30 jun 2012

Pentecostés (C)

Pentecostés (C)
Juan 20,19-23

1. Oración Inicial: Señor Jesucristo, tu luz resplandece como fuente de vida y de gozo. Envíanos tu Espíritu Santo para leer y comprender tu Palabra. Abrir nuestros ojos para descubrir e interpretar a la luz de tu Palabra los signos de tu Reino presente en nuestra historia.  Amén.  Cantar,  "Espíritu Santo Ven".

2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a)  Introducción: La situación de los discípulos, encerrados por miedo a los judíos, refleja la actitud de la comunidad de Juan, que temerosa ante un mundo externo hostil, vive la tentación de refugiarse en el propio círculo de la comunidad. Jesús, sin embargo los(as) envía al mundo para que sean testigos suyos comprometidos en la construcción del Reinado de Dios. Abramos nuestros corazones a la Palabra de Dios.

b) Leer el texto: Juan 20, 19-23: Leemos este pasaje de Juan con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez

c)  Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente.     Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d)  ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee en voz alta el versículo o palabra que más le tocó el corazón.

2)    ¿Por qué los discípulos se encuentran reunidos con las puertas cerradas?

3)    ¿Qué dice y hace Jesús al ponerse en medio de ellos? ¿Cómo reaccionan los presentes al ver y escuchar a Jesús Resucitado?

4)    A continuación, ¿Qué les dice Jesús y qué gesto realiza? ¿Cuáles son las palabras que acompañan ese gesto?

5)    ¿Cuáles son las características de la misión que los(as) discípulos(as) reciben de parte de Jesús?

3.  Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el pasaje, reflexionarlo y aplicarlo a nuestra vida.

a.    Hace mucha falta la paz: rehacer los pedazos de la vida desintegrada, reconstruir las relaciones humanasm rota a causa de las injusticias y abusos que se cometen y por tantos otros motivos. ¿En que nos desafía esta realidad?  ¿Y a nuestra comunidad cristiana?

b.    A veces la realidad nos parece amenazante y nos resulta más seguro y cómodo quedarnos instalados dónde estamos. Sin embargo Jesús nos dice, “...los envío a ustedes”: ¿Cuáles son nuestros  miedos qué nos impide salir de la comunidad y ser misioneros(as) del Señor?

c.    Una comunidad sin perdón y sin reconciliación, no es una comunidad cristiana. ¿Qué nos falta al respecto? ¿Cómo ser signos de reconciliación en nuestra familia, nuestro barrio, nuestra sociedad?

d.    ¿Qué significado tiene saber que contamos con la fuerza del Espíritu Santo para la misión?

e.    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?


4.  Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de meditar su Palabra?   Hacer oraciones dirigidas directamente al Señor. Dirigirse al Padre, a Jesús o al Espíritu Santo. Hablar con él, contarle, decirle lo que uno quiere o siente. Señor, renueva nuestras comunidades y nuestro mundo con tu Espíritu Santo.

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometerse con la transformación de la realidad: Compromiso: Caminar en el Espíritu de Jesús es vivir como El, ¿Qué puedes hacer esta semana para extender el Reinado de Dios? Llevamos una “palabra”. No significa una palabra sola; puede ser un versículo del texto. Seguramente esta “palabra” se hará presente durante el día mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.

6. Oración final: Dios de misericordia, danos tu Espíritu Santo para renovarnos y darnos valor para ser misioneros(as) y testigos del Reinado de Dios en el mundo de hoy. Que nuestras vidas sean un signo de que la vida es siempre más fuerte que toda la muerte que nuestra sociedad pueda engendrar. Renueva nuestra esperanza y enséñanos la fidelidad al Evangelio en estos tiempos difíciles.  AMÉN.

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más


 1. La muerte de Jesús, su ejecución en la cruz, inspiró temor a quienes lo habían seguido. Todos los evangelios hablan del miedo que esto les produjo; y los mismos evangelios nos dicen que el temor es lo contrario de la fe. Tener fe es confiar, Juan nos dice que los discípulos en lugar de anunciar el mensaje de Jesús se encerraron (20,19). El Señor se presenta y les desea la paz, es decir la vida, la salud, la integridad. La alegría es el sentimiento que experimentan ante este nuevo encuentro con Jesús. El Señor los asocia a su tarea, ellos(as) deben prolongar su misión, el envío que él recibió del Padre es el fundamento de la responsabilidad que deben asumir los(as) discípulos(as). La fuente se halla en la misión enco­mendada por el Padre, a ella hay que ir constantemente porque en la fuente encontramos siempre aguas nuevas. El envío que hace Jesús se halla reforzado por el don del Espíritu Santo. La palabra espíritu significa soplo, aliento vital, fuerza. Hay que ligarlo a paz. La paz, la vida, se rompe por el pecado que expresa nuestra negativa a amar. Por ello perdonar es dar vida, perdonar a alguien significa confiar que esa persona es capaz de recuperar su capacidad de amar, de restablecer la amistad con Dios y con los demás rota por el pecado (vs.23). Perdo­nar supone coraje y la disponibilidad de arriesgarse; lo contrario de la actitud de los(as)  discípulos(as)  antes de recibir el don de la paz y del Espíritu Santo. Sin coraje y sin riesgo no es posible hacer presente el Evangelio en medio de las situaciones conflictivas que atra­vesamos hoy. Con frecuencia somos testigos en este tiempo de lo poco que vale la vida humana. Como Iglesia nos toca denunciarlo y no quedarnos en la comunidad con las puertas cerra­das (vs.19).

2. Los discípulos están encerrados con las puertas atrancadas. El miedo los paraliza y los aísla. No pueden entrar las autoridades judías, cuya represalia temían, pero ellos tampoco pueden salir. El temor predomina sobre la esperanza y es el gran enemigo del amor (1 Jn 4:18). Venciendo esa traba que el temor de los discípulos había puesto, se hace presente Jesús, cumpliendo su promesa (Jn 14:19; 16:22). Esta presencia nos muestra como Jesús rompe las barreras impuestas por el temor para hacer realidad en medio de los suyos la certeza de su victoria sobre la muerte y el cumplimiento de la Promesa. Jesús anuncia una vez más su paz. La paz aparece como una certeza que permite sobrellevar la adversidad sin perder la confianza en la presencia continua del Señor que vence al mundo. Por eso es una paz que el mundo no puede dar (Las tropas romanas eran la “garantía” de la Pax Romana). Como Jesús ya sabía acerca del miedo de sus discípulos(as) (6,19-20), les dio pruebas de su presencia: las heridas que lo identifican como el crucificado. Es el mismo Jesús del ministerio terreno, con sus llagas, el que ahora se muestra resucitado. Son las mismas manos que lavaron sus pies tres días antes las que ahora los discípulos contemplan heridas. Jesús derrota el miedo mostrando el triunfo de su amor (15,12-14) y de su paz (16,33).

3. Como el Padre me envió … La Resurrección no se impone como evidencia y las apari­ciones del resucitado van ganando paulatinamente el cora­zón de sus discípulos(as). La fe nos abre a la presencia resucitada del Señor en medio de los suyos: "los discípulos se alegraron de ver al Señor" (vs.20). Pero esta presencia y la alegría, su fruto, no son para la contemplación íntima; son fuerza para la misión. Jesús se presenta en medio de los suyos y les dice: "como el Padre me envió, también yo los envío" (vs.21). Misión que viene del Padre y de su amor, de su deseo de perdonar y dar vida (porque perdonar es dar vida), de su preocupación por "reunir a los hijos(as) dispersos" (Jn 11,52). Para ello envía a su Hijo y a su Iglesia y los equipa con la fuerza del Espíritu, "Señor y dador de vida". El Señor está en medio de la comunidad para abrirla al mundo, pero muchas veces la comunidad tiene miedo de arriesgar su vida y tiende a replegarse en un aislamiento estéril, sobre todo cuando fuera reina la hostilidad y la muerte. Como lo dice el texto de hoy, la presencia del Señor se da en medio de una comunidad que se hallaba "con las puertas cerradas por miedo a los judíos" (vs.19).

4. El Envío: De este Jesús crucificado y resucitado recibimos la misión, la misma que Él recibió del Padre. Y también para nosotros(as) Él repite: “¡La paz esté con ustedes!”. La repetición recalca la importancia de la paz. Construir la paz forma parte de la misión. La Paz que Jesús nos deja significa mucho más que ausencia de guerra. Significa construir un conjunto humano armonioso, en el que las personas puedan ser ellas mismas, con todo lo necesario para vivir, y donde puedan vivir felices y en justicia y paz.

5. Juan 20, 22: Jesús comunica el don del Espíritu. Jesús sopló y dijo: “Reciban el Espíritu Santo”. Y es por tanto con la ayuda del Espíritu Santo con la que podemos realizar la misión que él nos confía. En el evangelio de Juan, la resurrección (Pascua) y la efusión del Espíritu Santo (Pentecostés) son una misma cosa. Todo sucede en el mismo momento.
 
“Como el Padre me ha enviado, así yo los envío a ustedes. Reciban el Espíritu Santo”

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