10 jul 2014

Domingo 15



Mateo 28,16-20

1. Oración Inicial: Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo para que nos ayude a leer la Biblia como Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Tu palabra nos oriente a fin de que podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar que Tú estás vivo en medio de nuestra historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.  AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: En el pasaje que vamos a meditar hoy los discípulos se encuentran en Galilea con Jesús Resucitado. Él los acoge y les encomienda una nueva misión: anunciar a todos los pueblos la Buena Noticia. Aunque esta nueva tarea les sobrepasa, Jesús espera que la experiencia vivida les sirva para no confiar en sus propias fuerzas, sino en él, que les acompañará en todo momento. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Mateo 28,16-20: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que te impresionó más.
2)     ¿Cómo reaccionaron los discípulos con la aparición de Jesús?
3)     ¿Qué les dice Jesús acerca de si mismo?
4)     ¿Cuál es la misión que Jesús confía a los discípulos?
5)     ¿Cuál es la gran promesa de Jesús?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a)     Los discípulos y discípulas debemos comunicar la Buena Noticia del evangelio a todas las personas para que sean discípulos(as) de Jesús. ¿Cómo hemos respondido a esta misión que el Señor nos ha encomendado?
b)  ¿Nuestra comunidad es misionera o tiende a cerrarse en sí misma? ¿Podemos llamarnos discípulos(as) de Jesús sin ser misioneros(as)? ¿Qué nos falta para ser misioneros?
c)     ¿De qué manera la gran promesa de Jesús es una fuente de esperanza, fuerza y coraje para cumplir nuestra misión?
d)    ¿Sentimos a veces  que la misión que Jesús nos entrega supera nuestras fuerzas? ¿De qué manera el texto de hoy nos da ánimo?
e)     ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Yo estoy con ustedes hasta el fin de los tiempos».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: ¿Qué gestos puedes hacer esta semana para anunciar a Jesús en los ambientes donde tu vives? Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Señor, tú nos envías a continuar tu misión comunicando tu Evangelio a toda la humanidad. Confías en nosotros(as) para hacer de todos los pueblos discípulos(as) y seguidores de tus enseñanzas. Espíritu de Jesús, fecunda nuestra comunidad para que sea misionera, testimonio vivo del Evangelio y artesana de tu Reino, vivido hoy, en nuestros días. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  
  
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a)    Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b)    ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)    ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?

2. ¿Qué significa que Cristo subió a los cielos?: El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios. El cielo de las estrellas y de los viajes espaciales de los astronautas y el cielo de nuestra fe no son idénticos. Por eso cuando rezamos el Credo decimos que Cristo subió a los cielos, no queremos decir que El emprendiera un viaje al espacio. En el cielo de la fe no existe el tiempo, la dirección, la distancia ni el espacio. El cielo de la fe es Dios mismo de quien las Escrituras dicen: "Habita en una luz inaccesible" (1 Tim 6,16). Del mismo modo, la subida de Cristo al cielo no es igual a la subida de nuestros cohetes. La subida de Cristo al cielo es un pasar, pero del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de la inminencia a la trascendencia, de la oscuridad del mundo a la luz divina. Con su ascensión al cielo Cristo fue por consiguiente entronizado en la esfera divina; penetró en un mundo que escapa a nuestras posibilidades. Nadie sube hasta allí si no ha sido elevado por Dios (Lc 24,51; Hch 1,9). El vive ahora con Dios, en la absoluta perfección, presencia, amor, gloria, luz, felicidad, una vez alcanzada la meta que toda la creación está llamada a lograr.

3. "… yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (28,20b): Cuando Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto, recibió de Dios una certeza, la única certeza que ofrece una total garantía: "Ve, Yo estaré contigo" (Ex 3,12). Y esta misma certeza les fue dada a los profetas y a otras personas enviadas por Dios para desarrollar una misión importante en el proyecto de Dios (Jer 1,8; Jue6,16). María recibió la misma certeza cuando el ángel le dijo: "El Señor está contigo" (Lc 1,28). Jesús, en persona, es la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es Emmanuel, Dios con nosotros(as) (Mt 1,23). Él estará con sus discípulos(as) hasta el final de los tiempos. Aquí se manifiesta la autoridad de Jesús. Él controla el tiempo y la historia. Él es el primero y el último (Ap 1,17). Antes del primero no existía nada y después del último no vendrá nada. Esta certeza es un apoyo para las personas, alimenta su fe, sostiene la esperanza y genera amor y donación de sí mismos.

4. ¿A quiénes se dirige la Misión?: Después de su manifestación, Jesús confía a sus discípulos(as) una misión (Mt 28,19-20). Si comparamos este envío misionero con el de Mt 10,5-15, comprobaremos que se ha dado una transformación muy importante. Allí el anuncio del Evangelio debía hacerse sólo a Israel; aquí sin embargo, se dirige a todos los pueblos. En la perspectiva de Mateo, entre ambos envíos ha sucedido un acontecimiento muy importante: Israel ha rechazado a Jesús (puedes verlo en Mt 21,43), por eso el Reino ha sido entregado a un nuevo pueblo cuya misión consistirá en hacer discípulos(as) de Jesús a toda la humanidad. No es casual que el evangelio termine con un envío misionero. La Iglesia de Jesús es esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del Señor resucitado: "Pónganse en camino", la invitan a salir constantemente de sí misma, y de sus problemas y preocupaciones domésticas, para abrirse a un nuevo horizonte: el de todas las personas que no conocen el gozo de sentirse pueblo de Dios y hermanos y hermanas entre sí.

5. Fuerza Misionera: Al final del primer siglo después de Cristo, las dificultades y las persecuciones probablemente llevaron a las comunidades cristianas a perder algo de su fuerza misionera y a cerrarse en sí mismas, como si fueran las únicas que defendían los valores del Reino. Pero el Evangelio de Mateo, fiel a una larga tradición de apertura hacia todos los pueblos, les hizo saber que las comunidades no pueden cerrarse en sí mismas. No pueden pretender para ellas el monopolio de la acción de Dios en el mundo. Dios no es propiedad de las comunidades, sino que las comunidades son propiedad de Yahvé (Ex 19,5). En medio de la humanidad que lucha y resiste contra la opresión, las comunidades deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33). Deben hacer que resuene en el mundo entero, entre todas las naciones, la Buena Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios está presente en medio de nosotros(as)! Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se empeña en liberar a todas las personas que gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su misión.

6. La última página del Evangelio de Mateo presenta una invitación. En este último encuentro, Cristo da a los discípulos y discípulas la misión de llevar la Buena Noticia de la resurrección a todas las naciones del mundo. La pequeña comunidad debe ser luz de las naciones. Debe realizar su misión junto a los pequeños y que otras personas se conviertan también en discípulas de Jesús. El lector que ha llegado hasta el final de este evangelio está invitado a continuar, prolongando la palabra y la acción de Jesús. De este modo Jesús continúa presente y actuante en medio de la historia humana. Y los Evangelios han sido escritos exactamente para eso: producir la conversión y el compromiso con Jesús y su proyecto. Entonces la invitación se transforma en una orden que lleva a la misión. Podríamos decir que la última línea de los Evangelios está siempre en blanco. ¿Qué hacer con ella? Escribir allí nuestro nombre, para sellar un término de compromiso: yo, fulano de tal, acepto el compromiso con Jesús y con su causa. Voy a continuar el anuncio y la práctica de la justicia que El comenzó.

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