3 nov 2012

Domingo 31


31º Tiempo Ordinario (B)
Marcos 12,28-34

 
1. Oración Inicial: Señor de la Vida, nos prometió la ayuda del Espíritu para que pudiésemos recordar todo lo que había dicho y comprender más profundamente el significado y la verdad de su Palabra. Envíanos hoy este Espíritu Santo para poder leer y comprender la Palabra de Dios. AMÉN.   Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?

 a. Introducción: La pregunta a Jesús en el texto de hoy nace de una exigencia particularmente sentida en el judaísmo de entonces. Un número exagerado de imposiciones y prohibiciones, no pocas veces insignificantes, impedía ver con claridad lo realmente importante. La respuesta de Jesús, que recoge dos textos del Pentateuco (Dt 6,4-5; Lv 19,18), se caracteriza por la seguridad con que une el amor a Dios y el amor al prójimo. Sólo el amor a Dios hace posible el amor al prójimo y sólo en el amor al prójimo puede manifestarse el amor a Dios.  Abrimos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Marcos 12,28-34: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

 d.  ¿Qué dice el texto?

     1)    Cada persona lee el versículo o parte del texto te impresionó más.

2)    ¿Qué pregunta el maestro de la ley?

3)    ¿De qué manera responde Jesús? ¿Qué llama la atención en la respuesta de Jesús?

4)    ¿Qué relación existe entre el primero y el segundo mandamiento? ¿Por qué?

5)    ¿Qué le dice Jesús a ver que el maestro de ley aprueba la respuesta que le dio?

 3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. ¿Qué es lo más importante en la religión? Algunos dicen que la misa dominical, las novenas, promesas, oraciones y procesiones son lo más importante. Otros dicen: ¡Amar al prójimo!  ¿Qué es lo más importante en la religión y en la vida para nosotros(as)?
  2. El amor a Dios y al prójimo fue la base de la espiritualidad de Jesús, reflejada en su preocupación por los débiles y marginados. ¿Cuál es lo esencial de nuestra espiritualidad hoy?
  3. Amar a Dios y amar a la gente son una sola y la misma cosa. Es lo que dice Jesús. ¿Qué debemos revisar en nuestra vida cotidiana? ¿En nuestra comunidad?
  4. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Amar a Dios y al prójimo como a si mismo…».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: «Amar a Dios y al prójimo como a si mismo…»¿Qué compromiso puedes hacer esta semana para ponerlo en práctica? Llevamos una “palabra”. Puede ser un versículo o una frase del texto que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

 6. Oración final: Dios, Padre misericordioso, Tu que nos amas hasta el extremo, enséñanos a amar a los(as) demás con todas nuestras fuerzas, y que nuestro amor no se quede sólo en buenas palabras sino que se traduzca en obras de justicia, de amor y de servicio a la extensión de tu Reino en el mundo.  AMÉN. Padre Nuestro que estás en el cielo... 

 
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

 1. La pregunta del doctor de la Ley (12,28): Antes de que el doctor hiciese su pregunta, hubo un debate de Jesús con los saduceos en torno al tema de la fe en la resurrección (12,18-27). Al doctor de la ley, que había asistido a la discusión, le gusta la respuesta de Jesús y percibe en él una gran inteligencia y por tanto aprovecha la ocasión para hacer una pregunta aclaratoria: «¿Cuál es el más grande de todos los mandamientos?»  En aquel tiempo, los judíos tenían una gran cantidad de normas para reglamentar en la práctica la observancia de los Diez Mandamientos de la ley de Dios. Algunos decían: “Estas normas tienen todas el mismo valor, porque vienen de Dios. No nos compete introducir distinciones en las cosas de Dios”. Otros respondían: ¡No! Algunas leyes son más importantes que otras y por esto, obligan más”. El doctor quiere conocer la opinión de Jesús. « ¿Cuál es el más grande de todos los mandamientos?»  Tema muy discutido y muy polémico en la época.

2. La respuesta de Jesús (12,29-31): Jesús responde citando un pasaje de la Biblia para decir que el primer mandamiento es «amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda tu fuerza»  (Dt 6,4-5). Esta frase formaba parte de una plegaria llamada Shemá. En tiempos de Jesús, los devotos judíos recitaban esta oración dos veces al día: por la mañana y por la tarde. Así era conocida entre ellos como lo es entre nosotros el Padre Nuestro. Y Jesús aumenta citando de nuevo la Biblia: «El segundo es éste: Amarás al prójimo como a ti mismo» (Lev 19,18). No existe un mandamiento más grande que estos dos”. Respuesta breve y muy profunda. Es el resumen de todo lo que Jesús ha enseñado sobre Dios y la vida (Mt 7,12).

 3. La respuesta del doctor de la ley (12,32-33): El doctor está de acuerdo con Jesús y saca las conclusiones: «Sí, amar a Dios y al prójimo es mucho más importante que todos los holocaustos y todos los sacrificios». O sea el mandamiento del amor es más importante que todos los mandamientos relativos al culto o a los sacrificios en el Templo. Esta afirmación viene de los profetas del Antiguo Testamento (Os 6,6: Sl 40,6-8; Sl 51,16-17). Hoy diríamos: la práctica del amor es más importante que las novenas, promesas, misas, oraciones y procesiones. O mejor dicho, las novenas, las promesas, las misas, las oraciones y las procesiones deben ser el fruto de la práctica del amor y deben conducir al amor.

4. El mandamiento más grande: Al principio no estaba muy clara las exigencias del amor al prójimo. Sobre este punto ha habido una evolución en tres etapas a lo largo de la historia del pueblo de Dios:

Ø  1ª Etapa - «Prójimo»  es el pariente de la misma raza: El Antiguo Testamento enseñaba la obligación de «amar al prójimo como a sí mismo»  (Lv 19,18). En este lejano comienzo la palabra próximo era sinónimo de pariente. Ellos se sentía obligados a amar a todos los que formaban parte de la misma familia, del mismo clan, de la misma tribu, del mismo pueblo, Pero en lo que se refería al extranjero, o sea, aquellos que no pertenecían al pueblo judío, el libro del Deuteronomio decía: «podrás exigirle el derecho del extranjero; pero no de tu hermano al que harás la remisión»  (Dt 15,3).

 
Ø  2ª Etapa - «Prójimo»  es aquella persona que se te acerca: Poco a poco el concepto de prójimo se alargó. Y así en el tiempo de Jesús, se desencadenó toda una discusión sobre «¿Quién es mi prójimo?» Algunos doctores pensaban que se debía alargar el concepto de prójimo más allá de los límites de la raza. Otros no querían saber nada de esto. Entonces un doctor de la ley dirigió a Jesús esta pregunta polémica: «¿Quién es mi prójimo?» Jesús responde con la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,29-37), en la cuál el prójimo no es ni el pariente, ni el amigo, ni el patricio, sino aquél que se te acerca, independientemente de la religión, del color, de la raza, del sexo o de la lengua. ¡Tú debes amarlo!

 
Ø  3ª Etapa: La medida del amor al prójimo es amar como Jesús nos ha amado: Jesús había dicho al doctor de la ley: «No estás lejos del Reino de Dios»  (12,34). El doctor estaba cercano al Reino, porque, de hecho, el Reino consiste en el amor hacia Dios con el amor al prójimo, como el doctor había afirmado solemnemente ante Jesús. (12,33) Pero para poder entrar en el Reino le faltaba dar un paso más. El criterio del amor al prójimo enseñado en el Antiguo Testamento, era «como a sí mismo». Jesús amplía este criterio y dice: «Este es mi mandamiento: ámense como yo los he amado» (Jn 15,12-13). Ahora, en el Nuevo Testamento el criterio será: «Amar al prójimo como Jesús nos ha amado». Jesús ha interpretado el sentido exacto de la Palabra de Dios y ha indicado el camino seguro para llegar a una convivencia más justa y más fraterna.

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