24 ene 2012

3º Tiempo Ordinario (B)

3º Tiempo Ordinario (B)

Marcos 1,14 - 20


1. Oración Inicial:
Señor, envíanos tu Espíritu Santo.  Que tu Palabra sea motivo de esperanza y consolación. Que  podamos meditarla y dejarla cantar en el corazón, hasta el último día de nuestras vidas; que nuestra humanidad se convierta en seno en el que pueda germinar la fuerza de tu palabra.  AMÉN.     Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".

2. Lectura: ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la mal afamada Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las plazas. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado de Dios ha comenzado y ante el reinado de Dios, sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe y comprometerse con él.

b. Leer el texto: Marcos 1,14-20: Leemos este texto de Marcos con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d. ¿Qué dice el texto?

1)     ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más? ¿Por qué?
2)     ¿Dónde se encuentra Juan cuando Jesús se inicia su misión pública?
3)     ¿Qué es la buena noticia que proclama Jesús? ¿Y en qué región de Palestina?
4)     ¿Qué palabras usa Jesús para llamar a Simón Y a Andrés?  ¿Cómo respondieron?
5)     ¿Qué te llama la atención a la manera que respondieron los primeros seguidores?
6)     ¿Qué dos respuestas exige Jesús?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. Un hecho político, la prisión de Juan, llevó a Jesús a que iniciara el anuncio de la Buena Nueva de Dios. Los hechos políticos y sociales en Chile hoy: ¿Influyen en el anuncio que hacemos de la Buena Nueva? En las reuniones de comunidad: ¿Tomamos en cuenta estos hechos?
  2. El Reino de Dios es el centro de la misión de Jesús. ¿Sentimos la urgencia del Reino de Dios? ¿Tenemos una opción vital y compromiso por el Reino? Explicar.
  3. «Síganme..... y al instante lo siguieron». ¿Cómo respondemos nosotros? ¿Qué nos impide seguir más radicalmente a Jesús y comprometernos más fondo con su Causa?
  4. Convertirse significa literalmente tomar otra dirección, cambiar de rumbo, no quedarse donde está y como está. Es esforzarse por llegar a ser lo que se debe ser.  ¿Qué gesto(s) concreto(s) de conversión debemos hacer?
  5. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca."

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: ¿Qué gesto concreto  de conversión puedes hacer esta semana? Llevamos una “palabra”. Esa “palabra” o versículo que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente.

6. Oración final: Dios, Padre nuestro, Tú que todo lo puedes, ayúdanos a que nos convertirnos a Ti cada día, de modo que llevemos siempre una vida según tu voluntad y podamos dar abundantes frutos de amor, justicia y paz.  AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. «Jesús se dirigió a Galilea»: Las aldeas de Galilea está el pueblo más pobre y desheredado, despojado de su derecho a disfrutar de la tierra regalada por Dios; aquí encuentra Jesús como en ninguna otra parte el Israel más enfermo y maltratado por los poderosos; aquí es donde Israel sufre con más rigor los efectos de la opresión. En las ciudades, en cambio, viven los que detentan el poder, junto con sus diferentes colaboradores: dirigentes, grandes terratenientes, recaudadores de impuestos. No son ellos los representantes del pueblo de Dios, sino sus opresores, los causantes de la miseria y del hambre de estas familias. La implantación del reino de Dios tiene que comenzar allí donde el pueblo está más humillado. Estas gentes pobres, hambrientas y afligidas son las «ovejas perdidas» que mejor representan a todos los abatidos de Israel. Jesús lo tiene muy claro. El reino de Dios solo puede ser anunciado desde el contacto directo y estrecho con las gentes más necesitadas de respiro y liberación. La buena noticia de Dios no puede provenir del espléndido palacio de Antipas en Tiberíades; tampoco del lujoso barrio residencial de las elites sacerdotales de Jerusalén. La semilla del reino solo puede encontrar buena tierra entre los pobres de Galilea.

2. La pasión por el reino de Dios: Nadie duda: Jesús «fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando y anunciando la buena noticia del reino de Dios». Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la causa a la que Jesús dedica en adelante su tiempo, sus fuerzas y su vida entera es lo que él llama el «reino de Dios». Es, sin duda, el núcleo central de su predicación, su convicción más profunda, la pasión que anima toda su actividad. Todo lo que dice y hace está al servicio del reino de Dios. Todo adquiere su unidad, su verdadero significado y su fuerza apasionante desde esa realidad. El reino de Dios es la clave para captar el sentido que Jesús da a su vida y para entender el proyecto que quiere ver realizado en Galilea, en el pueblo de Israel y, en definitiva, en todos los pueblos. Lo dicen todas las fuentes. Jesús no enseña en Galilea una doctrina religiosa para que sus oyentes la aprendan bien. Anuncia un acontecimiento para que aquellas gentes lo acojan con gozo y con fe. Nadie ve en él a un maestro dedicado a explicar las tradiciones religiosas de Israel. Se encuentran con un profeta apasionado por una vida más digna para todos, que busca con todas sus fuerzas que Dios sea acogido y que su reinado de justicia y misericordia se vaya extendiendo con alegría. Su objetivo no es perfeccionar la religión judía, sino contribuir a que se implante cuanto antes el tan añorado reino de Dios y, con él, la vida, la justicia y la paz.

3. «El tiempo se ha cumplido…»: Después de la muerte de Juan, Jesús empieza a hablar un lenguaje nuevo: está llegando el «reino de Dios». No hay que seguir esperando más, hay que acogerlo. Lo que a Juan le parecía algo todavía alejado, está ya irrumpiendo; pronto desplegará su fuerza salvadora. Hay que proclamar a todos esta «Buena Noticia». El pueblo se ha de convertir, pero la conversión no va a consistir en prepararse para un juicio, como pensaba Juan, sino en «entrar» en el «reino de Dios» y acoger su perdón salvador. Jesús lo ofrece a todos. No solo a los bautizados por Juan en el Jordán, también a los no bautizados. No desaparece en Jesús la idea del juicio, pero cambia totalmente su perspectiva. Dios llega para todos como salvador, no como juez. Pero Dios no fuerza a nadie; solo invita. Su invitación puede ser acogida o rechazada. Cada uno decide su destino. Unos escuchan la invitación, acogen el reino de Dios, entran en su dinámica y se dejan transformar; otros no escuchan la buena noticia, rechazan el reino, no entran en la dinámica de Dios y se cierran a la salvación.

4. Llamada de los primeros discípulos: Conversión y fe tienen que realizarse en el seguimiento de Jesús. La vocación de los primeros discípulos es, por su parte, un ejemplo concreto de conversión y de fe y, por parte de Jesús, un acto revelador de lo que él quería y debía realizar. Llamando a su seguimiento a unos pescadores, Jesús manifiesta que no se propone actuar como un simple rabino o maestro de su tiempo. Estos, en lugar de llamar a sus discípulos, eran llamados y elegidos por ellos. Además, la perspectiva de la llamada de Jesús no tiene connotación magisterial de ninguna índole. En juego está la vinculación a una persona, no a una doctrina. La iniciativa de Jesús, que llama y crea la decisión de seguirlo, hace pensar en la iniciativa y autoridad con las que el Dios de Israel llamaba a sus profetas para que llevaran a cabo una misión especial en favor del pueblo (véase 1 Re 19,19-21; 2 Re 2,12-15), misión que aquí viene explicitada en la imagen de ser pescadores de seres humanos, es decir, de reunir a los miembros dispersos del pueblo de Dios. El contenido del relato no se agota aquí. Subrayando la autoridad divina de quien llama, la narración lleva el sello de la estilización catequética, y esa primera llamada, ejemplo de conversión y de fe, quiere ser a la vez modelo de toda vocación cristiana. Tres rasgos fundamentales caracterizan esta vocación: a) es respuesta a una llamada previa; b) esa llamada es categórica, de suerte que ante ella no cabe titubeo alguno; c) la respuesta de la persona implica desprendimiento y renuncia, pero se traduce ante todo en un “seguimiento”. Discípulo(a), por tanto, no es alguien que abandona algo; es aquel que, respondiendo decididamente a una llamada, ha encontrado a alguien. La pérdida es compensada con creces por la ganancia.

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