2 jul 2012

14° Tiempo Ordinario (B)

14° Tiempo Ordinario (B)

Marcos 6,1-6

 1. Oración Inicial: Tu Palabra, Señor, es fuente de vida. Ella nos anima a la esperanza, nos impulsa a vivir el amor, nos hace fuertes en la fe. Tu Palabra es la fuente viva, envía tu Espíritu para  acercarnos a ella y comprenderla. Enséñanos a beber en el pozo de la vida, muéstranos la novedad permanente del Evangelio. Tu Palabra, Señor, nos enseña a vivir.  AMÉN.    Cantar  «Espíritu Santo Ven, Ven».

 2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a) Introducción: La enseñanza en parábolas y la actuación prodigiosa en torno al lago de Galilea culminan con el retorno de Jesús a su tierra. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados de su enseñanza y comienzan a preguntar por su identidad. Buscan la respuesta en una dirección equivocada, y su asombro termina en escándalo e incomprensión. Concluye así la segunda etapa del ministerio de Jesús en Galilea. Abramos nuestros corazones a la Palabra de Dios.

b)  Leer el texto: Marcos 6,1-6: Leemos este texto de Marcos con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.

c)  Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida. Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».

 d)  ¿Qué dice el texto?

1)    Cada persona lee el versículo que más le llamó la atención.

2)    ¿Dónde se halla Jesús? ¿Qué hace?

3)    ¿Cómo reacciona la gente? ¿Por qué es despreciado Jesús?

4)    ¿Cómo responde Jesús?  ¿Por qué Jesús no pudo hacer muchos milagros allí?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el pasaje, reflexionarlo y aplicarlo a nuestra vida.

 Los paisanos de Jesús no fueron capaces de reconocer en medio de ellos el Señor. ¿Por dónde pasa el Señor hoy en nuestro tiempo? ¿Somos capaz de reconocerlo?
  1. Como mínimo debemos ser  profetas anónimos, un(a) cristiano(a) que se toma en serio su deber profético: decir la verdad, vivir la verdad, denunciar la mentira que nos encuentre, ser incorruptible, combatir la corrupción… ¿De qué manera vivimos o nos falta vivir como profetas? ¿Mostramos con nuestra conducta y manera de ser que  «otro mundo es posible»?
  2. Ser profeta no es un deber para personas especiales, prodigiosas, extraordinarias... sino una responsabilidad de todo bautizado, (a), por seguir a  Jesucristo. ¿Cómo deberíamos vivir ese ministerio profético en la comunidad cristiana, en la población y en la sociedad?
  3. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad en nuestra vida?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Jesús se asombraba de su falta de fe».

5. Contemplar a Dios, volver la mirada al mundo y comprometerse con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: Nuestro deber profético es decir la verdad, vivir la verdad, denunciar la mentira que me encuentre, combatir la corrupción… Hagamos un compromiso para esta semana. Llevamos una “palabra”. Tratar de tenerla en cuenta en todo momento y buscando un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración cotidiano donde volver a charlarla con el Señor.

6. Oración final: Señor, que «de muchas maneras hablaste en otro tiempo a nuestros padres por medio de los profetas»; te pedimos que no abandones a la humanidad a las fuerzas del egoísmo individualista y del mercado, sino que nos envíes nuevos profetas que nos hagan revivir con pasión lo mejor que tú pusiste en nuestro corazón: el amor universal, la fuerza de la solidaridad, y la inconformidad con todo lo que contradice tu Proyecto del Reino de Dios en la tierra.  AMÈN.   Padre Nuestro, que estás en el cielo…

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más


1. Los profetas son las personas que, movidos por Dios, en un determinado momento se convierten en conciencia de su pueblo. Así entendidas las cosas, resulta ser que todo cristiano está llamado a ser profeta, es decir, a interpretar y vivir la vida con los criterios de Jesús y su evangelio. El Concilio Vaticano II insiste en que todos los cristianos(as) estamos llamados a participar de la misión profética de Cristo.

2. Jesús y sus paisanos. La enseñanza en parábolas y la actuación prodigiosa en torno al lago de Galilea culminan con el retorno de Jesús a su tierra: Nazaret. Parece como si ahora quisiera preocuparse de quienes antes andaban preocupados por él. Haciendo uso del derecho que tenía todo israelita adulto, Jesús entra el sábado en la sinagoga y se pone a leer y comentar la Escritura. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados. ¿De dónde le viene a éste todo esto? Es una reacción normal. Es precisamente el interrogante que Jesús quería suscitar y en torno al cual gira todo el evangelio de Marcos. Pero aquellas gentes se apresuran demasiado en buscar una respuesta, y la encuentran en una dirección equivocada. ¿No es éste el hijo del carpintero? Su asombro termina así en escándalo e incomprensión. Es el escándalo y la incomprensión de quien se niega a reconocer a Dios en lo conocido, cotidiano, en un hijo de un humilde carpintero. Miran, pero no ven; oyen, pero no entienden (Mc 4,12). Así se concluye la segunda etapa del ministerio de Jesús, que hace recordar el final de la primera. Los discípulos acompañan al Maestro en estos momentos y no podrán menos que aprender una importante lección: Allí donde uno esperaría encontrar aliento, coraje, participación, puede encontrar indiferencia, incomprensión e incluso hostilidad. Los seres humanos prefieren no pocas veces renunciar a Dios antes que a la imagen que se han forjado de él.

3. Muchas veces nosotros tampoco sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es mucho más espectacular mirar un testimonio en Calcuta que uno de los cientos de miles de hermanas y hermanos cotidianos por las tierras de América Latina que trabajan, se gastan y desgastan trabajando por la vida, aunque les cueste la vida. Es mucho más maravilloso mirar los milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es mucho más fácil esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero ¿no estaremos dejando a Jesús pasar de largo?
 
4. «¿No es acaso el carpintero?»: Jesús no tenía poder cultural como los escribas. No era un intelectual con estudios. Tampoco poseía el poder sagrado de los sacerdotes del templo. No era miembro de una familia honorable. Jesús era un «obrero» de una aldea desconocida de Baja Galilea. No se dedicaba a explicar la Ley. No se interesó nunca por los ritos del templo. La gente lo veía como un maestro que enseñaba a entender y vivir la vida de manera diferente. Jesús sanaba la vida y aliviaba el sufrimiento. Jesús sigue hoy «imponiendo sus manos». Sólo se sanan quienes creen en él.

5. La lista de la parentela de Jesús revela, fundamentalmente, que es una persona conocida en su pueblo. Precisamente por ser conocido no tiene autoridad para hablar. Es «el carpintero» (o mejor un “trabajador manual”), son manos para trabajar materiales sólidos, no para obrar “signos de poder”. Es “de los nuestros”, no puede “enseñar” con “sabiduría”. Por eso es motivo de escándalo, de tropiezo.

Su palabra no es seguida, pero eso no significa que su palabra sea hueca, o palabra de seres humanos. Jesús predica un Dios que se ha decidido a reinar, que quiere realizar su voluntad entre los seres humanos. Como los profetas, Jesús anuncia la voluntad de Dios, de un Dios que él revela como padre; como los profetas, Jesús puede hablar “en nombre de Dios” porque está en sintonía con Él; como los profetas, Jesús enseña los caminos de Dios, frecuentemente rechazados por los seres humanos; y como los profetas, Jesús es frecuentemente rechazado por ello, no es honrado y su vida se encamina al fracaso, y a la cruz. Pero como “más que un profeta”, ante ese  fracaso, Dios todavía tiene una palabra por decir, y la dirá en la Pascua.

Es característico del Evangelio de Marcos presentar a sus destinatarios el aparente fracaso, la soledad, el escándalo de la cruz de Jesús. Esa cruz es la que comparten con él todos los perseguidos a causa de su nombre, como lo es la comunidad de Marcos. En toda la segunda parte de este Evangelio lo encontraremos al Señor tratando - a solas con los suyos- de revelarles el sentido de un "Mesías crucificado" que será plenamente descubierto por el Centurión - en la ausencia de cualquier signo exterior que lo justifique - como el «Hijo de Dios».

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