13 abr 2014

4° Domingo de Cuaresma



Juan 9,1-41

1. Oración Inicial: Señor, envía tu Espíritu Santo. Danos tu luz y concédenos escuchar con
apertura de corazón el mensaje de tu Palabra para que vivamos siempre conforme a tu voluntad y
actuemos como luz y fermento del mundo. AMÉN.  Cantar 
«Espíritu Santo Ven, Ven».

2.  Lectura: ¿Qué dice el texto?
a. Introducción: El texto de hoy nos invita a meditar la historia de la sanación de un ciego de nacimiento. Tenemos aquí un ejemplo concreto de cómo el Evangelio de Juan revela el sentido profundo escondido en los hechos de la vida de Jesús. La historia nos ayuda a abrir los ojos sobre la imagen de Jesús que cada uno lleva consigo. Durante la lectura, tratemos de prestar atención a dos cosas: (1) el modo expedito y libre con que el ciego reacciona ante las provocaciones de las autoridades, y (2) el modo en que el ciego abre los ojos con respecto a Jesús. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
b. Leer el texto: Juan 9,1-41: Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
c. Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones.  Terminar cantando: «Tu Palabra me Da Vida».
d. ¿Qué dice el texto?
1)     Cada persona lee el versículo o parte del texto que le impresionó más.
2)     ¿Qué preguntan los discípulos al ver al ciego? ¿Qué responde Jesús?
3)     ¿Qué dice Jesús sobre sí mismo mientras está en este mundo?
4)     ¿Cuál es el signo que hace Jesús que resulta en la sanación del ciego?
5)   ¿Cómo reaccionan los vecinos? ¿Cómo reaccionan los fariseos? ¿Cómo reaccionan los padres? ¿Cuál fue la sentencia final de los fariseos? ¿Qué hicieron con el hombre?
6)     ¿Cómo fue el encuentro de Jesús con el expulsado? El hombre: ¿Qué hizo y dijo a Jesús?
7)     ¿Cuál es la reflexión o enseñanza final de Jesús?

3. Meditación: ¿Qué nos dice el texto hoy a nuestra vida? No es necesario responder a cada pregunta. Seleccionar las más significativas para el grupo. Lo importante es conocer y profundizar el texto, reflexionarlo y descubrir su sentido para nuestra vida.
a)    ¿Existen hoy personas que piensan que la enfermedad, los desastres naturales o las desgracias son castigo de Dios? Al escuchar las palabras de Jesús: ¿Qué pensamos ahora?
b)    Dice el refrán popular: ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! A veces, quienes deberían ser los más lúcidos resultan los más ciegos. Este aspecto del evangelio de hoy: ¿Tiene alguna relevancia para nuestros días?
c)   En nuestra comunidad: ¿Cómo debemos llevar al mundo la luz que recibimos del Evangelio? ¿Cómo caminar hoy como hijos e hijas de la luz en nuestra realidad?
d)    ¿Nos sentimos desafiados por la vida y por la palabra de Jesús? ¿Aceptamos el reto de vivir a la altura del desafío que nos hace? ¿Y qué es lo que hay que ver hoy?
e)    ¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy y qué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?

4. Oración: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra? Ponemos en forma de oración todo aquello que hemos reflexionado sobre el Evangelio y sobre nuestra vida. «Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo».

5. Contemplar el rostro de Dios encontrado en el texto, volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia: Compromiso: ¿Qué necesitamos cambiar para volver a caminar esta semana en la luz de Cristo? Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto. Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.

6. Oración final: Danos Señor la capacidad de mirar la vida a la luz del Evangelio. Quita de nosotros(as) la venda que nos impide descubrir a los demás como hermanos y hermanas. Aclara nuestra mirada, danos tu luz, cambia nuestra ceguera para creer y vivir como discípulos(as). Ayúdanos a colaborar contigo para que todas las personas puedan alegrarse en su vida al ver tu luz. Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.  

 Para Las Personas Que Quieran Profundizar Más

1. Querido(a) Animador(a): Sugerimos seguir la siguiente pauta al iniciar cada encuentro:
a)    Compartir sobre lo que le pasó a la gente en su diario vivir durante la semana.
b)    ¿Cómo he experimentado a Jesús en lo que he vivido? ¿Qué ha hecho Cristo en mi vida?
c)    ¿Qué he hecho esta semana para extender el Reino de Dios?

2. Contexto en el que fue escrito el Evangelio de Juan: Meditando la historia de la curación del ciego, es bueno recordar el contexto de las comunidades cristianas en Asia Menor hacia finales del siglo primero, para las cuáles fue escrito el Evangelio de Juan y que se identificaban con el ciego y con su curación. Ellas mismas, a causa de una visión legalista de la ley de Dios, eran ciegas de nacimiento. Pero, como sucedió para el ciego, también ellas consiguieron ver la presencia de Dios en la persona de Jesús de Nazaret y se convirtieron. ¡Fue un proceso doloroso! En la descripción de las etapas y de los conflictos de la curación del ciego, el autor del Cuarto Evangelio evoca el recorrido espiritual de las comunidades, desde la oscuridad hasta la plena luz de la fe iluminada por Cristo.

3. La ceguera ante el mal que existe en el mundo (9,1-5): Ante un ciego de nacimiento, que por esa razón vivía de limosnas, los discípulos de Jesús preguntan por el culpable de su infortunio. Era una idea dominante en esa época: la pobreza y la enfermedad eran castigo de un pecado. Asociar los defectos físicos al pecado era un modo con el cual los sacerdotes de la Antigua Alianza mantenían su poder sobre la conciencia del pueblo. El Señor los libera de esa concepción que los ata de manos y no les permite confrontar la realidad: ni este individuo ni sus padres son responsables de la ceguera (vs.3). Culpabilizar a quienes padecen enfermedad o pobreza es hundirlos en ellas; impide, además, que tomen las medidas apropiados para salir de esas situaciones. Este modo de ver las cosas no ha terminado. Lo encontramos en nuestro pueblo que muchas veces vive sus sufrimientos como un castigo divino. El pecado es una realidad humana, pero los cristianos creemos en un Dios pronto al perdón. Es un Dios de amor y no de castigos que justifiquen lo que El rechaza: las condiciones inhumanas en que vive la mayoría de nuestra población. Al liberarnos de esta estrecha -e interesada-interpretación, Jesús nos revela al Dios de la vida y del amor.

4. El signo de "Enviado de Jesús" que produce diversas reacciones: 1) La primera reacción, la de los vecinos (9,8-13): Los vecinos quedan dudosos y se preguntan. Ellos no quedan satisfechos con la respuesta del ciego, y para aclarar el asunto, llevan al hombre ante los fariseos, las autoridades religiosas. 2) La segunda reacción: la de los fariseos (9,14-17): Aquel día era un sábado y el día de sábado estaba prohibido curar. No estaban dispuestos a admitir que Jesús pudiese ser un signo de Dios, porque curaba al ciego en sábado. Pero otros fariseos, interpelados por el signo, responden: "¿Cómo puede un pecador realizar semejantes signos?" ¡Y había disensión entre ellos! Y preguntaron al ciego: "¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?" Y él ofrece su testimonio: "¡Es un Profeta!"  3) la tercera reacción: la de los padres (9,18-23): Los fariseos no creían que hubiese sido ciego. Por esto mandaron llamar a los padres y le preguntaron: "¿Es éste su hijo de quien ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?" Con mucha cautela los padres respondieron. La ceguera de los fariseos ante la evidencia de la curación produce temor en la gente. Y aquél que confesaba tener fe en Cristo Mesías era expulsado de la sinagoga. La conversación con los padres del ciego revela la verdad, pero las autoridades religiosas se niegan a aceptarla. Su ceguera es mayor que la evidencia de los hechos. Los padres se hallan amedrentados por aquellos Este miedo refleja la situación de persecución que sufren los cristianos a causa de la campaña que los judíos han desatado contra ellos.

5. La sentencia final de los fariseos con respecto a Jesús (9,24-34): Llaman de nuevo al ciego El había dicho: "¡Es un Profeta!" Según los fariseos debiera haber dicho: "¡Es un pecador!" Pero el ciego es inteligente. Ante la ceguera de los fariseos, crece en el ciego la luz de la fe. Él no acepta el razonamiento de los fariseos y confiesa que Jesús viene del Padre. Esta profesión de fe le causa la expulsión de la sinagoga. Lo mismo sucedía en las comunidades cristianas de finales del primer siglo. Aquél que profesaba la fe en Jesús debía romper cualquier lazo de unión familiar y comunitaria Así sucede hoy también: aquél o aquélla que decide ser fiel a Cristo corre el peligro de ser excluido.

6. El mendigo se pone de pie: Se ha operado un cambio total en este mendigo ciego que pasaba su vida sentado estirando la mano por una limosna. Ahora, puesto de pie, discute de igual a igual con los poderosos de su pueblo, ciegos a la manifestación del Mesías (vs.30-33). Poco a poco va comprendiendo mejor a Jesús: primero habla de él como "ese hombre" (vs. 11), después la luz se va haciendo y dice que se trata de "un profeta" (vs.17). El Señor entra en escena nuevamente y lo conduce plenamente a la fe. "Creo, Señor" (vs.38), afirma este hombre tratado por todos, menos por Jesús, como un insignificante. Dios lo elige para que manifieste su obra. El ciego, y aquellos que lo rodean, son liberados de la idea de un Dios castigador, se ve libre de la ceguera, crece como ser humano y recibe finalmente la gracia de la fe. Reducir la liberación de Jesús a uno de esos aspectos es mutilarla o empobrecerla. Nada escapa a su amor.

7. Una reflexión final (9,39-41): El ciego que no veía, acaba viendo mejor que los fariseos. Las comunidades del Asia Menor que antes eran ciegas, descubren la luz. Los fariseos que pensaban ver correctamente, son más ciegos que el ciego de nacimiento. Encerrados en la vieja observancia, mienten cuando dicen que ven. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!

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