Juan 9,1-41
1. Oración Inicial: Señor, envía tu Espíritu Santo. Danos tu luz y
concédenos escuchar con
apertura de corazón el mensaje de tu Palabra para que vivamos siempre conforme a tu voluntad y
actuemos como luz y fermento del mundo. AMÉN. Cantar «Espíritu Santo Ven, Ven».
apertura de corazón el mensaje de tu Palabra para que vivamos siempre conforme a tu voluntad y
actuemos como luz y fermento del mundo. AMÉN. Cantar «Espíritu Santo Ven, Ven».
2. Lectura:
¿Qué dice el texto?
a. Introducción:
El texto de hoy nos invita a meditar la historia de la sanación de un ciego de
nacimiento. Tenemos aquí un ejemplo concreto de cómo el Evangelio de Juan
revela el sentido profundo escondido en los hechos de la vida de Jesús. La
historia nos ayuda a abrir los ojos sobre la imagen de Jesús que cada uno lleva
consigo. Durante la lectura, tratemos de prestar atención a dos cosas: (1) el
modo expedito y libre con que el ciego reacciona ante las provocaciones de las
autoridades, y (2) el modo en que el ciego abre los ojos con respecto a Jesús. Abramos
nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer
el texto: Juan 9,1-41: Hacer una
lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que
el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un
momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la
palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra
me Da Vida».
d. ¿Qué
dice el texto?
1)
Cada persona lee el versículo o
parte del texto que le impresionó más.
2)
¿Qué preguntan los discípulos al
ver al ciego? ¿Qué responde Jesús?
3)
¿Qué dice Jesús sobre sí mismo
mientras está en este mundo?
4)
¿Cuál es el signo que hace Jesús
que resulta en la sanación del ciego?
5)
¿Cómo reaccionan los vecinos?
¿Cómo reaccionan los fariseos? ¿Cómo reaccionan los padres? ¿Cuál fue la
sentencia final de los fariseos? ¿Qué hicieron con el hombre?
6)
¿Cómo fue el encuentro de Jesús
con el expulsado? El hombre: ¿Qué hizo y dijo a Jesús?
7)
¿Cuál es la reflexión o enseñanza
final de Jesús?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra
vida? No es necesario responder a cada
pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es
conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para
nuestra vida.
a)
¿Existen hoy personas que piensan
que la enfermedad, los desastres naturales o las desgracias son castigo de
Dios? Al escuchar las palabras de Jesús: ¿Qué pensamos ahora?
b)
Dice el refrán popular: ¡No hay
peor ciego que el que no quiere ver! A veces, quienes deberían ser los más
lúcidos resultan los más ciegos. Este aspecto del evangelio de hoy: ¿Tiene
alguna relevancia para nuestros días?
c)
En nuestra comunidad: ¿Cómo
debemos llevar al mundo la luz que recibimos del Evangelio? ¿Cómo caminar hoy
como hijos e hijas de la luz en nuestra realidad?
d)
¿Nos sentimos desafiados por la
vida y por la palabra de Jesús? ¿Aceptamos el reto de vivir a la altura del
desafío que nos hace? ¿Y qué es lo que hay que ver hoy?
e)
¿Cuál es el mensaje del texto
para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga
realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de
escuchar y meditar su Palabra? Ponemos
en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y
sobre nuestra vida. «Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo».
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el
texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su
justicia: Compromiso:
¿Qué necesitamos cambiar para volver a caminar esta semana en la luz de Cristo?
Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del
texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla
y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Danos Señor la capacidad de mirar la vida a la luz del Evangelio. Quita
de nosotros(as) la venda que nos impide descubrir a los demás como hermanos y
hermanas. Aclara nuestra mirada, danos tu luz, cambia nuestra ceguera para
creer y vivir como discípulos(as). Ayúdanos a colaborar contigo para que todas
las personas puedan alegrarse en su vida al ver tu luz. Padre
Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar
cada encuentro:
a) Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su
diario vivir durante la semana.
b) ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido?
¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c) ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de
Dios?
2. Contexto en el que fue escrito el Evangelio de
Juan: Meditando la historia de la
curación del ciego, es bueno recordar el contexto de las comunidades cristianas
en Asia Menor hacia finales del siglo primero, para las cuáles fue escrito el
Evangelio de Juan y que se identificaban con el ciego y con su curación. Ellas
mismas, a causa de una visión legalista de la ley de Dios, eran ciegas de
nacimiento. Pero, como sucedió para el ciego, también ellas consiguieron ver la
presencia de Dios en la persona de Jesús de Nazaret y se convirtieron. ¡Fue un
proceso doloroso! En la descripción de las etapas y de los conflictos de la
curación del ciego, el autor del Cuarto Evangelio evoca el recorrido espiritual
de las comunidades, desde la oscuridad hasta la plena luz de la fe iluminada
por Cristo.
3. La ceguera ante el mal que existe en el mundo (9,1-5): Ante un ciego de nacimiento, que por esa
razón vivía de limosnas, los discípulos de Jesús preguntan por el culpable de
su infortunio. Era una idea dominante en esa época: la pobreza y la enfermedad
eran castigo de un pecado. Asociar los defectos físicos al pecado era un modo
con el cual los sacerdotes de la Antigua Alianza mantenían su poder sobre la
conciencia del pueblo. El Señor los libera de esa concepción que los ata de
manos y no les permite confrontar la realidad: ni este individuo ni sus padres
son responsables de la ceguera (vs.3). Culpabilizar a quienes padecen
enfermedad o pobreza es hundirlos en ellas; impide, además, que tomen las
medidas apropiados para salir de esas situaciones. Este modo de ver las cosas
no ha terminado. Lo encontramos en nuestro pueblo que muchas veces vive sus
sufrimientos como un castigo divino. El pecado es una realidad humana, pero los
cristianos creemos en un Dios pronto al perdón. Es un Dios de amor y no de
castigos que justifiquen lo que El rechaza: las condiciones inhumanas en que
vive la mayoría de nuestra población. Al liberarnos de esta estrecha -e
interesada-interpretación, Jesús nos revela al Dios de la vida y del amor.
4. El signo de
"Enviado de Jesús" que produce diversas reacciones: 1) La primera reacción, la de los vecinos
(9,8-13): Los vecinos quedan dudosos y se preguntan. Ellos no quedan
satisfechos con la respuesta del ciego, y para aclarar el asunto, llevan al
hombre ante los fariseos, las autoridades religiosas. 2) La segunda reacción:
la de los fariseos (9,14-17): Aquel día era un sábado y el día de sábado estaba
prohibido curar. No estaban dispuestos a admitir que Jesús pudiese ser un signo
de Dios, porque curaba al ciego en sábado. Pero otros fariseos, interpelados
por el signo, responden: "¿Cómo puede
un pecador realizar semejantes signos?" ¡Y había disensión entre
ellos! Y preguntaron al ciego: "¿Y
tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?" Y él ofrece su
testimonio: "¡Es un Profeta!" 3) la tercera reacción: la de los
padres (9,18-23): Los fariseos no creían que hubiese sido ciego. Por esto
mandaron llamar a los padres y le preguntaron: "¿Es éste su hijo de quien ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo,
pues, ve ahora?" Con mucha cautela los padres respondieron. La ceguera
de los fariseos ante la evidencia de la curación produce temor en la gente. Y
aquél que confesaba tener fe en Cristo Mesías era expulsado de la sinagoga. La
conversación con los padres del ciego revela la verdad, pero las autoridades
religiosas se niegan a aceptarla. Su ceguera es mayor que la evidencia de los
hechos. Los padres se hallan amedrentados por aquellos Este miedo refleja la
situación de persecución que sufren los cristianos a causa de la campaña que
los judíos han desatado contra ellos.
5. La sentencia final de los fariseos con respecto
a Jesús (9,24-34): Llaman de nuevo al
ciego El había dicho: "¡Es un
Profeta!" Según los fariseos debiera haber dicho: "¡Es un pecador!" Pero el ciego es inteligente. Ante la
ceguera de los fariseos, crece en el ciego la luz de la fe. Él no acepta el
razonamiento de los fariseos y confiesa que Jesús viene del Padre. Esta
profesión de fe le causa la expulsión de la sinagoga. Lo mismo sucedía en las
comunidades cristianas de finales del primer siglo. Aquél que profesaba la fe
en Jesús debía romper cualquier lazo de unión familiar y comunitaria Así sucede
hoy también: aquél o aquélla que decide ser fiel a Cristo corre el peligro de
ser excluido.
6. El mendigo se pone de pie: Se ha operado un cambio total en este mendigo
ciego que pasaba su vida sentado estirando la mano por una limosna. Ahora,
puesto de pie, discute de igual a igual con los poderosos de su pueblo, ciegos
a la manifestación del Mesías (vs.30-33). Poco a poco va comprendiendo mejor a
Jesús: primero habla de él como "ese hombre" (vs. 11), después la luz
se va haciendo y dice que se trata de "un profeta" (vs.17). El Señor
entra en escena nuevamente y lo conduce plenamente a la fe. "Creo, Señor" (vs.38), afirma
este hombre tratado por todos, menos por Jesús, como un insignificante. Dios lo
elige para que manifieste su obra. El ciego, y aquellos que lo rodean, son
liberados de la idea de un Dios castigador, se ve libre de la ceguera, crece
como ser humano y recibe finalmente la gracia de la fe. Reducir la liberación
de Jesús a uno de esos aspectos es mutilarla o empobrecerla. Nada escapa a su
amor.
7. Una reflexión final (9,39-41): El ciego que no veía, acaba viendo
mejor que los fariseos. Las comunidades del Asia Menor que antes eran ciegas,
descubren la luz. Los fariseos que pensaban ver correctamente, son más ciegos
que el ciego de nacimiento. Encerrados en la vieja observancia, mienten cuando
dicen que ven. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
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