21 sept 2011

Mateo 21, 28-32

26° Tiempo Ordinario (A)
Mateo 21, 28-32

1. Oración Inicial: Señor, abre el corazón, es él quien llama con veces apremiantes de ternura; venga: habla, Señor, que tu Palabra es vida y salvación de quienes la escuchamos, meditamos, oramos y contemplamos. AMËN.      Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".

2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Jesús narra un hecho muy frecuente en la vida de familia. Un hijo dice a su padre: "¡Voy!", pero luego no va. Otro hijo le dice: "¡No voy!", pero luego va. Jesús pide a sus oyentes que presten atención y que den su parecer. Por esto, durante la lectura, prestamos atención para descubrir el punto exacto sobre el cuál quiere Jesús reclamar nuestra atención. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Mateo 21, 28-32: Leemos este texto de Mateo con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad.  Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d.  ¿Qué dice el texto?

1)     ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más? ¿Por qué?
2)     ¿A quiénes se dirigía Jesús al pronunciar esta parábola? (Buscar en los versículos anteriores)
3)     ¿Cómo respondió el primer hijo a la petición de su padre? ¿Qué hizo después?
4)     ¿Cómo respondió el segundo hijo a la petición de su padre? ¿Qué hizo después?
5)     ¿Cuál es el punto central que Jesús subraya en la conducta de los dos hijos?
6)     ¿Quiénes entrarán al Reino de Dios antes que los sacerdotes y los ancianos judíos? ¿Por qué?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. La conducta de dos hermanos se repitan hoy. ¿Cómo va esta contradicción en nuestra vida? ¿Existe coherencia entre lo que decimos y hacemos? ¿Qué partes de nuestra vida traicionan nuestras palabras, nuestra generosidad y buena intención? 
  2. A lo largo de nuestra vida, en la catequesis, en las misas dominicales, retiros, e inclusive en las comunidades de lectura orante; fuimos renovando nuestra fe en Dios. Aparte de decirle “SÍ” al Señor: ¿Hacemos lo que Él nos pide? ¿Qué obstáculos nos impide hacerlo más plenamente?
  3. Las palabras valen si van acompañadas de la práctica de vida. Nuestra calidad evangélica se mide en la acción, no en las palabras. Comentar.
  4. Jesús, con una mirada contemplativa, fue capaz de reconocer la presencia activa de Dios en las personas despreciadas como pecadores e impuros. ¿Cuál es nuestra actitud frente a ellas?
  5. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. “… los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios

5.  Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: Andar por los caminos del Señor diciéndole SÍ día a día. Que nuestro “Sí” sea generoso, sincero, comprometido y verdadero en la realidad de todos los días.  Llevamos una “palabra”.  Esa “palabra” o versículo que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente.

6. Oración final: Padre Bueno, tu pides coherencia entre nuestras palabras y la acción; purifique nuestros corazones y fortalezca nuestra voluntad, de manera que entre uno y otra haya en nuestras vidas más afinidad, tal como lo experimentamos en Jesús, nuestro hermano y Señor, que vive y ama contigo por los siglos de los siglos. AMÈN.   Padre Nuestro, que estás… 

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Contexto: El Rechazo de Israel. Las tres parábolas de Mt 21,28 - 22,14 muestran que el primer evangelio acentúa mucho más que los otros sinópticos el rechazo de Israel. La parábola de los dos hijos sólo aparece en Mateo. Describe una escena familiar: al pedido del padre, un hijo responde no quiero, pero luego reflexiona, se arrepiente y cumple; al otro le falta valor para decir "no" y acepta una orden que en su interior no piensa cumplir. En el contexto de las controversias que empezaron con la pregunta de los sumos sacerdotes y los escribas sobre la autoridad de Jesús (21,23-27), los dos hijos representan sin duda a dos grupos bien definidos: por un lado, los judíos piadosos, que dicen y no hacen, como lo aclara el reproche que Jesús dirige más tarde a los escribas y fariseos (23,3); por el otro, los publicanos y prostitutas, que por su fe en Jesús estaban más cerca del Reino de Dios. Los judíos, que honran a Dios con los labios pero su corazón están lejos de él (15, 8), son suplantados por un pueblo que produce fruto a su debido tiempo (21,41). El vs. 32 no pertenecía originariamente a la parábola, pero se une naturalmente a ella en razón de su contenido. El texto establece un paralelismo tácito entre Jesús y Juan el Bautista, y hace notar que la situación descrita en la parábola de los dos hijos ya estaba presente en tiempos de Juan. Juan vino por el camino de la justicia, pero los jefes del pueblo, que son ahora los adversarios de Jesús, no escucharon su llamado a la conversión. En cambio, los recaudadores de impuestos y -las prostitutas creyeron en él y por eso llegan antes que ellos al reino de Dios (vs. 31).

2. El camino de justicia: Jesús se halla en Jerusalén, su tiempo se acorta. La hostilidad de quienes rechazan su mensaje se exacerba. La parábola de hoy es simple y nos cuestiona. Antes de hacer su comparación el Señor pide la opinión de sus auditores, ellos mismos decidirán (21,28). Notemos que sólo el orden en que es presentado el comportamiento de los dos hijos descarta la interpretación que consistiría en identificar al primero con el pueblo de Israel y al segundo con la Iglesia (vs.28-30). El asunto no es cronológico, está en juego algo más hondo y permanente en la vida del creyente: hacer la voluntad de Dios. El relato es sobrio, no se dan las razones de los dos comportamientos, simplemente se les describe. Pese a su reserva inicial, el primer personaje cumple con la voluntad del Padre (vs.29). Sus palabras dijeron no, pero su gesto termina diciendo sí. El segundo, en cambio, es un mentiroso: acepta en teoría lo que niega en la práctica (vs.30). Es un incoherente. El seguimiento de Jesús se juega en nuestra práctica, ella decide el destino ante Dios. El hacer prima sobre el decir. La pregunta de Jesús no deja lugar a escapa­toria y exige discernimiento: "¿Cuál de los dos hizo la voluntad del Padre?" (vs.31). No basta responder: "el primero". Los que escuchan a Jesús se saben interpelados: ¿Con cuál de los dos se identifican nosotros(as)? ¿Cuál creen que es el camino de justicia?

3. “…las prostitutas y los publicanos les preceden en el Reino de Dios”: Usando como clave la respuesta dada por los mismos sacerdotes y ancianos, Jesús aplica la parábola al silencio pecaminoso de sus oyentes de frente al mensaje de Juan Bautista. La respuesta que habían dado se convierte en la sentencia de su misma condena. En línea con esta sentencia los publicanos y las prostitutas son aquéllos, que inicialmente, habían dicho no al padre y que luego habían terminado por hacer la voluntad del padre, porque habían recibido y aceptado el mensaje de Juan Bautista, como proveniente de Dios. Mientras ellos, los sacerdotes y ancianos, son aquéllos, que inicialmente habían dicho al padre, pero no habían hecho lo que el padre quería, porque no quisieron aceptar el mensaje de Juan Bautista, ni siquiera delante de tanta gente que lo aceptaba como mensajero de Dios. Así, por medio de la parábola, Jesús lo cambia todo: aquéllos que eran considerados transgresores de la ley y condenados por esto, eran en verdad los que habían obedecido a Dios e intentaban recorrer el camino de la justicia, mientras los que se consideraban obedientes a la ley de Dios, eran en verdad los que desobedecían a Dios.
El motivo de este juicio tan severo por parte de Jesús está en el hecho de que las autoridades religiosas, sacerdotes y ancianos, no querían creer que Juan Bautista hubiese venido de parte de Dios. Los publicanos y las prostitutas, por el contrario, lo habían creído. Esto significa que para Jesús la capacidad de reconocer la presencia activa de Dios no estaba en los sacerdotes y en los jefes, sino en las personas despreciadas como pecadores e impuros.
Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso dominante. En la comunidad de Mateo esta comparación explicaba el rechazo de los líderes religiosos de Israel y la acogida del evangelio por par­te de los paganos.

4. El “arrepentimiento” de los publicanos y prostitutas se convierte en modelo: el actuar “justo” de aquellos que antes se han portado de manera equivocada, debería atraer a la conversión a aquellos que se consideran buenos, pero no van a la práctica. En fin, una primera respuesta equivocada no es una decisión definitiva. Es posible el cambio. La vida se puede enderezar por medio de la conversión y un proyecto de vida conducido según la escucha y la puesta en práctica del querer del corazón del Padre.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por la explicación ha sido la más clara y comprensoble que he encontrado. Dios los Bendiga

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