26 nov 2011

Jesucristo, Rey del Universo

Jesucristo, Rey del Universo

Mateo 25, 31-46


1. Oración Inicial: Padre bueno, envíanos el Espíritu Santo, para que podamos acoger a Jesús que pasa por nuestra historia y ofrece la vida por la humanidad. Danos una visión límpida y un corazón abierto para escuchar e interpretar tú Palabra. Danos el estar siempre preparados para colaborar en la construcción tu Reino. AMÉN.    Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".

2. Lectura: ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Vamos a escuchar las palabras de Jesús. Dice que al final de nuestra vida seremos juzgados según el amor que practica­mos con los hermanos y hermanas necesitados. Podemos fijar­nos en los criterios que usa Jesús para decir que alguien es bendito o maldito. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Mt 25,31-46: Leemos este texto de Mateo con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d. ¿Qué dice el texto?

1)     ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más? ¿Por qué?
2)     ¿Cuál es el tema del relato?
3)     ¿Cuáles son los dos grupos que aparecen en el pasaje? ¿De qué se sorprenden?
4)     ¿Cuál es el criterio que usa Jesús para separar quienes son ben­ditos o malditos?
5)     ¿Quiénes son los hermanos más pequeños con los que Jesús se identifica?
6)     ¿Cuál es la actitud que decide el desti­no de cada persona? ¿Por qué?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. ¿Cómo ha demostrado Jesús en su vida su predilección por los últimos?
  2. Hambrientos, sedientos, extranjeros, des­nudos, enfermos, prisioneros... Hoy: ¿Cómo tendríamos que completar la lista señalada por Jesús? ¿Quiénes son los hermanos más pequeños? ¿Que sufren en nuestra sociedad? ¿Vemos a Jesús en estas personas necesitadas?
  3. Señalamos personas, problemas, nece­sidades actuales que se pueden incluir hoy entre las bendicio­nes y maldiciones del juicio final. Por ejemplo: "Vengan, porque fui emigrante y me arrendaron una casa donde vivir, y me dieron un trabajo para mantenerme".
  4. Dios no está pidiendo que hagamos nada explícitamente “religioso” sino que nos preocupemos del prójimo y en especial los más necesitados. Comentar.
  5. ¿Qué podemos hacer para que nuestra comunidad aco­ja a Jesús que viene hasta nosotros(as) en el pobre, en el ham­briento, en el desempleado, en el enfermo, en el que vive en la calle, en el pequeño?
  6. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. "Señor, ayúdanos a vivir el amor, la solidaridad y la fraterni­dad".

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: Para alcanzar la vida con Dios hay que vivir la solidaridad concreta  ¿A qué nos compromete reconocer a Jesús  presente en los  más pobres y olvidados? Llevamos una “palabra”. Esa “palabra” o versículo que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente se hará presente durante la semana mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.

6. Oración final: Jesús, ayúdanos a vivir la misericordia y la solidaridad. En nuestros días hay muchos desnudos, sedientos, hambrientos, forasteros, enfermos y presos.... Ayúdanos para ver tu rostro en cada persona que sufre. Conviértenos para que nos preocupemos de la gente y no vivamos indiferentes, porque somos hermanas y hermanos y nuestro Padre quiere justicia y libertad para toda la humanidad. AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Contexto: Los capítulos 24 y 25 del evangelio de Mateo contienen un largo discurso pronunciado por Jesús y dirigido a sus discípulos (24,3). Se anuncia la manifestación definitiva del Hijo del hombre y se advierte que, mientras se espera, hay que perma­necer vigilantes. El discurso que recorre estos dos capítulos está escrito de un modo algo extraño para nosotros(as), aunque era frecuente entre algunos grupos judíos y cristianos de la época. Se llama lenguaje apocalíptico y pretendía desvelar una revelación que estaba oculta. Sus destinatarios eran, generalmente, grupos en crisis, y estos escritos pretendían llevarles un mensaje de aliento y esperanza. ¿Qué le ocurría a la comunidad de Mateo para necesitar este mensaje? Su comunidad constataba que la segunda venida del Señor se retrasaba. A pesar de la muerte y resurrección de Jesús, la his­toria parecía continuar como antes. Se mantenía la injusticia, el olvido de Dios, el atropello de los pobres... Entre los mismos cris­tianos(as) había signos de dejarse estar, rutina y abandono de la radicalidad del mensaje de Jesús. El evangelista recuerda que en el mensaje del Señor hay palabras de exhortación y aliento para esta situa­ción: Cristo volverá con gloria y la historia tendrá un final feliz, aunque ahora este final permanezca oculto. Ahora bien, esta segunda venida no sucederá enseguida. Mientras llega el momento, es necesario vigilar y comprometerse, porque el futuro se construye desde el presente. Esta exhortación al compromiso está especial­mente subrayada en la parábola del juicio final. Con ella se cierra el ministerio público de Jesús y comienza el relato de la pasión.

2. La venida de Jesús al final de los tiempos: En la visión de Mateo, la venida de Jesús al final de los tiempos será ante todo un ac­to de discernimiento, en el que aparecerán las consecuencias del comportamiento que se haya tenido mientras se aguarda la veni­da del Señor. Es entonces cuando aparece­rá con claridad la distinción entre el trigo y la cizaña (13,24-30), entre los peces bue­nos y malos (13,47-50), entre el criado fiel y el malo (24,45-51), entre las jóvenes previsoras y las descuidadas (25,1-13) y entre los criados leales a su señor y los que no lo fueron (25,14-30). Lo que resulta más sorprendente y llamativo es la medida que se utiliza en este juicio. En él lo decisi­vo es la actitud de amor o indiferencia hacia los pobres y excluidos. Según Mateo, seremos juzgados por nuestra capacidad de amar, sobre todo a esas personas. Ese amor se tiene que mani­festar en gestos concretos: dando de comer, de beber, etc. Es de­cir, creando condiciones justas y fraternas de vida. La ra­zón última está en la íntima solidaridad que existe entre éstos y Jesús: lo que se hace con ellos, se hace con Jesús.

3. El Hijo del hombre: Hijo del hombre es una expresión judía que significa simplemente un ser humano. Así la usa el libro de Ezequiel donde Dios se dirige al profeta como "hijo del hombre" (2,1.3.6.8; 1.2.4.10.16) para resaltar la distancia entre Dios que es trascendente y el profeta que es un simple hombre. Sin embargo en Daniel 7,13-14 la expresión adquiere un significado particular. El profeta ve "aparecer sobre las nubes del cielo uno semejante a un "hijo de hombre" que recibe de Dios "poder, gloria, y reino". Se trata sin duda de un ser humano, que no obstante esto, es introducido en la esfera de Dios. El texto ha sido interpretado siempre en sentido mesiánico, sea en sentido personal como colectivo. Por tanto, se trate de una persona o se trate del Pueblo de Dios en su conjunto, el Hijo del hombre es el Mesías que inaugura el Reino de Dios, eterno y universal. La aplicación del título "Hijo del hombre" a Jesús teniendo de fondo a Daniel 7,13-14 es difundida en los evangelios. Se encuentra también en las Actas 7,56 y en el Apocalipsis 1,13 y 14,14. Los especialistas piensan que ha sido el mismo Jesús quien se ha dado a sí mismo este título. En el evangelio de Mateo se ha puesto en boca de Jesús particularmente cuando Él habla de su pasión (17,12.22; 20, 18.28), de su resurrección como suceso escatológico (17,19; 26,64) y de su venida gloriosa (24,30; y 25,31, inicio de nuestro texto).

4. El Vicario de Cristo es el pobre (25,37-40): A los que acogieron a los excluidos se les llama "justos". Significa que la justicia del Reino no se alcanza observando nor­mas y prescripciones, sino acogiendo a los necesitados. Pero los propios justos no saben cuándo acogieron a Jesús necesitado. Jesús responde: "Cuando lo hicieron con uno de estos mis her­manos, más pequeños, conmigo lo hicieron". ¿Quiénes son es­tos "mis hermanos, más pequeños"? En otros pasajes del evan­gelio de Mateo, las expresiones "mis hermanos" y "pequeños" se refieren a los discípulos (10,42; 12,48-50; 18,6.10.14; 28,10). Son los miembros más abandonados de la comunidad, los despreciados que no tienen lugar y no son bien recibidos (10,40). Jesús se identifica con ellos. Pero esto no es todo. En el contexto amplio de esta parábola final, la expresión "mis her­manos más pequeños" se amplía e incluye a todas aquellas personas que no tienen lugar en la sociedad. Son todos(as) los pobres y excluidos. Y los "jus­tos" y los "benditos de mi Padre" son todos(as) los que acogen al otro(a) en la total gratuidad, independientemente de ser cristiano o no.

5. "maldi­tos": Son las personas que no entran en el Reino. Aquí el motivo es uno solo: no acogieron a Jesús hambriento, se­diento, extranjero, desnudo, enfermo y preso. No es Jesús el que nos impide entrar en el Reino. Es nuestra práctica y la for­ma de acoger, ignorar o ser indiferente al otro, la ceguera que nos impide ver a Jesús en los pequeños.

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