3 oct 2011

28° Tiempo Ordinario (A)

1. Oración Inicial: Espíritu de verdad, enviado por Jesús para conducirnos a la verdad, abre nuestra mente a la inteligencia de las Escrituras. Purifica nuestros corazones de todo lo que opone resistencia a la Palabra. Haz que aprendamos a escuchar con corazón abierto la Palabra que Dios que nos envía en la vida y en la Escritura, para custodiarla y producir fruto del Reino con nuestra perseverancia. AMËN. Cantar "Espíritu Santo Ven, Ven".

2. Lectura: ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: Jesús cuenta una tercera parábola para el mismo público. Un rey prepara un gran banquete para celebrar la boda de su hijo e invita a las personas de honra. Ninguno de los invitados quiso asistir. Pero el banquete está preparado. Entonces convi­dó a los excluidos y excluidas de la sociedad y la sala se llenó.  Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Mateo 22,1-14: Leemos este texto de Mateo con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d. ¿Qué dice el texto?

1)     ¿Qué versículo o parte del texto te impresionó más? ¿Por qué?
2)     ¿A quiénes se dirige Jesús la parábola? ¿Con qué se compara el Reino de los Cielos?
3)     ¿Qué actitud tuvieron los invitados a la primera y segunda invitación a la boda?
4)     Cuando supo del rechazo: ¿A quiénes llama entonces el rey para compartir su banquete?
5)     ¿Quiénes finalmente entraron a la sala del banquete?
6)     ¿Qué hizo el rey con el invitado sin un vestido apropiado?
7)     ¿Cómo concluye  la parábola?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. Dios nos invita a toda la humanidad a asistir al banquete de la fiesta de su Reino. ¿Estamos dispuestos(as) a aceptar esa invitación, a acogerla sin prejuicios ni condiciones, a vivir la vida como una fiesta, a aprovecharla conscientemente, y a colaborar para que todos(as) participen en la fiesta del Dios de la Vida?  ¿Qué nos falta aún?
  2. ¿Acogemos la invitación de Jesús a construir un mundo nuevo, justo y fraterno?
  3. ¿Acogemos a todas las personas que nos necesitan, sin discriminaciones de ningún tipo?  Comentar.
  4. ¿Cuáles son en mi vida "los asuntos urgentes" que me impiden aceptar la invitación de Dios?
  5. ¿Cuál es el traje pedido por mí concretamente para poder participar en el banquete nupcial del Reino de Dios?
  6. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. “… muchos son llamados, pero pocos son elegidos"

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: Andar esta semana vestido con la práctica de la justicia y la misericordia. Llevamos una “palabra”. Esa “palabra” o versículo que nos va a acompañar hasta que nos encontremos nuevamente. Seguramente se hará presente durante la semana mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.

6. Oración final: Señor de la Vida, Tú nos has preparado desde siempre una fiesta y nos quiere reunir en torno a tu mesa para participar en la misma vida. Te damos gracias por habernos llamados por medio de Jesús tu Hijo. Tu Espíritu nos haga siempre atentos y disponibles para continuar acogiendo tu invitación para ser personas nuevas, creadas según Dios en la justicia y el amor, a imagen de Cristo, para poder entrar en la fiesta de tu Reino. Sírvete de nosotros(as), si lo deseas, para continuar llamando a la gente al banquete universal de tu Reino. AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…
Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más
1. Contexto: El significado de la parábola resulta muy claro si la leemos en su contexto. Ella sigue inmediatamente a otra parábola del Reino (21,33-43) y forma parte de una discusión de Jesús con los sumos sacerdotes y fariseos sobre su misión y autoridad (ver: 21, 23-46).  En la parábola precedente, la parábola de la viña, Jesús hace un sumario de la historia de salvación. Dios rodeaba a Israel con una atención particular y esperaba que tantos cuidados produjesen fruto en una vida de fidelidad y justicia. De tiempo en tiempo enviaba a profetas para recordar al pueblo el fruto que Dios esperaba, pero la misión de los profetas encontraba siempre el rechazo por parte de Israel. Finalmente Dios envió al propio Hijo, pero éste fue matado. Llegado a este punto Jesús declara que dado que Israel continuaba rechazando el Reino, éste pasará a otro pueblo, esto es, a los paganos (no judíos). Esta frase nos ofrece la clave de lectura para nuestra parábola que en realidad repite el mensaje de la precedente con otra imagen y composición.

2. Realidad social detrás de la parábola: Para comprender el sentido de la parábola tenemos que reconstruir el escenario social al que hace referencia. En primer lugar que se trata de un banquete. Las comidas tenían una importante función social, pues eran ceremonias a través de las cuales se infirmaba el estatus de las personas y su lugar dentro de la escala social. Los banquetes eran también un medio para estrechar lazos, para afirmar alianzas y relaciones. El estatus de una persona podía muy bien medirse por la gente que frecuentaba su mesa. En ocasiones muy especiales, como la boda de un hijo, la selección de los invitados era minuciosa; sobre todo se cuidaba la in­vitación a personajes importantes, porque su presencia contribuía a realzar el estatus y el honor de la familia. Leída en este contexto, lo más sorpren­dente de la parábola es que los invitados se nieguen a participar. Rechazar una invitación como ésta era algo casi impensable, y suponía una ofensa gra­ve a quien invitaba. El rey de la parábola responde invitando a to­dos los que se encuentren por los caminos, gente que nunca se habría sentado a la me­sa de un rey. Esta lectura de la parábola es coherente con un dato importante de la vida de Jesús: sus comidas con los pecadores y recauda­dores de impuestos, que le acarrearon duras críticas. Es muy probable que Jesús, a tra­vés de esta parábola, intentara responder a la acusación de haber invitado al banquete del reino a todo tipo de personas. La pará­bola habla también del rechazo de su men­saje por parte de los líderes del pueblo y de la acogida que le dispensaron los margina­dos: pecadores, prostitutas, etc. Los prime­ros cristianos profundizaron en el sentido de la parábola desde su situación. Vieron en ella la explicación de una nueva cir­cunstancia: la buena noticia era mejor acogida por los paganos que por los judíos.

3. Destinatarios privilegiados del Reino: El relato de Mateo parece haber yuxtapuesto dos parábo­las, la de los invitados y la del que se presentó sin vestido de bodas. Se trata sin duda de parábolas sobre la convocación al Reino. Durante mucho tiempo se pensó que los invitados que no resultaron dignos se referían al pueblo de Israel que no acogió a los profetas. Pero parece más coherente la interpretación que identifica como indignos a los notables del pueblo que unían a su rango social el conocimiento de la ley. De hecho tenían "campos", "negocios", intereses que pusieron por delante de la convocación al Reino. Además, maltrataron a los servidores. Ciertamente "los invitados no eran dignos" (vs.8). El llamado al Reino es irrevocable y continúa abierto. Pero los destinatarios deben ser buscados en otro lugar (social): "Vayan pues a los cruces de los caminos y a cuantos encuentren invítenlos…" (vs.9). En esos lugares se encuentran los pobres y desposeídos, considera­dos como ignorantes y pecadores por los jefes religiosos del pueblo. El evangelio de Lucas, en el texto paralelo, es más preciso: "haz entrar aquí a los pobres y lisiados, cojos y ciegos" (Lc.14,21). Ellos son los destinatarios históricos de la acción mesiánica, como el mismo Jesús responde a los enviados por Juan Bautista para preguntarle por su identidad. Mateo añade que en los caminos "reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos,…" (vs.10). "Malos y buenos", en ese orden, para dejar claro que nadie es llamado por sus méritos, sino por la bondad gratuita de Dios para con los pobres, últimos y pecadores. La gratuidad convierte a los "no-invitados" en destinatarios privilegiados de su banquete y del Reino.

4. ¡La vocación cristiana no es una ga­rantía mágica de salvación! En los años ochenta, las comunidades de Mateo tuvieron que afrontar un problema. Había gente que creía que, por el hecho de haber aceptado la invitación del Evangelio, de recibir el bautismo y entrar en la Iglesia, ya tenían garantiza­da la entrada en el cielo. Esta falsa seguridad desmotivó el em­peño del primer amor. Para sacudir a las comunidades de su le­targo, Mateo completa el texto de la parábola original con otra parábola (vs.11-14). No basta decir "sí" a la llamada para parti­cipar del Reino; es necesaria una práctica fiel de obediencia a la voluntad de Dios manifestada en Jesús, el Hijo amado, que cumplió con toda la justicia. La puerta de la casa del Padre es ancha. Hay lugar para todos. Pero una vez dentro se exige. Se necesita andar vestido con la práctica de la justicia y la misericordia. Esto es lo que Mateo quiere simboli­zar con el traje de boda. En caso contrario, la sentencia del jui­cio final es de condenación y exclusión definitiva del Reino. Y Mateo concluye: "Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos”.

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