29 nov 2013

Domingo 32



Lucas 20,27-38

1. Oración Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que podamos leer e interpretar el texto bíblico de hoy. Tu palabra nos oriente a fin de que nosotros(as), como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a la gente que Tú estás vivo en la historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.  AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: Los saduceos, que colaboraron frecuentemente con los romanos y procedían de la burguesía de Jerusalén próxima al templo, eran conservadores en materia religiosa. Sólo aceptaban plenamente las leyes del Pentateuco y no daban tanta importancia a los profetas, los otros escritos y la tradición oral. De ahí su oposición al tema de la resurrección. Son ellos los que proponen a Jesús un caso difícil para mostrar que es absurdo creer en la resurrección. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas 20,27-38: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2)     ¿Qué historia cuentan los saduceos a Jesús para mostrar que no puede haber resurrección?
3)     En la respuesta de Jesús: ¿Por qué dice que los hombres y las mujeres son hijos(as) de Dios?
4)     ¿Qué referencia hace Jesús a Moisés para mostrar que también el libro de Éxodo nos hace saber que los muertos resucitan?
5)     ¿Cómo describe Jesús a Dios?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a)     ¿Qué experiencias hemos vivido que revelan que Dios no es dios de muertos sino de vivos?
b)    ¿Qué debemos hacer para ser portadores de vida y esperanza para las personas que viven horrores de violencia o para las que han perdido a sus seres queridos?
c)     ¿Qué podemos hacer para que los enfermos graves o terminales puedan descubrir la presencia de Dios como un Dios de vivos y no de muertos?
d)    Ante la muerte, mucha gente hace preguntas y muchas de ellas son para recriminar a Dios. ¿Cómo reaccionamos frente a una aparente “ausencia de Dios” en momentos difíciles que genera la muerte? ¿Estamos preparados para encontrarnos cara a cara con el Señor Jesús?
e)     ¿Cómo se manifiesta en nuestra comunidad el Dios de la Vida?
f)     ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Señor, tu eres el Dios de vivos, no de muertos».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Realizar una acción concreta esta semana para trabajar por la vida de los demás. Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Dios de Vida, que en Jesús has hecho renacer nuestra esperanza de un cielo nuevo y una tierra nueva; te pedimos que nos ayudes siempre a defender la vida. Que sepamos transmitir a nuestros hermanos y hermanas, con la palabra y con las obras, las razones de la esperanza que nos sostiene.   Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  





Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a)    Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b)    ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)    ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?

2. Contexto: Después de este largo camino, Jesús finalmente entra en Jerusalén. Hasta este momento Jesús sólo se había acercado a Jerusalén. Lo primero que hace es una acción profética: la expulsión de los vendedores del Templo. El texto, tomado de Marcos, está muy reducido. Luego viene el texto 19,47-48 que hace inclusión con el final de toda la sección en 21,37-38. Esta inclusión busca enmarcar toda la sección y presentar la actividad de Jesús en el Templo como enseñanza. En el Templo Jesús se confronta con las autoridades, pero enseña al Pueblo. La llegada de Jesús a Jerusalén está marcada por dos reacciones diferentes: el pueblo pobre lo aclama como el Rey-Mesías, instaurador de la justicia y de la paz, liberador de los pobres y débiles (19,29-40). Las autoridades, en cambio, se sienten amenazadas en su prestigio y poder.

3. Manifestación de Jesús en Jerusalén (19,29-21,38): Frente a la visión tradicional, que reduce a una semana el ministerio de Jesús en Jerusalén, el relato de Lucas parece implicar que dura un período de tiempo más largo (19,47; 22,53). El largo camino de Jesús hacia la ciudad santa, una creación literaria de Lucas, ha alcanzado su meta. Jesús aparece tomando posesión de Jerusalén, especialmente del templo, y purificándolo para que se transforme en lugar adecuado para su predicación. También en esta parte del ministerio en Jerusalén, enmarcada entre dos sumarios casi paralelos (19,47-48; 21,37-38), Lucas reproduce el esquema de la segunda parte de su evangelio (el ministerio en Galilea). Se trata también aquí de manifestar la personalidad de Jesús y el origen de su autoridad. Pero ahora, la clave se encuentra sólo en la palabra de Jesús. Son unos capítulos de revelación en los que paulatinamente vamos tomando conciencia de que Jerusalén y su templo ya no son el lugar de encuentro con Dios. Este encuentro tiene lugar ahora a través de Jesús.

4. La ley del levirato: Los Saduceos niegan la resurrección de los muertos, porque según ellos, este objeto de fe no formaba parte de la revelación que Moisés se les había dado. En Israel, la fe en la resurrección de los muertos aparece en el libro de Daniel escrito en el 605-530 a.c. (Dan 12: 2-3). La encontramos asimismo en 2 Mac 7: 9, 11, 14, 23. Para ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, los Saduceos citan la prescripción legal de Moisés sobre el levirato (Dt 25, 5), es decir el antiguo uso de los pueblos semíticos (hebreos inclusive), según el cual el hermano o un pariente cercano de un hombre casado, fallecido sin hijos, tiene que casarse con la viuda para asegurar: a) al difunto una descendencia (los hijos iban a considerarse legalmente como hijo del difunto), y b) un marido para la mujer, ya que las mujeres dependían del marido para su sustentamiento.

5. Controversias Con Las Autoridades: Es evidente que Jesús no va a Jerusalén como peregrino sino para enfrentarse proféticamente con las autoridades del Templo que, desde la ciudad, mantienen al pueblo sometido a la explotación y opresión. Ya se puede prever este gran enfrentamiento: los poderosos matarán a Jesús, pero El se convertirá en el núcleo alrededor del cual se reunirá el pueblo de Dios (20, 9-19). El pasaje que se nos propone para nuestra reflexión hoy constituye una parte central del texto de Lucas 20,20 - 22,4 y cuyo argumento son las discusiones con las autoridades. Ya en el comienzo del capítulo 20, Lucas nos presenta algunos conflictos surgidos entre Jesús, los sacerdotes y los escribas (vs.1-19). Aquí Jesús está en conflicto con los Saduceos, quienes aceptaban como revelación sólo los escritos de Moisés (vs. 28) negando así el desarrollo gradual de la revelación bíblica. En este sentido se entiende más la frase “Moisés nos dejó escrito” pronunciada por los Saduceos en este malicioso debate, pensado como una trampa para acechar a Jesús. Para probar la resurrección, Jesús cita Ex 3,6 (Lc 20,37-38). En el Pentateuco, que los saduceos admitían como normativo de su fe, Dios habla de sí mismo como del Dios de los patriarcas, que habían muerto hacía siglos. Comienza así, una nueva fase de la historia donde el pueblo se reunirá alrededor del Dios de la vida que no quiere la muerte y el sacrificio: sino la libertad y la vida. En efecto, Jesús no es sólo el hijo y heredero de David, que restableció la monarquía gloriosa de Israel (20, 41-44). Jesús es el Hijo del Dios de la vida y vino para dar vida. El pueblo debe estar atento para no ser engañado por los que poseen el poder del saber pero lo utilizan solo en provecho propio (20, 45-47). En adelante, el saber genuino es el que lleva al pueblo a la liberación y la vida.

6. Un Dios que libera: El Dios de los padres y madres del pueblo judío es Yahvé, el Dios de la vida. La fe en la resurrección es la fe en un Dios que da, y quiere, la vida para todos(as) "porque para él todos viven" (20,38). Por eso es un Dios liberador. La fe y la esperanza en la resurrección deben traducirse en un compromiso por defender la vida. Sabemos lo que eso implica en nuestros tiempos, en el que las fuerzas de la violencia y muerte parecen atemorizar a la gente, en particular a los más pobres y oprimidos. La fe en la resurrección no nos saca de la historia, por el contrario hace que nos insertemos profundamente en ella, llevando la convicción de que su sentido último está en la vida. Creer en el Dios de los vivos nos hace rechazar la muerte temprana e injusta infligida a tantas personas.

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