a. Introducción: Estamos en el
discurso de despedida de la última cena del Señor con los suyos (14:1-31. Se
profundiza en que la palabra de Jesús es la palabra del Padre. Pero se quiere
poner de manifiesto que cuando él no esté entre sus seguidores, esa palabra no
se agotará, sino que el Espíritu Santo completará todo aquello que sea
necesario para la vida de la comunidad. Según Juan, Jesús se despide en el tono
de la fidelidad y con el don de la paz. Esta lectura nos va preparando a la
fiesta de Pentecostés. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Juan 14,23-29: Hacer
una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe
que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un
tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros
corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra
me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona
lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2) ¿En qué
circunstancia sucede el relato en el texto?
3) ¿Qué debe
caracterizar una persona que ama a Jesús? ¿Y cómo responderá Dios?
4) ¿Cuál es el
origen de las palabras de Jesús?
5) ¿Cuál es el rol
que cumple el Espíritu Santo según el texto?
6) ¿Por qué no se
debe angustiarse ni tener miedo?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto
hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada
pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo
importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su
sentido para nuestra vida.
a) “La persona que me ama hace caso de mis
palabras”: ¿Hacemos caso y ponemos en práctica las palabras de
Jesús? ¿Sentimos que Dios habita en y entre nosotros(as)? Dar ejemplos.
b) “…El Espíritu Santo… les enseñará todo
y les recordará lo que les he dicho”. ¿Qué
importancia tiene el Espíritu Santo en nuestra lectura e interpretación de la
Biblia? ¿Por qué pedimos la presencia del Espíritu Santo antes de leer la
Escritura?
c) “Les dejo la Paz, les doy mi Paz...: ¿Vivimos en la
Paz de Cristo? ¿Somos instrumentos de paz en medio de nuestra realidad? ¿Qué
nos falta?
d) ¿Cuál es el
mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para
que se haga realidad?
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto,
volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Comprometernos esta semana a ser fiel a la Palabra de
Jesús para que Dios habite en nosotros(as) y nosotros(as) en Él. Llevamos una
“palabra”. Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar
de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un
tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Dios Bueno:
envía sobre nosotros tu Espíritu de sabiduría, para que, conforme prometió
Jesús, nos vaya recordando todo lo que tu Hijo nos enseñó, y nos vaya haciendo
descubrir otras muchas posibilidades que aquellas mismas enseñanzas comportan
para vivir la fe de un modo nuevo, con fidelidad creativa, en este mundo
también nuevo en que nos ha tocado vivir. Padre
Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a)
Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada
encuentro:
Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario
vivir durante la semana.
a) ¿Cómo he
experimentado a Jesús en lo que he vivido?
b) ¿Qué ha hecho
Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho
esta semana para extender el Reino de Dios?
Ahora bien, Jesús sabe que no podrá estar por mucho
tiempo acompañando a sus discípulos(as); pero también sabe que hay otra forma
no necesariamente física de estar con ellos(as). Por eso los(as) prepara para
que aprendan a experimentarlo no ya como una realidad material, sino en otra
dimensión en la cual podrán contar con la fuerza, la luz, el consuelo y la guía
necesaria para mantenerse firmes y afrontar el diario caminar en fidelidad. Les
promete el Espíritu Santo, el alma y motor de la vida y de su propio proyecto,
para que acompañe al discípulo(a) y a la comunidad. Finalmente, Jesús entrega a
sus discípulos(as) el don de la paz: “mi
paz les dejo, les doy mi paz” (v. 27); testamento espiritual que el
discípulo(a) habrá de buscar y cultivar como un proyecto que permite hacer
presente en el mundo la voluntad del Padre manifestada en Jesús. Es que en la
Sagrada Escritura y en el proyecto de vida cristiana la paz no se reduce a una
mera ausencia de armas y de violencia; la paz involucra a todas las dimensiones
de la vida humana y se convierte en un compromiso permanente para los
seguidores de Jesús.
4.
El Espíritu de Jesús: La presencia de Jesús en la
historia humana asume una nueva forma: el Espíritu. Enviado por el Padre, el
Espíritu enseñará y hará posible el recuerdo de Jesús, de sus palabras y obras
(14,26). Esa confianza en la presencia del Espíritu de Dios entre nosotros da
sentido al "testamento" de
Jesús: el don de la paz. "La paz les
dejo, mi paz les doy" (vs.27). Como sabemos, se trata de la palabra
hebrea shalom, que traducimos en
castellano como "paz". El
testamento de Jesús ha de entenderse en términos de shalom que significa bienestar, vida, armonía y, por tanto, paz.
Aquí "paz" en la boca de Jesús expresa su deseo de que la vida en
plenitud alcance a sus discípulos. ¡Que los seguidores de Jesús estén llenos de
vida! Esa es la idea que el evangelio expresa. Y eso sólo es posible si están
llenos del Espíritu de Jesús, el Espíritu de la vida plena y, por tanto, el
Espíritu de la Paz. El Espíritu de
Jesús nos permite no quedar presos del miedo y temor (vs.28), experiencias y
sentimientos tan frecuentes en el contexto en que vivimos. No se trata de negar
nuestros sentimientos, sino más bien de vivir en la “paz-shalom-vida” del Espíritu de Jesús.
5. La propuesta es sencilla: quien ama está
cumpliendo la voluntad de Dios, del Padre. Por tanto, quien ama en el mundo,
sin ser del “círculo” de Jesús,
también estaría integrado en este proceso de transformación que se nos propone
en el discurso joánico. Esta es una de las ventajas de que el Espíritu esté por
encima de los círculos, de las instituciones, de las iglesias y de las
teologías oficiales. El mundo, es verdad, necesita el amor que Jesús propone
para que Dios “haga morada” en él. Y donde hay amor verdadero, allí está Dios,
como podrá inferirse de la reflexión que el mismo círculo joánico ofrecerá en
1Jn 4.
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