Lucas
24,45-53
1. Oración
Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo para que nos
ayude a leer la Biblia como Tú la has leído a los discípulos en el camino de
Emaús. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros(as) podamos
experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar que Tú estás vivo en
medio de nuestra historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
a. Introducción: Lucas es el
único evangelista que habla de la ascensión, distinguiéndola de la
resurrección. El resucitado necesitaba confirmar a sus discípulos(as) en la fe
e instruirles con vistas a su futura misión. Es en lo que insiste el libro de
los Hechos al hablar de cuarenta días. Se destaca la importancia del resucitado
en el origen de la Iglesia. Después se iniciará el tiempo de la misión en el
que Jesús continuará presente mediante la fuerza del Espíritu Santo. Abramos
nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas 24,45-53: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva.
Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su
comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un
tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros
corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona
lee el versículo o parte del texto que te impresionó más.
2) ¿Qué dijo
Jesús sobre lo escrito en las escrituras acerca de él?
3) ¿Cuál es la
misión que los(as) discípulos(as) deben hacer en nombre de Jesús?
4) ¿Qué promete
Jesús para que sus discípulos(as) pudieran ser sus "testigos"?
5) ¿Qué fue el
último gesto de Jesús al ascender al cielo?
3.
Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es
necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el
grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) Jesús nos
llama a ser testigos, ¿Qué significa en nuestros días ser testigos de Jesús?
¿Cómo vivir para hacer vida hoy el proyecto de Jesús?
b) ¿En qué
damos verdadero «testimonio» de Jesús y
de su Causa? ¿En qué no lo damos suficientemente o en verdad, aún no lo damos?
c) ¿Qué señales
damos de interés por los(as) demás y por su liberación de esclavitudes,
adicciones o angustias, de sufrimientos, marginación, opresión o depresión?
d) La misión
nace del Espíritu: ¿Cómo dejarnos guiar por el Espíritu Santo?
e) ¿Cuál es el
mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para
que se haga realidad?
Para Las
Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a.
Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario
vivir durante la semana.
b.
¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido?
¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c.
¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de
Dios?
2. Es Lucas,
tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el único autor que
habla de la Ascensión en todo el Nuevo Testamento. Sin
embargo, las diferencias sobre el particular de ciertos aspectos y símbolos en
el mismo evangelista, sorprende a quien se detiene un momento a contrastar el
final del evangelio (24,46-53) y el comienzo de los Hechos (1,1-11). En
realidad, los discursos no son opuestos, pero resalta en concreto, que la
Ascensión se posponga “cuarenta días”, en los Hechos de los Apóstoles, mientras
que en el Evangelio todo parece suceder en el mismo día de la Pascua. Esto
último es lo más determinante ya que la Ascensión no implica un grado más o un
misterio distinto de la Pascua. Es lo mismo que la Resurrección, si ésta se
concibe como la “exaltación” de Jesús
a la derecha de Dios. ¿Qué es lo que pretende Lucas? Simplemente establecer un
período determinado, simbólico, de cuarenta días en que lo determinante es lo
que se refiere a hablarles del Reino de Dios y a prepararlos para la venida del
Espíritu Santo. Jesús instruye a sus discípulos de nuevo, confirmándolos en su
fe todavía frágil, para estar alerta. El tiempo Pascual extraordinario, nos
quiere decir Lucas, está tocando a su fin y el Resucitado no puede estar
llevándolos de la mano como hasta ahora. Deben abrirse al Espíritu porque les
espera una gran tarea en todo el mundo, hasta los confines de la tierra.
Hay una promesa muy importante: recibirán la fuerza de
lo alto, el Espíritu Santo, que les acompañará siempre. Lucas, pues, usa el
misterio de la Ascensión para llamar la atención sobre la necesidad de que
los(as) discípulos(as) entren en acción. Hasta ahora todo lo ha hecho Jesús y
Dios con él; pero ha llegado el momento de una ruptura necesaria para la
Iglesia en que tiene que salir de sí misma, de la pasividad gloriosa de la
Pascua, para afrontar la tarea de comunicar la buena noticia del Reino de Dios.
3. El último
gesto: Jesús era realista. Sabía que no podía transformar de
un día para otro aquella sociedad donde veía sufrir a tanta gente. No tenía
poder político ni religioso para provocar un cambio revolucionario. Sólo tenía
su palabra, sus gestos y su fe grande en el Dios de los que sufren. Por eso le
gusta tanto hacer gestos de bondad. «Abraza»
a los niños de la calle para que no se sientan huérfanos. «Toca» a los leprosos para que no se vean excluidos de las aldeas. «Acoge» amistosamente a su mesa a
pecadores e indeseables para que no se sientan despreciados. No son gestos
convencionales. Le salen desde su voluntad de hacer un mundo más amable y
solidario en el que las personas se ayuden y se cuiden mutuamente. No importa
que sean gestos pequeños. Dios tiene en cuenta hasta el «vaso de agua» que damos a quien tiene sed.
A Jesús le gusta sobre todo «bendecir». Bendice a los pequeños y bendice sobre todo a los
enfermos y desgraciados. Su gesto está cargado de fe y de amor. Desea envolver
a los que más sufren con la compasión, la protección y la bendición de Dios. No
es extraño que, al narrar la despedida de Jesús, Lucas lo describa levantando
sus manos y «bendiciendo» a sus
discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y
sus seguidores quedan envueltos en su bendición.
La Iglesia ha de ser en medio del mundo una fuente de
bendición. En un mundo donde es tan frecuente «maldecir», condenar, hacer daño y denigrar, es más necesaria que
nunca la presencia de seguidores de Jesús que sepan «bendecir», buscar el bien, hacer el bien, atraer hacia el bien.
Una Iglesia fiel a Jesús está llamada a sorprender a la sociedad con gestos
públicos de bondad, rompiendo esquemas y distanciándose de estrategias, estilos
de actuación y lenguajes agresivos que nada tienen que ver con Jesús, el
profeta que bendecía a la gente con sus gestos y palabras de bondad.
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