29 nov 2013

Domingo 33

Lucas 23,35-43
1. Oración Inicial: Una persona de la comunidad puede hacer una invocación al Espíritu Santo orando por cada uno(a), pidiendo su luz y su inspiración para tener apertura y docilidad a su Palabra. AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».
2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: Existían varias esperanzas mesiánicas del pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de David; otros, un caudillo militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías triunfante y poderoso. Sin embargo, es en el texto de hoy que vamos a descubrir de qué manera Cristo es “Rey”. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Lucas 23,35-43: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2)     ¿Qué hacía la gente que estaba presente durante la crucifixión?
3)     ¿Qué hacían  y decían las autoridades? ¿Qué hacían y decían los soldados?
4)     ¿Qué hacía y decía a Jesús uno de los criminales crucificados con Él? ¿Qué le recrimina el otro? ¿Y qué le dice  a Jesús? ¿Qué le responde el Señor?
3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a)    De las actitudes de Jesús en la cruz: ¿Qué aprendemos para ser mejores discípulos(as)?
b)  Jesús no es un rey como los de este mundo que usan su poder para dominar y en beneficio propio. Servir, no dominar es la gran norma del Reino que proclama el Señor. A la luz de esta norma:
1)    En nuestras familias: ¿Vivimos libres de autoritarismo, opresión o sometimiento? ¿Nos valemos de nuestra autoridad como personas adultas para imponernos de manera autoritaria? ¿Justificamos en nombre de la “autoridad” abusos de poder, maltrato físico, verbal, psicológico?
2)    En nuestra comunidad: ¿Somos fieles al nuevo modelo de relaciones entre las personas que nos presenta Jesús, o bien seguimos el modelo autoritario, represivo, impositivo y excluyente? ¿Qué nos falta para servir y no dominar?
c) ¿Cómo son las relaciones humanas en la relación de pareja? ¿Se basan en la dominación/dependencia o en la promoción de la mutua libertad responsable de ambas personas?
d)    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «…hoy estarás conmigo en el paraíso».
5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Elige un gesto concreto de servicio para vivir como Jesús esta semana. Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
6. Oración final: Concluyamos nuestro encuentro retomando todo lo que hemos reflexionado y orado, digamos juntos el Padre Nuestro Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
  1. Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
  2. ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
  3. ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?
2. El letrero con la causa de la condena de Jesús: "Este es el rey de los judíos". De hecho, Jesús es el rey, pero un rey diferente. No aquel que quita la vida de los demás para mantener su poder y dominio, sino aquel que da la propia vida para que todos tengan libertad y vida. El es el Mesías-Rey de Is 11, 1-9, que traería el reinado de la justicia y de la paz. Sin embargo, parece que este reinado cuesta la sangre de Jesús y de todos los inocentes que luchan por la justicia y la paz.
3. ¿Es ese un rey? ¿De qué reino?: Jesús es condenado a muerte por decirse rey. Así lo afirman sus acusadores; y así lo reconoce el propio Jesús ante Pilato, representante del rey (el emperador romano) cuyo ejército ocupaba Palestina y oprimía a sus habitantes (23,1-3). Esa condición de rey está en una inscripción colocada en la parte superior de la cruz (23,38). Ella contrasta con la situación física del hombre clavado en ella. El pueblo, que había escuchado su predicación miraba desconcertado, consternado quizás, al crucificado. Los magistrados (literalmente: los jefes) que habían sido cuestionados por esa misma predicación se burlaban, disfrutaban su victoria. Aquel que se presentaba como Salvador no es capaz de salvarse él mismo, esto -pensaban- lo desprestigiará ante el pueblo (vs.35-38). Habían entendido mal, una vez más. Pero nosotros corremos también el riesgo de no comprender. Afirmando -por ejemplo- que Jesús reconoce ser rey de un reino puramente espiritual, sin relación con este mundo. EL Reino de Dios que proclama el Mesías es una realidad global, nada escapa a ella. La oposición radical no está aquí entre lo espiritual y lo temporal, lo religioso y lo histórico, sino entre poder de dominación y poder de servicio. Jesús no es un rey como los de este mundo, que dominan y maltratan a quienes tienen bajo ellos; no utiliza su poder en beneficio propio, por eso no se salva a sí mismo. El Señor vino a enseñarnos que todo poder (político, religioso, intelectual) está al servicio de los oprimidos y desvalidos.
4. Servir, no dominar; esa es la gran norma del Reino que proclama el Señor. Se le traiciona entonces cuando empleamos el poder recibido -cualquiera que él sea- para imponer nuestras ideas, y mantener privilegios. Cuando, por ejemplo, como personas de Iglesia aprovechamos nuestra situación en la sociedad para hacer oídos sordos a los derechos de aquellos que no participan de nuestra fe. Una actitud de servicio supone sensibilidad para escuchar al otro, sólo ese testimonio podrá abrir corazones y mentes al anuncio del Reino de Cristo. El comportamiento de Jesús, que no utilizó su poder en beneficio propio, quebró la dureza de uno de los malhechores con los que Jesús fue crucificado (23,40-41). El testimonio del Señor le hizo entender de qué Reino Jesús era rey. De un Reino que desde hoy, en este mundo y en esta sociedad, debe cambiar nuestra manera de ver las cosas, de relacionarnos con otros y debe impulsarnos a encarnar en nuestra historia grandes valores del reinado de Dios.
5. ¡Acuérdate de nosotros! Jesús y su proyecto dividen incluso a los mismos criminales. Uno de ellos se burla de Jesús y desafía su mesianismo, es decir, lo instiga para que use el poder para liberarse y liberar a los demás. Muchos ven en este criminal al pueblo judío, que esperaba el Mesías político, que restauraría la grandeza de la nación. Es preferible ver en él a todos aquellos que imaginan posible vencer el poder opresor a través de otro poder. ¿Será que la lucha  por el poder terminará algún día? El otro subversivo se convierte al proyecto de Jesús. Reconoce que no es por la fuerza ni por el poder como la justicia, la libertad y la vida se hacen. El Reino es el amor que trae la verdad y la justicia, y de allí la libertad y la vida para todos. Este es el paraíso para el cual Dios creó a toda la humanidad.
6. La Crucifixión: En la presentación que se hace de los dos malhechores crucificados con Jesús, Lucas opone dos tipos de personas que encarnan dos maneras de reaccionar ante la salvación que nos trae Jesús. Su inocencia brilla nuevamente y la ejerce en el perdón con» un signo más de su señorío. El buen ladrón ha sabido leer los signos de los tiempos y ha reconocido en el crucificado al Mesías que va a participar de la gloria en la resurrección. Estar hoy en el paraíso no expresa un dato cronológico, sino que la salvación empieza a hacerse realidad desde la cruz. Tampoco el paraíso lo debemos entender como un lugar en el que se espera el momento de la resurrección final; es más bien la manera de expresar que la salvación definitiva llega a la vida de este ladrón arrepentido. Los creyentes de la comunidad lucana ven aquí el perdón de Jesús, que está en el origen de su vida cristiana, y que han experimentado en el momento de su conversión. Nunca es tarde, recuerda Lucas, para volver a los caminos del evangelio. Cualquier día puede ser el hoy (23,43) de la salvación.
7. Desgraciadamente, ¡cuántas veces en nuestra vida eclesial reproducimos los modelos de “reinado” del mundo, y no los de Dios en Jesucristo! ¡Cuántas veces establecemos relaciones de poder autoritarias en vez de fraternas! ¡Cuántas veces entramos en colaboración con los poderes del sistema, ya sea por acción o por omisión! El modelo de “reinado” que nos presenta el “Cordero degollado” nos interpela y llama a la conversión.

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