10 jul 2014

Santísima Trinidad



Juan 3,14-21

1. Oración Inicial: Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad toda entera, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Haz que aprendamos como Ella a escuchar con corazón bueno y perfecto la Palabra que Dios nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto con nuestra perseverancia. AMÉN.  Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: Al escuchar este evangelio podemos acabar de una vez por todas con esas imágenes del Dios juez exigente y minucioso que rastrea nuestro comportamiento buscando motivos que justifiquen nuestra condena. Jesús nos dice que Dios no es de esa manera. Dios no quiere nuestra condenación, quiere nuestra salvación. Dios no quiere la muerte del mundo, quiere su vida. Dios no quiere perder ninguna de sus criaturas, y entre ellas nos encontramos tú y yo. Dios no quiere perdernos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Juan 3,14-21: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que te impresionó más.
2)     ¿En qué se demuestra el amor que Dios nos tiene?
3)     ¿Para qué Dios envió a su Hijo al mundo?
4)     ¿En qué consiste el juicio de Dios?
5)     ¿Quién es esa luz que vino al mundo?
6)     ¿Por qué algunos odian y no se acercan a la luz?
7)     Por el contrario, ¿Por qué otros(as) se acercan a la luz?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a)     ¿Qué representa la luz en nuestras vidas cotidianas? ¿Cómo sentimos cuando no hay luz?
b)    ¿Qué significa hoy buscar la luz de Jesús? ¿Qué nos muestra esa luz?
c)     “Prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas…” : En la respuesta que damos a la vida estamos movidos también, tal vez inconscientemente, por nuestro deseo de luz o nuestro de oscuridad, para que su maldad no sea descubierta.   Comentar.
d)    Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él; no lo envió para condenar, sino para que el mundo se salve por él. Pero de hecho muchas veces el cristiano se siente más juzgado que salvado, y siente la moral como un deber exterior e impuesto, como una carga más que como una ayuda. ¿A qué se debe? Si el Evangelio es Buena Noticia y Dios es pura voluntad de salvación, ¿qué es lo que puede estar fallando?
e)    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Señor, ayúdanos a ser generosos para entregar nuestros dones al servicio de la gente».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: ¿Qué actitudes poner practicar para vivir “en la verdad y en la luz”?  Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Danos tu luz, Señor, para caminar en tus pasos, para que nuestras vidas puedan ser espejo - reflejo de tu presencia,  Dios de la vida, Luz que siempre brilla, ¡Aurora de nuestras mañanas!  Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  



Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a)    Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b)    ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)    ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?

2. Comentario: Juan 3,9-21 se centra en la descripción del acontecimiento salvífico. La iniciativa procede de Dios (3,16), se realiza por medio del Hijo, que ha venido de su parte y que vuelve a él a través de la cruz-exaltación (3,14). El ser humano se apropia de ella o la rechaza mediante la fe - incredulidad en el Enviado. No existe mejor síntesis de la vida cristiana. Así es el mensaje joánico. Estamos ante el mejor resumen de la teología de Juan. El mejor comentario del mismo nos lo ofrece otro texto del cuarto evangelio, que habla de Jesús como el Enviado, de quien lo ha enviado y de la fe en ambos, del juicio que se realiza en la aceptación o rechazo de la luz (12,44-50).

La “elevación” de Jesús (3,14) es la que constituye el reino, reinado o señorío de la vida. En la elevación a la cruz va incluida la exaltación a la gloria. En dicha elevación, el evangelista Juan acentúa las ideas siguientes: la victoria sobre el príncipe de este mundo (12,31; 14,27-30); la participación del ser humano en ella mediante la fe (12,32); la muerte en cuanto paso necesario y un aspecto parcial de la elevación; la cruz no es el lugar de la máxima humillación, sino un aspecto de la elevación. En este evangelio el fundamento de la teología o de la reflexión teológica no es la cruz, sino el estar sentado a la derecha del Padre; Jesús aparece como el vencedor de la muerte (5,26; 14,30) y el dador de la vida para todos los que creen en él.

El juicio, de salud o desgracia, se realiza en la actitud de aceptación o rechazo frente a Jesús (3,18-21). En el evangelio de Juan no existe un juicio futuro, que tendría lugar al final de los tiempos, al estilo sinóptico (Mt 25,31ss). El juicio se realiza aquí y ahora por la actitud del ser humano ante el Revelador (3,18). Dios envió a su Hijo al mundo para que el ser humano pueda salvarse. Dios hizo la oferta de la vida. Oferta que sigue abierta. Debe ser aceptada en la fe. Lo contrario equivale a la auto-exclusión de la vida. Ese es el juicio.

3. Sigamos profundizando: Los vs. 16‑21 aportan, pues, una reflexión del evangelista y no palabras de Jesús propiamente hablando. Esto puede causar sorpresa, pero es una de las ideas más felices de la teología cristiana. Dios ha entregado a su Hijo al mundo. En esto ha mostrado lo que le ama. Además, Dios lo ha enviado, no para juzgar o condenar, sino salvar lo que estaba perdido. Si existe alguna doctrina más consoladora que esta en el mundo podemos arrepentirnos de ser cristianos. Pero creo que no existe. El v.18 es una fuente de reflexión. La condena de los seres humanos, el juicio, no lo hace Dios. Lo ha dejado en nuestras manos. La cuestión está en creer o no creer en Jesús. El juicio cristiano no es un episodio último al que nos presentamos delante de un tribunal para que le diga si somos buenos o malos. ¡No! Sería una equivocación ver las cosas así, como muchos las ven apoyado en Mt 25. Los cristianos(as) experimentamos el juicio en la medida en que respondemos a lo que Señor ha hecho por nosotros. El juicio no se deja para el final, sino que se va haciendo en la medida en que vivimos la vida nueva, la nueva creación a la que hemos sido convocados. Estas imágenes de la luz y las tinieblas son muy judías pero a Juan le valen para expresar la categoría del juicio.

El evangelio de Juan es muy sintomático al respecto, ya que usa muchas figuras y símbolos (el agua, el Espíritu, la carne, la luz, el nacer de nuevo, las tinieblas)  para poner de manifiesto la acción salvadora de Jesús. El diálogo es de gran altura, pero en él prevalece la afirmación de que el amor de Dios está por encima de todo. Aquí se nos ofrece una razón profunda de por qué Dios se ha encarnado: porque ama este mundo, nos ama a nosotros que somos los que hacemos el mundo malo o bueno. Dios no pretende condenarnos, sino salvarnos. Esta es una de las afirmaciones más importantes de la teología del NT, como lo había sido de la teología profética del AT. Dios no lleva al destierro, Dios no condena, Dios, por medio de su Hijo que los hombres hemos “elevado” (para usar la terminología teológica joánica del texto) a la cruz, nos salva y seguirá salvando siempre. Incluso el juicio de la historia, como el juicio que todo el mundo espera, lo establece esta teología joánica  en aceptar este mensaje de gracia y de amor. El juicio no está en que al final se nos declare buenos o perversos, sino en aceptar la vida y la luz donde está: en Jesús.

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