6 dic 2012

2° Domingo de Adviento


2° Adviento (C)
Lucas 3,1-9

1. Oración Inicial: Señor Jesús, envíanos tu Espíritu Santo para comprender tú Palabra.  Guía nuestros pasos, orienta nuestro caminar, para que sigamos tu ejemplo abriendo los brazos a los demás y anunciando un Dios que se hace cercano para traernos la justicia y la paz. Queremos ser testigos para construir un mundo nuevo, para que brille el Evangelio y con su luz pueda haber Vida para toda la humanidad como Tú lo quieres.  AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2. Lectura: ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Lucas inicia la misión de Juan situándola en la historia del mundo pagano y en la del pueblo de Israel. Juan es descrito como el último profeta (Lc 3,7) y termina, como muchos de sus predecesores, encarcelado por fidelidad a su misión. Viene, según la cita de Isaías (Is 40,3-5), a preparar el camino del Señor predicando la conversión y exigiendo frutos que sean pruebas de esa auténtica conversión.  Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Lucas 3,1-9: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d. ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.
2)    ¿A quién habló Dios en el desierto?
3)    ¿Por dónde pasó Juan y qué mensaje predicó?
4)    ¿Era suficiente ser “hijos de Abraham” o que los bautizara solamente? ¿Qué pedía Juan?
5)    ¿Qué pasa con el árbol que no da fruto? ¿A qué se refiere el ejemplo?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

a.    En la sociedad de hoy, ¿Cuales son los grandes caminos torcidos y sus causas? ¿Qué podemos y debemos hacer para enderezarlos?
b.    «Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos...» ¿Qué caminos torcidos hay en mi vida personal? ¿Qué es lo que El quiere que yo enderece en mi vida?
c.    La misión del Bautista fue ser precursor de Jesús. Como cristianos(as) hoy debemos también preparar los caminos de Dios. ¿Cómo hacerlo en un nuestros días?
d.    Como el profeta Juan, ¿Quiénes hoy gritan y claman proféticamente? ¿Qué hacer para que no se cansen, aunque se sientan «voz que clama en el desierto»?
e.    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Preparen el camino del Señor».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Alimentemos nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede cambiar y de que la esperanza es posible.  Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Oh Dios de todos los pueblos, que has enviado a lo largo de los siglos mensajeros(as), profetas y precursores tuyos; te pedimos que podamos reconocer tu presencia en todos ellos(as), y que nos alegremos de tu acción constante y callada en todos los pueblos y en todas las religiones, hasta el día en que llegue  la plenitud de tu Reinado para todos los seres humanos. AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
  1. Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
  2. ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
  3. ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?

2. No siempre se prestó atención a los versículos 1-2 de este capítulo. Ellos son una poderosa voz a favor de los humildes y olvidados. El detalle de los hombres más fuertes y encumbrados de su época es impresionante. Tiberio César era emperador y Poncio Pilato gobernador. Luego baja un escalón más y nombra a los pequeños reyes designados por Roma de entre los líderes locales: Herodes (Agripa), nieto del Herodes Antipas, y Felipe que habían sido designados tetrarcas de Galilea e Iturea, respectivamente. Lisanias  de quien no tenemos otras referencias  era tetrarca de Abilinia, una región al noroeste de Damasco. Finalmente nombra a los sumos sacerdotes Caifás y Anás. Y cuando todo hace suponer que a estos grandes líderes de la época Dios los utilizaría para comunicar algo, se introduce la figura del desconocido Juan, el hijo de otro desconocido llamado Zacarías, que habitaba lejos de los palacios y las fortalezas. La Palabra de Dios omite los templos y palacios y sus importantes habitantes: se revela al pobre Juan y en el desierto. Seguramente ninguno de estos ricos y famosos llegó a conocer el texto de Lucas, pero sin duda que lo hubieran considerado una ofensa y una falta de respeto. Dios actúa no solo por donde menos lo esperamos sino que lo hace a través de aquellos que a sus ojos tienen un papel importante en el drama de la historia humana, pero que a los ojos humanos suelen ser los olvidados y olvidables.

3. Preparar el camino: En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que «todos verán la salvación de Dios» (3, 6). Lucas, con la meticulosidad a que nos tiene acostumbrados (1,1-4), nos da las coordenadas históricas de la predicación de Juan (3,1-3). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia. La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión/a ponernos en camino, a cambiar} Cambiar desde adentro, creciendo en lo fundamental, el amor para "aquilatar lo mejor" (Filip. 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos mejor las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro «llenos de los frutos de justicia»  (v.1,11). Esa renovación desde el interior tiene su manifestación externa porque se «abajan los montes», se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso. Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos(as). La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia. Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Pero nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios. Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro de nuestro Dios.

4. Predicación de Juan en el desierto: Lucas inicia la misión de Juan situándola en la historia del mundo pagano y en la del pueblo de Israel. En esta descripción geopolítica, como en el prólogo, se advierte la influencia de los historiadores de su tiempo. Pero Lucas no nos quiere dar sólo unos datos históricos. Pretende mostrarnos que la salvación de Dios que viene con Jesús no es algo intemporal. Se inserta en una historia y una geografía muy concreta. Así se nos describe la intrincada situación política de Palestina en la época en que Jesús va a empezar su predicación. Había territorios que dependían directamente de Roma, como era el caso de Judea. Otros, sin embargo, mantenían una cierta autonomía, como la provincia de Galilea. La fecha propuesta por Lucas nos permite afirmar que el comienzo de la misión de Juan ocurrió en los años 27 ó 28 d. C. Juan es descrito como un profeta itinerante. Sin embargo, no es uno más en la larga serie de los profetas de Israel. Es el último profeta (el juicio inminente, 3,7), el nuevo Elías esperado por Israel (1,17) y del que nos hablaba el profeta Malaquías (Mal 3,25). Terminará, como muchos de sus predecesores, encarcelado por fidelidad a su misión (3,19-20). El viene a preparar el camino del Señor. Es lo que afirma la cita de Isaías (Is 40,1-5). Sin embargo Lucas, a diferencia de Mateo y Marcos, prolonga el texto del profeta hasta el v. 5 para introducir un rasgo universalista (todos) muy propio de su teología. Juan predica además la conversión y exige de sus oyentes frutos que prueben la autenticidad de su conversión. No basta con los títulos o privilegios, como el ser descendiente de Abrahán. Esta conversión implica para Juan un cambio de vida. Y este cambio es descrito en Lc 3,10-14, mediante el tema de la fraternidad y la justicia que evoca la predicación de los profetas del Antiguo Testamento. Las recomendaciones concretas dirigidas a los publicanos y soldados tienen muy en cuenta las tentaciones propias de su forma de vida. Su mensaje prepara el tiempo nuevo que se inicia con la predicación de Jesús.

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