Lucas 2,16-21
1. Oración
Inicial: Señor
Jesús, haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y abra nuestros corazones
para escuchar y comprender tu Palabra. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives
y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de
los siglos. AMËN.
Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".
2. Lectura:
¿Qué dice el texto?
a. Introducción: En la Octava de Navidad,
celebramos la solemnidad de «Santa María
Madre de Dios». Un día muy especial para contemplar a la Madre que lo dio todo para
que Dios, en su proyecto salvador, lo realizara contando, una vez más, con el
ser humano. En este caso, con María, la sencilla mujer de Nazaret, que estuvo siempre
atenta a la Palabra.
Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas 2,16-21: Leemos este texto de Lucas con mucha atención,
tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su
comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un
tiempo de silencio para que la
Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra
vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.
d. ¿Qué dice el texto?
1) ¿Qué versículo o parte del
texto te impresionó más? ¿Por qué?
2)
¿Dónde y en qué condición
encontraron los pastores a Jesús?
3)
¿Qué
hacen los pastores al llegar al pesebre y ver a Jesús?
4)
¿Cuál fue la actitud de
María después de escuchar lo que le contaron los pastores?
5)
¿Qué hacen los
pastores al volver a su lugar de origen?
6)
¿Qué
hacen María Y José al cumplirse los ocho días de nacer?
3. Meditación:
¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta.
Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y
profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a. La gente que esperaba al
Salvador de todo un pueblo y deberá reconocerlo en un niño recién nacido,
pobre, que yace entre dos animales. ¡Gran sorpresa! El plan de Dios acontece a
veces de modo inesperado, lleno de sorpresa. ¿Esto sucede también hoy? Explicar.
b.
¿Cómo
se ha manifestado Dios en los acontecimientos de nuestra vida e historia?
- Los pastores se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír. ¿Cómo proclamamos nosotros la experiencia gozosa de nuestro encuentro con el Mesías?
- ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración:
¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración
todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra
vida. …se volvieron dando gloria y alabanza a Dios
por lo que habían visto y oído”.
5. Contemplar
el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación
de la realidad: Compromiso: Seguir viviendo con el espíritu de la navidad en
los diversos ambientes: familia, barrio, trabajo, lugar de compromiso. Llevamos
una “palabra”. Esa “palabra” o versículo que nos va a acompañar hasta que
nos encontremos nuevamente. Seguramente se hará presente durante la semana
mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.
6. Oración
final: Dios
de la Paz, que
quieres que vivamos como hermanos y hermanas en unidad fraterna. En este tiempo
que damos comienzo al nuevo año, te pedimos con todo el corazón nos concedas la Paz, don tuyo y a la vez fruto
de nuestros esfuerzos por la
Justicia, y que hagas de nosotros sus esforzados constructores,
para que merezcamos la bienaventuranza que anunció Jesús. AMÈN. Padre
Nuestro, que estás en el cielo…
.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. La función de los dos primeros capítulos del
Evangelio de Lucas: Se trata de dos capítulos bastantes
conocidos, pero pocos profundizados. Lucas los escribe imitando los escritos
del Antiguo Testamento. Es como si estos dos capítulos fuesen los últimos del Antiguo
Testamento abriendo la puerta para la llegada del Nuevo Testamento. En estos
capítulos nos hace sentir el perfume de un ambiente de ternura y alabanza. Del
principio al fin, se alaba y canta la misericordia de Dios que, finalmente,
viene a cumplir sus promesas. Lucas nos muestra cómo Jesús, cumple el Antiguo
Testamento iniciando el Nuevo Testamento. Y lo cumple a favor de los pobres, de
aquéllos que sabrán esperar su venida: Isabel, Zacarías, José, Simeón, Ana, los
pastores. Por esto, los dos primeros capítulos no son historia según el sentido
que hoy le damos a la historia. Sirven mucho más como un espejo, en el que los
destinatarios, los cristianos convertidos del paganismo, podían descubrir quién
era Jesús y cómo había venido para realizar las profecías del Antiguo
Testamento, respondiendo a las más profundas aspiraciones del corazón humano.
Era espejo también de lo que estaba acaeciendo en las comunidades del tiempo de
Lucas. Las comunidades venidas del paganismo nacerán de las comunidades de los
judíos convertidos. Pero ellos eran diferentes. El Nuevo Testamento no
correspondía a lo que el Antiguo Testamento imaginaba y esperaba. Era “la señal de contradicción” (Lc 2,34),
causaba tensión y era fuente de muchos dolores. En la conducta de María, Lucas
presenta un modelo de cómo las comunidades podían reaccionar y perseverar en el
Nuevo. En estos dos capítulos Lucas presenta a María como modelo para la vida
de las comunidades. La clave nos viene dada en aquel episodio en la que una
mujer del pueblo elogia a la madre de Jesús. Jesús modifica el elogio y dice: “Dichosos aquéllos que escuchan la palabra
de Dios y la guardan” (Lc 11,27-28) Aquí está la grandeza de María. Es en
el modo en el que María sabe referirse a la Palabra de Dios en el que las comunidades
contemplan el modo más correcto de relacionarse con la Palabra de Dios: acogerla,
encarnarla, vivirla, profundizarla, rumiarla, hacerla nacer y crecer, dejarse
plasmar por ella, aun cuando no se entienda o cuando nos hace sufrir. Es ésta
la visión que subyace en los dos títulos de los capítulos 1 y 2 del Evangelio
de Lucas, que hablan de María, la madre de Jesús.
2. Jesús no nace entre
los grandes y poderosos del mundo sino, muy
en la línea de Lucas, entre los pequeños y los humildes; como los pastores de
Belén, que no son meras figuras decorativas de nuestros «belenes», pesebres o
nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con
fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa
judía. A ellos en primer lugar llaman los «ángeles» a saludar y a adorar al
Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de
Dios que habían podido ver y oír por sí mismos. Algo similar pasa con María y
José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde
matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Pero María, la madre, «guardaba y meditaba estos acontecimientos
en su corazón», y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos,
y estaba dispuesta a testimoniarlo delante de los demás, como lo hizo delante
de Isabel, entonando el Magníficat.
3.
Conducta de María y de los pastores ante los hechos, ante la palabra:
Lucas añade enseguida que “María
conservaba estas palabras (acontecimientos) meditándolos en su corazón”.
Son dos modos de percibir y acoger la Palabra de Dios:
a. Los
pastores se levantan y van para ver los hechos y verificar en ellos la señal
que se les había dado por el ángel, y después, vuelven a sus rebaños
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído.
b. María,
por su parte, conservaba con cuidado todos los acontecimientos en la memoria y
los meditaba en su corazón. Meditar las cosas significa rumiarlas e iluminarlas
con la luz de la Palabra
de Dios, para así llegar a entender mejor todo el significado para la vida.
4. La
circuncisión y el Nombre de Jesús: De acuerdo
con una norma de la Ley,
el pequeño Jesús es circuncidado el octavo día después de su nacimiento (Génesis
17,12). La circuncisión era una señal de pertenencia al pueblo. Daba identidad
a la persona. En esta ocasión cada niño recibía su nombre (Lc 1,59-63). El niño
recibe el nombre de Jesús que le había sido dado por el ángel, antes de ser
concebido. El ángel había dicho a José que el nombre del niño debía ser Jesús “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt
1,21). El nombre de Jesús es Cristo, que significa Ungido o Mesías. Jesús es el
Mesías esperado. Un tercer nombre es Emmanuel, que significa Dios con nosotros
(Mt 1,23). ¡El nombre completo es Jesús Cristo Emmanuel!
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