a lo largo de los siglos mensajeros(as), profetas
y precursores tuyos; te pedimos que podamos reconocer tu presencia en todos
ellos(as), y que nos alegremos de tu acción constante y callada en todos los
pueblos y en todas las religiones, hasta el día en que llegue la plenitud de tu Reinado para todos los
seres humanos. AMÈN. Padre Nuestro, que estás en el cielo…
Para Las Personas Que
Quieran Profundizar Más
1. Querido(a)
Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al
iniciar cada encuentro:
- Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir
durante la semana.
- ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que
he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
- ¿Qué he hecho esta semana para extender el
Reino de Dios?
2. No siempre se prestó
atención a los versículos 1-2 de este capítulo. Ellos son una
poderosa voz a favor de los humildes y olvidados. El detalle de los hombres más
fuertes y encumbrados de su época es impresionante. Tiberio César era emperador
y Poncio Pilato gobernador. Luego baja un escalón más y nombra a los pequeños
reyes designados por Roma de entre los líderes locales: Herodes (Agripa), nieto
del Herodes Antipas, y Felipe que habían sido designados tetrarcas de Galilea e
Iturea, respectivamente. Lisanias de
quien no tenemos otras referencias era
tetrarca de Abilinia, una región al noroeste de Damasco. Finalmente nombra a
los sumos sacerdotes Caifás y Anás. Y cuando todo hace suponer
que a estos grandes líderes de la época Dios los utilizaría para comunicar
algo, se introduce la figura del desconocido Juan, el hijo de otro desconocido
llamado Zacarías, que habitaba lejos de los palacios y las fortalezas. La
Palabra de Dios omite los templos y palacios y sus importantes habitantes: se
revela al pobre Juan y en el desierto. Seguramente ninguno de estos
ricos y famosos llegó a conocer el texto de Lucas, pero sin duda que lo
hubieran considerado una ofensa y una falta de respeto. Dios actúa no solo por
donde menos lo esperamos sino que lo hace a través de aquellos que a sus ojos
tienen un papel importante en el drama de la historia humana, pero que a los
ojos humanos suelen ser los olvidados y olvidables.
3. Preparar el camino: En el evangelio, al
llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino
por medio de Juan y asegura con Isaías que «todos verán la salvación de
Dios» (3, 6). Lucas, con la meticulosidad a que nos tiene
acostumbrados (1,1-4), nos da las coordenadas históricas de la predicación de
Juan (3,1-3). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar
el camino en el hoy de nuestra propia historia. La invitación de Isaías,
repetida por Juan Bautista nos invita a entrar en el dinamismo de la
conversión/a ponernos en camino, a cambiar} Cambiar desde adentro, creciendo en
lo fundamental, el amor para "aquilatar lo mejor" (Filip. 1,10). Con
la penetración y sensibilidad del amor escucharemos mejor las exigencias del
Señor que llega y saldremos a su encuentro «llenos de los frutos de
justicia» (v.1,11). Esa
renovación desde el interior tiene su manifestación externa porque se «abajan los
montes», se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala
lo escabroso. Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias
para que la salvación llegue a todos(as). La humanidad transformada es la
humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia. Convertirse entonces
es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del
mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la
dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su
salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo
torcido o abajar montes o rellenar valles. Pero nuestros caminos deben ser
rectificados para que llegue Dios. Unidos en la esperanza caminamos juntos al
encuentro de nuestro Dios.
4. Predicación de Juan en el
desierto: Lucas inicia la misión de Juan situándola en la
historia del mundo pagano y en la del pueblo de Israel. En esta
descripción geopolítica, como en el prólogo, se advierte la influencia de los
historiadores de su tiempo. Pero Lucas no nos quiere dar sólo unos datos
históricos. Pretende mostrarnos que la salvación de Dios que viene con Jesús no
es algo intemporal. Se inserta en una historia y una geografía muy concreta. Así
se nos describe la intrincada situación política de Palestina en la época en
que Jesús va a empezar su predicación. Había territorios que dependían
directamente de Roma, como era el caso de Judea. Otros, sin embargo,
mantenían una cierta autonomía, como la provincia de Galilea. La fecha
propuesta por Lucas nos permite afirmar que el comienzo de la misión de Juan
ocurrió en los años 27 ó 28 d. C. Juan es descrito como un profeta itinerante.
Sin embargo, no es uno más en la larga serie de los profetas de Israel. Es
el último profeta (el juicio inminente, 3,7), el nuevo Elías esperado por Israel
(1,17) y del que nos hablaba el profeta Malaquías (Mal 3,25). Terminará, como
muchos de sus predecesores, encarcelado por fidelidad a su misión (3,19-20). El viene a
preparar el camino del Señor. Es lo que afirma la cita de Isaías (Is 40,1-5).
Sin embargo Lucas, a diferencia de Mateo y Marcos, prolonga el texto del
profeta hasta el v. 5 para introducir un rasgo universalista (todos) muy propio
de su teología. Juan predica además la conversión y exige de sus oyentes frutos
que prueben la autenticidad de su conversión. No basta con los títulos o
privilegios, como el ser descendiente de Abrahán. Esta conversión implica para
Juan un cambio de vida. Y este cambio es descrito en Lc 3,10-14, mediante el
tema de la fraternidad y la justicia que evoca la predicación de los profetas
del Antiguo Testamento. Las recomendaciones concretas dirigidas a los
publicanos y soldados tienen muy en cuenta las tentaciones propias de su forma
de vida. Su mensaje prepara el tiempo nuevo que se inicia con la predicación de
Jesús.
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