9 may 2012

3° Domingo de Pascua

Lucas 24,35-48

1. Oración Inicial: Señor Jesús, envíanos tu Espíritu Santo y explícanos las Escrituras. Haz que arde nuestro corazón mientras nos hablas.  AMÉN.

 2.   Lectura:   ¿Qué dice el texto?

a. Introducción: No es fácil creer en Jesús resucitado. Según el texto de hoy, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no de cualquier manera, sino «en su nombre». Creer en el Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús. Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades cristianas. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

b. Leer el texto: Lucas 24,35-48: Leemos este texto de Lucas con mucha atención, tratando de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Releerlo una segunda vez.

c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para dejar que la Palabra de Dios impregne el corazón y la mente.       Terminar cantando: “Tu Palabra me Da Vida”.

d.  ¿Qué dice el texto?

1)    ¿Qué versículo o parte del texto más te impresionó? ¿Por qué?

2)    ¿Qué estaban haciendo los discípulos que retornaron de Emaús? ¿Qué dice Jesús al llegar? ¿Cómo reaccionaron los discípulos?

3)    ¿Qué les explica el Señor después de comer con ellos?

4)    ¿Qué hizo Jesús para que comprendieran las Escrituras?

5)    ¿Qué estaba escrito en la Biblia que explicaba lo que iba a suceder a Jesús?

6)    ¿Cuál es la misión de los “testigos de todo esto”?

 3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida?  No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo.  Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.

  1. Los discípulos creen que se trata de un fantasma.  También hoy existen imágenes confusas de Jesús.  ¿Qué desafíos nos presenta para nosotros? ¿Qué imagen de Jesús presentamos?
  2. Aunque el testimonio de los otros, que han creído antes, sea indispensable, la experiencia personal de Cristo es el fundamento de la fe de los creyentes de todos los tiempos.  Comparte lo que ha sido tú experiencia personal de Cristo vivo.
  3. «Les abrió la mente para que entendieran las Escrituras»: ¿Escuchamos la Palabra de Dios en la Biblia?  ¿Nos ayuda para entender mejor nuestra vida y la realidad histórica de nuestro país?
  4. «Hacen falta testigos»: Comentar.
  5. ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Desde la vida iluminada por la Palabra, ahora nos dirigimos a Dios.  Como comunidad orante, hablamos con el Señor alabando, dando gracias, pidiendo, contándole lo que uno quiere o siente. «Ustedes son testigos de todo esto».

5.  Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto y Comprometernos con la transformación de la realidad: Compromiso: ¿De qué manera, en forma personal y comunitaria, podemos dar testimonio de Cristo? Llevamos una “palabra”. Seguramente esta “palabra” o versículo se hará presente durante el día (semana)  mientras participamos en nuestros quehaceres diarios.

6. Oración final: Oh Dios, haz que tu pueblo se alegre al saber de tu fidelidad que vemos manifestada en tu intervención en la resurrección de Jesús. Sabemos que Tú estás tan fielmente de parte del Amor y de la Vida y nos ayude a continuar sin desfallecer en la construcción del proyecto de Vida y Salvación que quieres para toda la humanidad.  Padre Nuestro, que estás en el cielo…  AMÉN.

Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1.  Aparición a los discípulos (24,36-49): Ahora los once entran en la plenitud del mensaje pascual, gracias al encuentro con el resucitado. Habían recibido ya el testimonio de Pedro (24,34), pero necesitaban la experiencia personal del encuentro con Jesús resucitado. Esta experiencia personal es el fundamento de la fe de los creyentes de todos los tiempos, aunque el testimonio de los otros, que han creído antes, sea indispensable. Jesús les descubre el sentido profundo de la Escritura. Esta no sólo encuentra en él su cumplimiento sino su intérprete (24,44-45).

 Y les envía como testigos a predicar la conversión y el perdón de los pecados para toda la humanidad. Para esta urgente tarea, los(as) discípulos(as cuentan con la ayuda y la fuerza del Espíritu, cuya presencia implícita les prepara para Pentecostés (24,49). Tenemos también en este texto todos los elementos de lo que será la futura misión de la Iglesia. El testimonio apostólico tendrá como tema central la muerte y resurrección de Jesús como el Mesías, anunciado por el Antiguo Testamento (Lc 24,44.46). Y desde Jerusalén se anunciará a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados. Es una breve síntesis que desarrollará san Lucas ampliamente en el libro de los Hechos (véase Hch 1,8).

Jesús resucitado no es un cadáver reanimado (como pudo serlo el hijo de la viuda de Naín, Lc 7,11-17). Jesús, con su resurrección, ha sido plenamente asumido en la vida divina. Sin embargo, y esta insistencia está muy presente en el relato, a pesar de ser un hecho que trasciende la experiencia humana, se trata de un hecho real, aunque no equiparable a lo empírico y mensurable. Anunciando que el Señor resucitado tiene «carne y huesos», Lucas va más allá de lo que el relato previo de Emaús y la misma aparición súbita en medio de sus discípulos sugieren. Parece querer evitar la creencia en un resucitado no real. El Señor resucitado es Jesús de Nazaret crucificado, y Lucas procura subrayar la continuidad existente entre el uno y el otro, como hace Juan en su evangelio (Jn 20,19-29). Pero no debemos olvidar, para tener una experiencia total de este encuentro, la discontinuidad subrayada por Pablo en 1 Cor 15,35-50. La plena comprensión de la resurrección de Jesús nace de la dialéctica entre identidad y alteridad.

 2. Jesús no es un fantasma: El relato de hoy es difícil, porque en él se trabaja con elementos dialécticos: Jesús no es un fantasma, enseña sus heridas, come con ellos... pero no se puede tocar como una imagen; pasa a través de las puertas cerradas. Hay una enseñanza sobre la resurrección de Jesús: el resucitado es la misma persona, pero no tiene la misma “corporeidad”. La resurrección no es una “idea” o un invento de los suyos. Esta forma de presentar las cosas, pretende afirmar una realidad profunda: el Señor está vivo. Las experiencias que tiene con los discípulos son para convencerles que ahora les toca a ellos proseguir su causa (el Reino de Dios), anunciar la salvación y el perdón de los pecados. Creer en la resurrección de Jesús sin estas consecuencias sería como creer en cosas de espíritus. Pero no se trata de eso, sino de creer en la realidad profunda de que el crucificado está vivo, y ahora les envía a salvar a toda la humanidad Está claro que tuvieron experiencias reales, pero el resucitado no ha vuelto a la corporeidad de esta vida para ser visto por los suyos. El texto tiene mucho cuidado de decir que Jesús es el mismo, pero su vida tiene otra corporeidad; no la de un fantasma, sino la de quien está por encima de la «carne y la sangre». La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a los discípulos. En su interior «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de creer por la alegría». Otros siguen «atónitos». Así sucede también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi sólo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?

  3. Hacen Falta Testigos: Los relatos evangélicos lo repiten una y otra vez. Encontrarse con el Resucitado es una experiencia que no se puede callar. Quien ha experimentado a Jesús lleno de vida, siente necesidad de contarlo a otros. Contagia lo que vive. No se queda callado. Se convierte en testigo.

La fuerza decisiva que posee el cristianismo para comunicar la Buena Noticia que se encierra en Jesús son los testigos. El testigo comunica su propia experiencia. No cree «teóricamente» cosas sobre Jesús; cree en Jesús porque lo siente lleno de vida. No sólo afirma que la salvación del hombre está en Cristo; él mismo se siente sostenido, fortalecido y salvado por él. En Jesús vive «algo» que es decisivo en su vida, algo inconfundible que no encuentra en otra parte. El testigo comunica lo que vive. Habla de lo que le ha pasado a él en el camino. Dice lo que ha visto cuando se le han abierto los ojos. Ofrece su experiencia, no su sabiduría. Irradia y contagia vida, no doctrina. No enseña teología, «hace discípulos» de Jesús. El mundo de hoy no necesita más palabras, teorías y discursos. Necesita vida, esperanza, sentido, amor. Hacen falta testigos más que defensores de la fe. Creyentes que nos puedan enseñar a vivir de otra manera porque ellos mismos están aprendiendo a vivir de Jesús.

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