13 abr 2014

3° Domingo de Cuaresma



Juan 4,1-42

1. Oración Inicial: Padre Bueno, danos tu Espíritu Santo para que podamos reconocer y acoger a tu Hijo que pasa por nuestra historia. Danos hoy un corazón abierto para escuchar y comprender tu Palabra. Danos también el estar siempre preparados(as) para colaborar en la construcción de tu Reino.  AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: El texto de hoy describe el diálogo entre Jesús y la Samaritana. Diálogo muy humano, que demuestra cómo Jesús se relacionaba con las personas y cómo Él mismo aprendía y se enriquecía hablando con otras. Durante la lectura, intenta prestar atención a lo que más te sorprende en la conducta tanto de Jesús como de la Samaritana. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Juan 4,1-42: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

d. ¿Qué dice el texto?

1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2)     ¿Dónde sucede el relato? ¿Qué personajes aparecen en el texto?
3)     ¿Qué le pide Jesús a la mujer samaritana? ¿Cómo reacciona ante el pedido que le hace? ¿Cómo es el proceso de cambio que experimenta a partir de sus palabras? ¿Qué sucede finalmente con ella? ¿Qué consecuencias tuvo ese encuentro?
4)     ¿Cuál es el alimento que sustenta Jesús?
5)     ¿Cuál fue el resultado final de este  paso de Jesús por Samaría? Finalmente: ¿Qué saben de Él y cómo reconocen a Jesús?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

a)     ¿Qué te ha llamado más la atención en la conducta de Jesús durante el diálogo con la Samaritana? ¿En qué puntos su conducta y actitud nos interroga, interpela, provoca o critica?
b)    Identifica algunas mujeres que realizan o hayan realizado un servicio evangélico en la comunidad. ¿Se aprecia y valora el trabajo de las mujeres? Da algunos ejemplos.
c)     “… los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”, es decir, con el corazón y con las obras de la justicia y del amor.  Nuestra religión: ¿Ha llegado a la profundidad de una “religión más allá de la religión formal”? ¿Qué tipo de culto le damos a Dios? ¿Vemos a Dios sólo en el templo o reconocemos que Dios habita también en los pobres, en la justicia y el amor?
d)    “… el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed” ¿Bebemos el agua viva que nos ofrece Jesús o andamos buscando satisfacer otro tipo de sed?
e)     “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado y llevar a cabo su obra”. ¿Cuál es el principal alimento en nuestra vida?
f)     ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Señor, danos de beber esa agua para que tengamos vida».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Vivir la auténtica fe que se muestra en las obras de amor y la justicia, el «culto en espíritu y en verdad».  Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Padre Dios, danos siempre agua viva.  Haz que, como verdaderos adoradores, te adoremos en espíritu y en verdad, en justicia y amor, en apertura y solidaridad con toda la gente.  Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a.    Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b.    ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c.    ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios? 
2. Contexto: El texto de hoy narra el encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Los judíos y los samaritanos no se trataban por razones históricas. Eran despreciados y maltratados por los judíos. Llamar a alguien "samaritano" era uno de los peores insultos. Jesús entra en relación con una mujer samaritana. Según la ley de Moisés, esa mujer era excluida por varios motivos: por su origen -pertenecía a un grupo conside­rado impuro-, por su religión y por ser mujer. La sed de vida y apertura que existía tanto en Jesús como en la mujer hizo que se superasen las barreras.

3. El agua viva. Estamos ante un precioso texto de Juan, revelador de una faceta sumamente importante de la misión de Jesús. Los samaritanos son gente despreciada por los judíos, su religión y sus costumbres están mezcladas con elementos pa­ganos. En pleno calor Jesús está solo "junto al pozo" de Jacob; pide de beber a una samaritana, la mujer se sorprende, sabe que los judíos no les hablan. Pero, precisamente, el Señor le ha pedido un gesto de solida­ridad humana elemental que está por encima de las diferencias religiosas entre los pueblos. El Señor avanza con auda­cia, la circunstancia le permite referirse al "agua viva" de su mensaje. A él también tiene derecho la samaritana, Jesús no sólo le dirige la palabra, le ofrece la vida.  Una vez más la actitud del Señor supera las fronteras políticas y religiosas. La mujer no entiende, tiene que ampliar su visión. Jesús prosigue pedagógicamente su ofrecimiento, el agua que promete sacia definitivamente la sed humana de plenitud y de vida (vs. 13-14). Se trata de la fuerza del Espíritu (vs.24). La resistencia de la samaritana comienza a ser vencida, tal vez no comprende todo, pero pide esa agua viva (vs.15). Jesús lee entonces el corazón de la samaritana y provoca su reconocimiento: "eres un profeta" (vs.19). Jesús da el último toque a su proclamación: el Padre debe ser adorado "en espíritu y verdad" (vs.24). Se trata de un culto que va más allá del que rinden judíos y samaritanos, dirigido a un Dios cercano y amoroso, Padre.

4. El amor de Jesús no tiene límites. Una frecuente tendencia en el ámbito religioso es encerrar­se entre creyentes, en un mundo intraeclesial. Pero el amor de Jesús no tiene límites, el Dios que anuncia no cabe en los espacios que construimos para él, ni en los conceptos con los que queremos comprenderlo. Hoy en América Latina es necesario anunciar la Buena Nueva a todo pulmón para que su mensaje de paz y justicia llegue a todos los rincones de un continente que se empobrece día a día. El agua que brota de la peña (Ex. 17,6), del pozo de Jacob, del corazón de Jesús, debe inundarlo todo. Seguir la propuesta de Jesús exige superar las barreras que proceden del grupo social, del sexo, de la generación y de la tradición. ¿Cómo nos relacionamos con personas diferentes de nosotros(as)?

5. Dios debe ser adorado en espíritu y en ver­dad. ¿Qué significa esto? Si las palabras de Jesús ofrecen alguna novedad no puede pen­sarse simplemente en un culto más interior y menos ritual. Esa había sido ya la predicación y exigencia proféticas. Adorar en espíritu y en verdad significa adorar al Padre a través de Jesucristo, que es la verdad, y bajo el impul­so del Espíritu. Los verdaderos adora­dores son aquellos que acogen la vida y la mi­sericordia, la liberación y la salud que Dios les revela y les comunica, respondiendo a la ini­ciativa divina mediante el ejercicio de la fe. La adoración en espíritu y en verdad no significa la condenación de todo culto exterior. Lo que caracteriza a los verdaderos adorado­res no es la ausencia de ritos, sino la firme vo­luntad de escuchar y servir a Dios en la per­sona de su Enviado. El adorador es verdade­ro en la medida en que acoge la "verdad" de Dios y responde a ella mediante la fe y el compromiso de vida.

6. Automanifestación de Jesús. (4,27-42) La aparición en escena de los discípu­los y su incomprensión da lugar a que Jesús se presente como realizador de la voluntad del Padre. Esto es lo que justifica y determina su vida. También recibió del Padre el encargo de confiar la misión de la evangelización a los que él eligió para llevarla adelante. Cuando se es­cribió el evangelio había en Samaría una mi­sión y una comunidad florecientes (4,36-42). El texto habla de una gran cosecha (4,35-38). Estos versículos suponen tras de sí una comunidad cristiana floreciente. La tensión existente entre la siembra que promete y la cosecha que todavía no ha llegado, debe ser eliminada. A esto se refiere el proverbio de Jn 4,35. Con estas palabras pretende Jesús que sus discípulos estén pre­parados para vivir los tiempos extraordinarios que se avecinan: la siembra y la cosecha son simultáneas (Is 9,1ss). Entre la siembra y la cosecha existe un tiempo, más o me­nos largo, que las separa. La cosecha no sigue inmediatamente a la siembra. Es necesario esperar. Sin embargo, esto no ocurre cuando se pasa de la imagen a la realidad. Siembra y cosecha coinciden en el terreno de la evangelización. No es necesario distinguir dos tiempos: primero se anuncia el evangelio, se predica, y después sigue el tiempo de la es­pera hasta la cosecha, que pondrá de mani­fiesto la aceptación o rechazo del evangelio predicado.La presencia de la Palabra sitúa al ser humano ante la obligación de la decisión. Esto signifi­ca la simultaneidad de la siembra y de la cosecha. La Palabra es la siembra y la de­cisión del ser humano ante ella es la cosecha. En la confrontación personal con la Palabra es donde se produce la presencia simultánea de la siembra y de la cosecha. En dicha con­frontación personal se realiza el juicio.

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