17 dic 2012

3° Domingo de Adviento

¡UN POCO DE ALEGRIA,
POR FAVOR!
3º de adviento
Javier Leoz


Con la que está cayendo en tantos lugares de los cinco continentes de nuestro planeta (y no precisamente lluvia de estrellas o noticias buenas), necesitamos  un poco de aliento en nuestro caminar. Algo que nos impulse a recuperar el brillo en nuestros ojos, el optimismo en nuestro vivir, la sonrisa en nuestros labios, la esperanza en el horizonte de nuestra sociedad. ¿Qué podemos esperar? ¿A quién?
1.Estamos en el Domingo Gaudete”. En el domingo de la alegría. Y, la Navidad, es eso: una buena parte de alegría. Pero no un gusto cualquiera. La razón suprema la tenemos en Jesús: motor y eje de esa emoción y de ese contenido que conserva y dilata la Navidad por todo el orbe cristiano. La venida del Redentor es motivo de esperanza para la humanidad. No todos los días, el Señor, se planta en el corazón de nuestro mundo. No a todas horas, de una forma tan radical (hacerse Hombre y ser Dios) lo contemplamos y vivimos como en estos próximos días: Dios pasa y pone su tienda en nuestro áspero campo.
Nuestra comunidad cristiana, nuestra Iglesia, necesita salvaguardar lo que nunca ha de perder: la alegría que aporta la fe. La alegría que nos otorga el poner nuestros desvelos, trabajos, inquietudes y pensamientos en Cristo. Nada ni nadie nos puede arrebatar ese hontanar de fiesta y de  júbilo que es la confianza en Dios. Hay que estar alegres, y no porque lo diga San Pablo, sino porque vivir junto al Padre, sentirnos tocados por Jesús o empujados por el Espíritu Santo, a la fuerza, nos convierte en personas con un proyecto ilusionante y con rostros cargados de felicidad.
Dicen que, los santos, eran felices porque sentían y palpaban la presencia del Señor muy cerca. Aquí es donde hemos de llegar nosotros. Que apreciemos la cercanía de Jesús en estos próximos días de Navidad. Será entonces cuando, como una parte irrenunciable y esencial de nuestro cristianismo, recuperaremos y saldrá a flote la satisfacción que llevamos dentro.
2.Además, en este Domingo de la alegría, escuchamos una llamada a la conversión. No podemos recibir al Niño con nuestra casa desordenada. La llegada de Jesús bien merece una habitación limpia, unas actitudes armonizadas con el diapasón del evangelio o, con aquellos que menos tienen, una caridad bien espléndida. El Nacimiento de Cristo, además, nos invita a una reflexión sobre aquellos aspectos que no funcionan bien (en relación con los demás, con nosotros mismos y con Dios). ¿Cuánto hace que no te confiesas? ¿No vivirías la Navidad con más autenticidad, con más emoción, con menos peso, si dieras ese paso hacia un encuentro con el Señor mediante el Sacramento de la Reconciliación?
Los padres de la Iglesia escribieron “Cristo ha venido a animar una fiesta en el corazón de la humanidad”. Aquí está “la prueba del nueve” ¿Qué es Jesús para nosotros? ¿Qué sentimientos y sensaciones produce? ¿Cómo estamos preparando la fiesta de la Navidad?
Una de las cosas que más llama la atención en muchos países de misión es que, en medio de tanta pobreza, sus gentes manifiestan una impresionante alegría (muy en contraste con , aquellos otras naciones opulentas, pero con sus habitantes tristes). Ojala que, este adviento, nos inyecte una buena dosis de alegría. La necesitamos para sonreir, para vivir, para caminar, para que se nos note que –Jesús- nos ha redimido y que, precisamente por eso, nuestros cantos expresan el inmenso gozo que sentimos por dentro.
Hermanos ¡un poco de alegría! ¡Un poco de ilusión! ¡Un poco de esperanza! ¿Que por qué? Entre otras cosas, por lo más importante: viene Jesús a salvarnos. Entrará en el mundo llorando para que nosotros, los hombres, acabemos sonriendo.

MI ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Javier Leoz

Vienes en silencio y tus pasos, Señor,
producen en mi, calma, seguridad y paz.
Necesito, Señor, un poco de tu mundo:
De tu gozo, para mi corazón triste
De tu alegría, para mi alma esquiva
De tu mano, en mis caminos inciertos
¡VEN, SEÑOR!
Y hazme recuperar la alegría perdida
El gusto por vivir, despertando cada mañana
La esperanza en tanta hora triste
Porque Tú, Señor, eres alegría
haz que mis dos ojos brillen
con el resplandor de la felicidad
con el encanto de la fe
con la virtud de la caridad
MI ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Porque vienes y te sientas a mi lado
Porque compartes mi condición humana
sabiendo lo frío, que tantas veces,
se encuentra mi corazón y mi pensamiento.
Porque, siendo Dios, apuestas fuerte por mí
Porque, estando en el cielo,
plantas tu tienda
en medio de tanta incertidumbre y viento
que sacude a nuestro viejo mundo
MI ALEGRIA ERES TU, SEÑOR
Por eso te doy gracias y bendigo tu nombre
Espero tu llegada y preparo mi interior
Anhelo la Noche Santa de la Navidad
y afino las cuerdas de mi alma,
 con la verdad, la espera, el silencio,
la humildad o la vigilancia.
Sólo sé, mi Señor, que mi alegría
con tu llegada y por tu Nacimiento
eres Tú, Señor.
Amén


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