1. Oración
Inicial: Señor de la Vida, tu Palabra es la
fuente viva. Envía tu Espíritu Santo para acercarnos a ella y comprenderla. Danos también la gracia, la voluntad y el
valor necesario para vivirla en nuestras vidas. AMÉN. Cantar
«Espíritu Santo Ven, Ven».
2. Lectura: ¿Qué dice el
texto?
a. Introducción: Este texto abre el Evangelio de Juan, el cual no
incluye los relatos de la infancia como hacen Lucas y Mateo. Al presentar su
evangelio lo hace dando testimonio del sentido de la llegada de Cristo más que
narrando su historia. En este caso no interesa tanto qué pasó en Belén ni cómo
fue su nacimiento, sino qué significado tiene en el mundo y en la historia lo
que sucedió con la llegada del Mesías. Abramos nuestros corazones a escuchar la
Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Juan
1,1-18: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir
el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una
segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio,
para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1) Cada persona lee el versículo o parte del texto que te
impresionó más.
2)
¿De quién habla el texto de
Juan?
3)
¿Qué dice de la Palabra? ¿Con quién estaba
y desde cuándo?
4)
¿Qué realiza? ¿Cómo la describe? ¿Qué gesto realiza y para
qué?
5)
¿Cuál es la afirmación central o el verdadero mensaje del texto?
3.
Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?
No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas
para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y
descubrir su sentido para nuestra vida.
a) Ante el misterio de la Encarnación
contemplemos la situación humana donde nació nuestro Dios y preguntémonos: ¿Qué mensaje
nos deja esta actitud de Dios? ¿Qué
aprendemos de su ejemplo?
b) En la
próxima Navidad volvemos a recibir la alegría del nacimiento de Cristo. Pero, preguntémonos:
¿Se ven por algún sitio, en nuestro mundo, en nuestra patria, en nuestra
sociedad los signos de la llegada Reinado de Dios?
c) ¿Es Navidad
en el mundo? ¿Dónde nace Jesús hoy? ¿Qué podemos hacer para que esta navidad
nazca efectivamente Jesús a nuestro alrededor?
d) ¿Cómo afecta mi vida el saber que Dios se hizo
ser humano para que todo lo humano se convirtiera en divino?
e) ¿Cuál es el
mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para
que se haga realidad?
4. Oración:
¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en
forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre
nuestra vida. «Gracias Señor por
acercarte y compartir nuestra vida humana para salvarnos».
5. Contemplar
el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y
comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso:
¿Qué me pide el niño Dios que mejore de mi
persona para vivir con mayor fidelidad su mensaje? Llevamos una
"palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla
en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de
oración donde volver a conversarla con el Señor
6. Oración final: Dios Misericordioso, que en Jesús nos has dado tu Palabra,
hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y resurrección; te pedimos nos
inspires para seguir sus pasos por el camino que él nos trazó, abrazando en
nuestro caminar hacia ti a todos los hermanos y hermanas. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las
Personas Que Quieran Profundizar Más
1.
Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada
encuentro:
a.
Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario
vivir durante la semana.
b.
¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido?
¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c.
¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de
Dios?
2. En
contraste con Lucas y Mateo, el Evangelio de Juan no contiene las historias del
nacimiento de Jesús. En cambio, este cuarto evangelio comienza antes de la
creación y nos revela a Cristo como el Verbo o Palabra de Dios, el cual era
Dios y estaba con Dios desde el principio. A través de los tiempos, Dios se
había revelado en la creación, en sus alianzas con el Pueblo de Israel, en
Moisés, y se ha revelado en los profetas. Aquellos que creyeron en esta antigua
revelación se convirtieron en hijos e hijas de Dios. Según Juan, Dios, se ha
revelado finalmente a través de la encarnación de su Palabra como signo de su
amor incondicional y eterno. Esta revelación supera y cumple la ley de Moisés.
3. En este
discurso que abre el Evangelio podemos distinguir cuatro centros temáticos:
A. Se
identifica a Cristo con !a fuerza creadora de los comienzos del universo. Es
interesante observar que las primeras palabras de Juan ("En el principio") son
idénticas al comienzo de Génesis 1,1. Es decir, que el evangelista está
queriendo significar que estamos ante un nuevo comienzo, una nueva fundación
del universo, en esta ocasión motivada por !a novedad del Verbo que ha tomado
forma humana y ha decidirlo vivir con nosotros.
B. Es
importante observar la función de la luz en Génesis y en este texto. Aquí
nuevamente la luz es un elemento primordial vinculado a la vida y a la
superación de las tinieblas. Es de notar que en Juan la luz y las tinieblas
parecen tener un rol más activo al señalarse que unas "no prevalecieron" contra la
otra, del mismo modo que la vida es
nombrada casi como un actor más del drama primero. En Juan estos elementos son
representantes de Cristo o de sus oponentes. Esto es así porque el lenguaje del
evangelio es más simbólico y elusivo mientras que la narración de Génesis
permanece en un nivel concreto y descriptivo, donde lo simbólico se presenta
con un lenguaje propio y remite a un referente más genera. En Génesis !a
oscuridad es un estado de la realidad que es simplemente modificado por el
creador y preservado para e! momento de la noche. La cruz es luz es creada para
permitir la vida material del resto de la creación.
C. El
evangelista nos dice que aun estando entre nosotros, el mundo no lo conoció. Esto
significa que el mundo no aceptó su mensaje, pues conocer significaba
apropiarse de algo. No deberíamos suponer que nosotros quedamos excluidos de
ese mundo alejado del Señor. En realidad, Juan está diciendo que todas las
personas rechazamos al Señor porque fuimos partícipes todos(as) de su condena v
crucifixión. En otras palabras, que no hay persona inocente frente a la
tragedia del asesinato del inocente que vino para salvamos. Y a la vez -por
extensión- que siendo todos(as) responsables de su muerte, nadie queda fuera
del amor de Dios expresado en la cruz.
D. Dios no
nos condena al olvido sino que se ha hecho persona y vino a vivir con nosotros. Esto es
una revolución teológica desde el punto de vista judío y también romano, aunque
por otras razones Los primeros no aceptaban un Mesías pacífico y débil que
muere en la cruz. La imagen de David era la de un conductor hábil, un guerrero
fuerte y valeroso. Un hombre que le gustaban las ciudades y había construido su
gobierno en torno a ellas. Jesús parecía cualquier otra cosa, una persona de
las orillas y !as aldeas pequeñas, un líder de multitudes pero no un guerrero o
militar, una persona que no supo defenderse ante los romanos y sus leyes. Para
los griegos la dificultad estaba en que un Dios no podía hacerse ser humano. Es
curioso que el pueblo que más mitologías y narraciones creó en la antigüedad
donde dioses v diosas de forma humana vivían todo tipo de aventuras tuviera problemas
para entender la divinidad de Cristo. Ellos creaban mitos pero no creían que un
Dios podía rebajarse a ser humano, con sus imperfecciones y dudas, en la vida
real. Pero Cristo es el Hijo de Dios y se «cerca a nosotros para vivir y
padecer nuestra suerte. Y eso es lo que celebramos en Navidad.
4. Navidad,
nace el Señor en medio nuestro. Dios se hace uno-con-nosotros(as), pues viene a
visitarnos y compartir nuestra vida. Su luz ilumina nuestra historia para
mostrar el camino que nos lleva a la salvación, a la fraternidad y al
encuentro. Desde el pesebre Dios nos mira con rostro de niño, lleno de
esperanza y vitalidad, diciéndonos “quiero
crecer en tu familia, en tu comunidad, en tu vida”. Ese es nuestro Dios, un
niño en pañales, que necesita nuestro esfuerzo para crecer y llegar a
todos(as).
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