1. Oración
Inicial: Ven Espíritu Santo. Ilumínanos con tu luz para acoger hoy la Palabra de
Dios. Abre nuestras inteligencias y nuestros corazones para comprenderla y
danos la gracia, la voluntad y el valor necesario para vivirla en nuestras
vidas. AMÉN. Cantar «Espíritu
Santo Ven, Ven».
2. Lectura del Texto:
a) Introducción: Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e
indefensa ante las represalias que pueda tomar contra ella la institución
judía. El mensaje de María Magdalena del sepulcro vacío no los ha liberado del
temor; sólo el encuentro personal con el Resucitado puede darles seguridad en medio de un mundo hostil. El evangelista
subraya la identidad de Resucitado con el Crucificado. Es el mismo Jesús,
aunque su forma de vida sea diversa. Este pasaje no se refiere sólo a la fe de
aquellas personas que no han visto (testimonio de Tomás), sino también a la
misión confiada por Cristo a la comunidad. Abramos nuestros corazones a
escuchar la Palabra de Dios.
b) Leer el texto: Juan 20,19-31: Hacer una lectura atenta, pausada y
reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso
transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un
tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la
mente. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que te
impresionó más.
2) ¿Dónde se encuentran y qué sienten
los discípulos? ¿Quién se hace presente, qué dice y hace?
3) ¿Qué encomienda Jesús a la
comunidad? ¿Qué entrega para poder realizarla?
4) ¿Qué sucede con el discípulo que
faltaba?
5) ¿Cuales son las palabras de Jesús a
Tomás después de que éste profesa su fe?
6) ¿Cuál era la finalidad del evangelista
al escribir su evangelio?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto
hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada
pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo
importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su
sentido para nuestra vida.
a) También Cristo
nos envía hoy con la fuerza de su Espíritu Santo: ¿Estamos preparados y
dispuestos para aceptar su mandato y a dar la vida por su Reino o aún sentimos
miedo?
b) ¿Cómo
continuamos hoy la misión de Jesús en el mundo? ¿Cuál es el contenido del
anuncio misionero?
c) ¿Qué valor
tiene el testimonio de Tomás? ¿Cuáles son, si las tenemos, las dudas de nuestra
fe? ¿Cómo las afrontamos? ¿Sabemos expresar las razones de nuestra fe?
d) «Felices los que no han visto, pero creen”: ¿Cuáles son los fundamentos de nuestra
fe? ¿Por qué creemos? ¿A qué nos lleva tener fe?
e) ¿Cuál
es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué hacer en concreto para que
se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y
meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos
reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida: «Felices los que no han visto, pero creen”.
5. Contemplar
el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y
comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Piense y haga un compromiso concreto
para esta semana que te permita testimoniar tu fe en Jesús Resucitado. Llevamos
una “palabra”: Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla
en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de
oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Te damos
gracias Jesús, Señor de la Vida, que nos has amado y llamado para ser tus
discípulos(as). Gracias por el Espíritu y el mandato de anunciar y testimoniar
tu resurrección, la misericordia del Padre, la salvación y el perdón para toda
la humanidad. Haz que podamos superar nuestros
miedos y nuestras indecisiones, afrontar nuestras dudas, responder a tu
llamada y ser constructores de tu Reino. Padre
Nuestro que estás en el cielo... AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a)
Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada
encuentro:
a) Compartir sobre
lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he
experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho
esta semana para extender el Reino de Dios?
2. Como el Padre me envió (vs. 21): La Resurrección no se impone como
evidencia y las apariciones del resucitado van ganando paulatinamente el corazón
de sus discípulos. La fe nos abre a la presencia resucitada del Señor en medio
de los suyos: "los discípulos se
alegraron de ver al Señor" (vs.20). Pero esta presencia y la alegría,
su fruto, no son para la contemplación íntima; son fuerza para la misión. Jesús
se presenta en medio de los suyos y les dice: "como el Padre me envió, también yo los envío" (vs.21).
Misión que viene del Padre y de su amor, de su deseo de perdonar y dar vida
(porque 'perdonar es dar vida'), de su preocupación por "reunir a los hijos dispersos" (11,52). Para
ello envía a su Hijo y a su Iglesia y los equipa con la fuerza del Espíritu, "Señor y dador de vida". El Señor está en medio de su Iglesia
para abrirla al mundo, pero muchas veces la Iglesia tiene miedo de arriesgar su
vida y tiende a replegarse en un aislamiento estéril, sobre todo cuando fuera
reina la hostilidad y la muerte. Como lo dice el texto de hoy, la presencia del
Señor se da en medio de una comunidad que se hallaba "con las puertas
cerradas por miedo a los judíos" (vs.19).
3. Jesús y
Tomás (20,24-29): El evangelista subraya la identidad del
Resucitado con el Crucificado. El testimonio de los ángeles, los encuentros y
apariciones y, en especial, las exigencias de comprobación por parte de Tomás,
son de sumo interés. De ellas se deduce que el Resucitado y el Crucificado son
el mismo, aunque su forma de vida sea diversa. Ambos aspectos son igualmente
importantes. De ahí las exigencias de ver y palpar los agujeros de las manos y
del costado: identidad. De ahí la dificultad en reconocer al Resucitado; creen
ver un fantasma, un viandante, el jardinero: diversidad en su nueva forma de vida.
La resurrección de Jesús no es la vuelta de un cadáver a la vida, sino la plena
participación de la vida divina por un ser humano.
4. “Si no veo
en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero… no creeré” (20,25) Tomás
no consigue creer a través de los testigos oculares. Quiere hacer su
experiencia. El evangelio es consciente de la dificultad de cualquiera para
creer en la Resurrección especialmente aquéllos(as) que no han visto al Señor.
Tomás es su intérprete. Él está dispuesto a creer, pero quiere resolver
personalmente toda duda, por temor a errar. Jesús no ve en Tomás a un escéptico
indiferente, sino a un hombre en busca de la verdad y lo satisface plenamente.
Es por tanto la ocasión para lanzar una apreciación a hacia los futuros
creyentes (vs. 29).
5. “Señor mío y
Dios mío” (20,28): El evangelista intenta también poner de relieve
la confesión adecuada de la fe cristiana al citar las palabras de Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Tomás es
presentado como representante de los que no quieren creer sin ver. Vencida su
increencia, el evangelista nos lo presenta como modelo de fe. Son sus palabras
las que recogen la auténtica confesión de la fe cristiana. En sus palabras el
evangelio de Juan alcanza su cota más elevada: el reconocimiento de Jesús como
Señor y Dios. Con esta claridad sólo se había hablado en el prólogo: la Palabra
era Dios (1,1). De esta forma todo el evangelio queda "incluido" entre estas dos afirmaciones o confesiones de
fe. El protagonista es el Hijo de Dios, y la fe descubre esta realidad en un
ser humano como nosotros. El es la última y definitiva intervención de Dios en
la historia.
6. “sopló sobre
ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo” (20,22): El "soplo" sobre los discípulos
recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida
nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu
del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a
la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad
de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de
donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas).
Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas
para la misión. En Juan, "Pentecostés"
es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto,
teológicamente, es muy coherente y determinante.
7. Finalidad
del evangelio (20,30-31): El evangelio terminaba originariamente con
Jn 20,30-31. Estas palabras tienen una clara forma conclusiva y afirman de
forma terminante cuál fue la finalidad que se propuso el evangelista: llevar
a los lectores a la fe en Jesús descubriendo en sus hechos la flecha indicadora
que apunta a su mesianidad y divinidad. La consecuencia de tal descubrimiento y
de la aceptación del mismo es la vida eterna. Además de los siete
"signos" narrados en el libro que lleva su nombre, en el mismo
evangelio se nos cuentan otros, como el lavatorio los pies. Al terminar su
relato, el evangelio nos dice que Jesús hizo muchos más. Lo importante para el
lector es entenderlos como signos que son, es decir, como acciones “significativas" que nos obligan a
pensar en las realidades trascendentes de las que los hechos son únicamente un
punto de referencia.
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